miércoles, agosto 29, 2007

CRISIS SISTÉMICA Y CRISIS CIVILIZATORIA.

Autora: Ma. Eugenia Sánchez D. de R.
Publicación: La jornada de Oriente, 29 Agosto 2007

Es evidente que los dinámicas macrosociales impactan a las realidades locales y a la vida cotidiana, pero es también evidente que este impacto no ocurre de una manera mecánica ni automática. Hecha esta aseveración, creo que es indispensable no perder de vista el trasfondo planetario para entender algunos aspectos de lo que está ocurriendo a nivel nacional

¿En qué dinámica están inmersos estos reacomodos de las élites políticas que nos aparecen no sólo crecientemente distanciadas de la base social sino con una tonalidad de cinismo irreverente?

¿Qué hace que la extrema derecha esté intentando construir un partido “más católico” a partir del Movimiento por la Participación Solidaria? ¿Y que Calderón no tenga más fuerza que la que le está dando el Ejército? ¿Y que el PRD se divida respecto a las propuestas de AMLO y unos militantes deseen establecer algún tipo de diálogo con el Presidente “espurio”, mientras otros consideran que eso es un deleznable “entreguismo”?

¿Se trata solamente de intereses personales y malévolos de unos y otros?¿ De una perversa lucha por el poder detrás de la cual se frotan las manos los protagonistas nacionales y extranjeros de la acumulación salvaje de capital?

¿Por qué la industria automovilística, la más irracional de todas por lo que supone en consumo de energía, producción de gases de invernadero, pavimentación del planeta, no se orienta de una vez por todas al transporte público en vez de pretender nutrirse en el futuro del alimento humano: maiz y caña?

¿Es solamente la ambición de los jerarcas eclesiásticos por controlar a los feligreses y aumentar su poder lo que los lleva a exigir una “libertad religiosa” que permita una mayor injerencia en los diferentes espacios públicos?

Sin duda que los intereses personales y de grupo son poderosos, que la mala intención es una realidad que la sociología del mal que desarrolla Jeffrey Alexander no logrará desentrañar. Pero en esta ocasión yo quisiera hacer resaltar que la crisis sistémica y la crisis civilizatoria analizadas por diferentes autores (algunos la llaman mutación) que caracterizan a este momento de la humanidad son el resultado de encadenamientos y de andamiajes de largo aliento que es difícil modificar. Y que es necesario, sin abandonar el análisis local y coyuntural, y sin caer en viejos clichés sobre los responsables de nuestros males, reflexionar sobre cómo podemos identificar a la situación que estamos viviendo, qué tipo de acciones, de nuevas habilidades, y de entereza necesitamos para enfrentarla creativamente.

Las categorías son precarias y efímeras por la naturaleza misma de la realidad en la que nos movemos o nos mueve. Modernidad tardía (Giddens), posmodernidad, modernidad líquida (Bauman), modernidad reflexiva (Beck), postglobalización (Touraine), son algunas de tantas que intentan atrapar a fenómenos actuales. Pero yo creo que alguna luz pueden aportarnos los siguientes aspectos para entender la complejidad de los comportamientos arriba mencionados:

1. La ruptura del sistema-mundo, sistema que se fue construyendo de manera polarizada desde el siglo XVI y entró en una crisis severa en la segunda mitad del siglo XX (Wallerstein) explica, en parte, la dinámica caótica de nuestra época. El meollo del sistema-capitalista es la acumulación de capital, acumulación que se ha logrado a partir de la externalización de los costos del llamado “desarrollo” a la naturaleza y a grupos sociales dominados. En el contexto actual esa externalización de costos se está volviendo cada vez más inviable y está conduciendo al resquebrajamiento del sistema mundial. (Concentración creciente de la riqueza, descomposición social, crisis fiscal, inestabilidad financiera etc.)

2. La reconfiguración de los Estados-nación, que eran unidades en las que confluían el armazón jurídico-político, con el imaginario colectivo de la pertenencia a una nación y con el proyecto societal a construir. La transnacionalización de la economía y del poder, la toma de conciencia del dominio de una cultura sobre otras, han hecho que el Estado que antes lograba en mayor o menor grado articular la economía, la política y la cultura, y gestionar los antagonismo de clase, esté ahora imposibilitado a continuar con esas funciones. Lo que ahora se le pide es reforzar su carácter punitivo y policial, y recortar las posibilidades de responder a las demandas sociales de salud, educación, protección de los derechos laborales, culturales y ambientales. (Impacto del TLCAN, rechazo a los Acuerdos de San Andrés, militarización del país etc.)

3. La ruptura de referentes institucionales y simbólicos que aseguraban la identidad individual y colectiva. La familia patriarcal, heterosexual que vinculaba la relación sexual y la reproducción ( ahora es posible la reproducción sin acto sexual); la identidad nacional que hacía que nos sintiéramos miembros de una misma comunidad imaginaria; la religión que hacía que amplios sectores de la población se sintieran protegidos por las verdades absolutas de sus creencias, las ideologías laicas que aseguraban que valía la pena morir por una causa, se han resquebrajado ante la constatación de que la realidad es mucho más compleja, plural, e incierta.

Estas dinámicas que tienen como eje la incertidumbre pueden ayudar a entender por qué el caos político, por qué el aumento de la brecha económica, por qué la tonalidad fundamentalista de la Iglesia y de otros grupos, por qué cacicazgos y clientelismo no ceden a un proceso democrático, por qué el miedo está configurando el consumo, los estilos de vida y las políticas públicas.

martes, agosto 28, 2007

Guillermo Cabello: el arte como herramienta educativa.

Autor: Dr. Martín López Calva
Publicacion: E-Consulta, 28 de agosto 2007

“Los poetas tienen cien veces mejor sentido
que los filósofos; aquellos buscando la
belleza, encuentran más verdades que estos
que buscan la verdad.”
José Ortega y Gasset.

En esta última semana de agosto se está realizando en nuestra ciudad un homenaje a Guillermo “Willy” Cabello, precursor del movimiento de teatro independiente en Puebla con la fundación del grupo “A trasluz” y gran promotor del teatro universitario a través del taller de la Universidad Iberoamericana que fundó y dirigió hasta su fallecimiento en el año de 1997.
La dedicación de un espacio en la Ibero Puebla que se llamará “Foro de las artes Guillermo “Willy” Cabello”, la presentación de un video-homenaje –“La irrenunciable locura”- y de un libro: “Guillermo Cabello: trabajo y testimonios”, la realización de lecturas dramatizadas, presentaciones de obras teatrales, conferencias y la transmisión por radio BUAP de “Sombra de la sombra”, uno de los montajes que Cabello produjo y dirigió con “A trasluz”, componen el programa de homenaje por el décimo aniversario de su muerte.
Este personaje que convoca a tantos exalumnos, actores, directores, músicos, escritores, universitarios, es sin duda suficientemente relevante por la huella que dejó en el espacio artístico poblano en el corto tiempo en que trabajó en nuestra ciudad, pero la faceta de Guillermo Cabello como educador universitario es un buen motivo para reflexionar sobre el papel que debe jugar el arte en la educación de las futuras generaciones.
Hoy que las escuelas públicas y privadas hablan de buscar una “formación integral” y que esta meta de la integralidad en la educación está presente incluso en el discurso oficial, resultaría importante indagar en la convicción educadora de Willy Cabello, en su idea del teatro como generador de reflexión crítica, de compasión humana, de búsqueda creativa y de mediación para el conocimiento de la propia cultura y la comprensión de culturas distintas.
Willy impartió durante varios años la materia: “El teatro como participación viva” en la Ibero Puebla, curso que le servía precisamente para comunicar a los estudiantes de todas las licenciaturas que optaban por esa asignatura dentro del área de integración, su visión del teatro y del arte en general como medio para acercarse a la comprensión del misterio humano.
Pero adicionalmente convirtió al taller de teatro en una herramienta didáctica hasta hacerlo parte indispensable de la reflexión universitaria. Cada semestre los profesores esperaban con interés pedagógico el nombre de la nueva obra a estrenar, la guía para preparar a su grupo para ver la obra y el momento de discusión posterior para el que el mismo Willy abría siempre un espacio al finalizar cada función o asistía incluso al aula para comentar con algunos grupos de materias distintas lo que la experiencia teatral les había comunicado.
Porque el arte, buscando la belleza descubre muchas veces más verdades que las ciencias o la filosofía que buscan la verdad. Esta era sin duda una profunda convicción que guió la vida y el trabajo de Guillermo en su trayectoria como profesor universitario y director de teatro, funciones que para él eran prácticamente inseparables.
Los tiempos de globalización que vivimos hoy en día están exigiendo preparar a los estudiantes para la comprensión de su propia cultura y el acercamiento en diálogo a otras culturas con las que convivimos cada vez más de cerca gracias a los medios de comunicación y a la creciente movilidad de las personas por el mundo. El arte, como bien señala Lonergan, es uno de los vehículos de significación más importantes, un vehículo de comunicación de significados y valores, un medio de comunicación cultural e intercultural.
¿Cuál es el papel que juega el arte en los planes de estudio de los distintos niveles educativos en México? ¿Qué tanto conocen, valoran y utilizan el arte los profesores como medio para promover el aprendizaje a través de la experiencia estética (el descubrimiento de verdades a través de la belleza)? ¿Qué presencia tiene el arte en los espacios físicos escolares o universitarios y en la vida cotidiana de las instituciones educativas?
Esta es una de las tareas reflexivas que tenemos que hacer si queremos realmente aproximarnos a una reforma educativa que sea una verdadera “reforma del espíritu” como señala Edgar Morin y que promueva, más allá de slogans, una auténtica formación integral.

jueves, agosto 23, 2007

¿Hay relación entre las sanciones por disciplina en la escuela y la violencia?

Autora: Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicación: Síntesis, 23 de agosto 2007

La violencia en las escuelas es un tema que preocupa a la sociedad ya que pone de manifiesto la vulnerabilidad en la que se encuentran nuestros niños y jóvenes en cuanto a su seguridad tanto a nivel de subsistencia como a nivel de los antivalores que se promueven en el ejercicio de la misma.
Investigaciones realizadas en México durante el año pasado y reportadas recientemente por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa muestran datos muy interesantes que nos invitan a aportar sugerencias pedagógicas para incidir en la solución de tan grave problema.
Uno de los hallazgos se refiere a que los grupos de alumnos que reciben más sanciones por faltar el respeto a los profesores son aquellos que presentan mayor índice de participación en actos de violencia tanto en secundarias como en primarias. Se presentan índices más altos en secundarias privadas que en públicas y es más alto en los varones que en las mujeres. Los índices de violencia sufrida y ejercida son más altos cuando los estudiantes señalan haber sido sancionados. También se encontró que los alumnos perciben que hay menos violencia cuando la disciplina es estricta, sin embargo cuando ésta es demasiado estricta, se ve que la violencia aumenta.
Esto nos remite a la necesidad que tienen los propios niños y adolescentes de tener reglas claras sobre las cuales centrar su conducta. Sin embargo, cuando la disciplina se vuelve irracional genera respuestas no deseadas y muchas de las veces totalmente opuestas a lo esperado.
La conclusión a la que llegamos con esto es que el abordaje de la disciplina en la escuela desde una perspectiva rígida basada en la desconfianza en los alumnos parece generar los efectos contrarios. El reto ahora es buscar formas distintas pues nuestro entorno y nuestros estudiantes son también distintos. La escuela tendrá que tomar un giro distinto en estos tratamientos. Uno de los puntos de partida es revisar nuestro concepto de disciplina que no es igual a sanciones y castigos como generalmente se le considera. La disciplina va ligada a la forma de trabajar los conflictos tanto en la escuela en general como en el aula en lo particular. Es necesario promover la oportunidad de trabajar las situaciones conflictivas tanto a nivel individual como con el grupo.
¿Cómo abordar los conflictos de tal manera que nos ayuden a crecer a todos los implicados? ¿Qué aspectos del desarrollo de los estudiantes se trabajan si atendemos el conflicto antes de aplicar sanciones sin la participación de quienes lo protagonizan?
Esta sería una buena oportunidad para trabajar valores en lugar de tratar de enseñarlos a través de contenidos curriculares que poco les significan a los niños y adolescentes.
Dejar expresarse a los protagonistas para conocer las distintas perspectivas, cuidando que se remitan a hechos y que no traten de juzgar, permite desarrollar la capacidad de escuchar al otro, de respetar las diferencias además de aportar una visión más amplia del problema. Así mismo promueve el conocimiento personal al identificar los propios sentimientos y distinguirlos de los de los demás y de los propios pensamientos. Identificar que los sentimientos son distintos que las acciones y ubicar cómo nuestros sentimientos pueden llevarnos a determinadas acciones.
En un segundo momento se puede pedir que “se pongan en los zapatos del otro” y que visualicen lo que el otro siente o sintió. Esto favorece el desarrollo moral proporcionando la capacidad de comprender al otro en cuanto a sentimientos y pensamientos.
En un tercer momento se les puede pedir que propongan soluciones en donde se responsabilice cada parte de sus propuestas y que vean el impacto de las mismas no solamente en su propia persona sino también en el otro. En este punto se desarrolla la participación responsable.
Esta forma de trabajo implica más cuidado, una relación mucho más cercana con los alumnos, implica mayor sensibilidad y compromiso que la simple aplicación de sanciones.
Estos tres pasos aparentemente sencillos pueden ser el germen de un desarrollo mucho más profundo que el cumplimiento externo de un castigo o una sanción. A los profesores nos corresponde la pregunta de qué tipo de ciudadanos estamos formando.

Para la Libertad, para la Paz

Autora: Celine Armenta
Publicación: La jornada de oriente, 23 de Agosto 2007
Para la libertad, dice el poeta, sangro, lucho, pervivo; para la libertad, para la democracia, para la convivencia. Para la paz, dijo Don Benito, hay que respetar el derecho ajeno. Y hoy hay que sangrar y luchar porque está bajo ataque el cimiento mismo del respeto ajeno: el laicismo educativo.
El problema es que no es una lucha entre buenos y malos. Algunos opositores al laicismo son perversos y malignos, pero la mayoría lo hace con una voluntad tan buena como miope; quieren emular a los misioneros que con celo apostólico recorrieron los cinco continentes bautizando a diestra y siniestra, y a la vez aniquilando culturas. Actúan con el mismo proselitismo heroico y fanático que llevó a tantos a abrazar el martirio propio y a martirizar a quienes se resistían a ser convertidos; o a quienes ya convertidos osaban desviarse de la ortodoxia.
No los mueve maldad ni egoísmo; sino un genuino deseo de beneficiar a todos con su fe. Sería más simple si todos los enemigos del laicismo fueran furibundos intolerantes que odian a los diferentes o buscan manipular autoridades. Pero no es así; la mayoría son seres bondadosos que genuinamente creen que quienes no compartimos su fe estamos en el error; y que todos los niños serían más felices y plenos, en esta vida o después de muertos, si se violenta su voluntad y se les adoctrina en la fe de las mayorías.
¿Cómo convencerlos de que, simple y sencillamente, el proselitismo a ultranza es violatorio de los derechos humanos? Que su ventaja es puramente numérica; objetivamente ilusoria, fruto de hechos históricos de ética dudosa. Que mañana podrían ser ellos minoría y necesitar del laicismo para sobrevivir; que ser muchos no significa ser mejores, ni más verdaderos. Que mi verdad tiene derecho a un espacio y mi estilo de vida merece un reconocimiento. Que la humanidad es plural y diversa; y que las creencias de un solo mexicano merecen idéntico respeto que las de millones.
Hasta antes de las reformas de 1993 al Artículo 3º, con Salinas, todos los niños mexicanos, pobres y ricos, de escuelas públicas o privadas, tenían el derecho inalienable de ser educados laicamente, de prepararse para el pluralismo, para la tolerancia y para decidir al interior de sus conciencias en qué creer. Las escuelas confesionales infringieron esta ley durante casi 80años; pero cabía la esperanza de corregir la realidad al amparo de la Constitución. Hoy ni siquiera es así; los niños ya no tienen asegurado ese derecho. Con muy buena voluntad, sus papás pueden indoctrinarlos para la intolerancia desde edades tiernas. Y si las recientes campañas triunfan, el Estado claudicará de velar por la educación laica y científica; líderes y feligreses, intolerantes todos, algunos sedientos de poder y otros con buena voluntad, llevarán la educación católica a las escuelas públicas. Y la estrategia más eficiente para construir la convivencia, la democracia y la paz se habrá desvanecido.
¿Alguien sugiere cómo sangrar y luchar contra tan miope y fanática buena voluntad?

martes, agosto 21, 2007

Nuevo ciclo escolar: ¿nueva perspectiva educativa?

Autora: Ma. Alejandra Díaz Rosales
Publicación: E-consulta, pendiente.

El lunes pasado comenzó otro ciclo escolar para más de 20 millones de estudiantes de educación básica en nuestro país. Con este inicio de clases se recuperan también antiguas o perennes interrogantes sobre los resultados o efectos que el sistema educativo tendrá en profesores y alumnos, así como las preocupaciones insoslayables respecto a la deserción, reprobación o repetición.

Con seguridad muchos niños han inaugurado el curso con una amplia expectativa por la novedad de un aula, un profesor(a), los compañeros, los útiles y el uniforme, y otros quizás han conservado la expresión apática o temerosa en el rostro por la vuelta a ese sitio de su vida cotidiana que lo hizo detestable el exceso de tareas, las sanciones, la acidez del maestro, la perorata de la directora, o la falta de incentivos para que el aprendizaje resulte importante y funcional.

La escuela, sus fines y protagonistas, son tema anual de la agenda educativa, pues lo que puede parecer una aspecto nimio es en realidad una alerta en el proceso de formación de cada educando, como la disposición de los profesores para acompañar a sus alumnos en la odisea de aprender, la propuesta de programas adaptados a las necesidades de los grupos, la dinámica de interrelaciones entre compañeros, el uso de materiales educativos diversos o la posibilidad de contar con experiencias pedagógicas más creativas.

Cada que se apertura un ciclo escolar, se da una nueva bienvenida a la reflexión sobre cómo resolver las recurrentes problemáticas que aquejan a un veterano sistema educativo nacional: ausentismo e incapacidad docente, rezago, deficiencia en la lectura, bajo promedio en matemáticas, desmotivación, etc., los asuntos consabidos e infaltables en las discusiones, pero también los vicios urgidos de erradicación. Desesperanza que al unísono de los recomienzos de clases aún sean invisibles las soluciones para problemáticas tan endogámicas, que por ser tales, trascienden en las condiciones de aprendizaje de los alumnos. Parece increíble que la estructura de este aparato social (el sistema educativo) continúe insana, frente a la masiva demanda de educar con calidad a la población en edad escolar.

Para no atorarnos en el agobio, como ocurre cada que pintamos el panorama del sistema educativo nacional, conviene depositar la mirada en la micro-realidad de la escuela y el aula; ahí donde todavía pueden moldearse las condiciones y circunstancias de intercambio humano que logren experiencias optimistas de desarrollo educativo, ahí donde todavía es plausible que un grupo de 30 o 50 personas por mutuo acuerdo decidan formarse y disfrutar de este privilegio.

Todos los responsables de la organización escolar deben estar conscientes de que no basta con haberla remozado para recibir a los niños -entusiasmados o apáticos- a pisar una vez más el aula que habitarán durante doscientos días del año escolar. ¿Recordarán los directivos y profesores que los estudiantes del nivel básico están más ávidos de aprender con libertad y alegría, que de estudiar mecánica y rígidamente?; ¿estarán conscientes de que aprender es un camino que se acompaña con el juego, con la palabra alentadora, con la creación, con el respeto y desde el trabajo comunitario?; ¿sentirán, además de pensarlo, que cada niño es una oportunidad insustituible de crecimiento y desarrollo para su familia y su país, y que merece una educación de calidad?.

Que esta bienvenida al ciclo 2007-2008 sea anuncio de progreso, aunque pausado y lento, pero de avance en las urgentes demandas de la educación básica de nuestra nación. Confiemos en que el día a día de las aulas vaya configurando una educación altamente confiable, sólida y significativa para todos aquellos que sean afortunados de ocupar un sitio en ese espacio escolar.

jueves, agosto 16, 2007

La ética que me tocó vivir

Autor: Dr. Frank Loveland
Publicación: Síntesis, 16 de Agosto de 2007

Se ha vuelto lugar común, no por ello menos inquietante, el “argumento” que va más o menos así: qué bien que nuestro gobernador Mario Marín ha tenido que gobernar bajo la sombra del Lydiagate, porque así se ha visto forzado a gobernar bien.

Pues caray, con tan buenas noticias habría que ver si no podemos arreglarle residencia en Puebla a don Ulises Ruiz para que se candidatee las próximas elecciones. Imagínense, con todas las organizaciones internacionales de derechos humanos presionando investigaciones sobre el señor, la obra pública en Puebla alcanzaría niveles inéditos. El cinismo de Ulises es tan valiente, que igual y hasta encarcela por ahí a algún empresario pederasta, panista de preferencia.

No sé si el “argumento” esconde una resignación impotente disfrazada de alegre cinismo, o una alegre complicidad en busca de un argumento cualquiera. Pero vivir en una sociedad que así razona da mucho qué pensar.

Para empezar, tendríamos que admitir que la “pérdida de valores” que tanto lamentan algunos sectores paternalistas de esta sociedad no fue tal. Se trataba más bien de una depuración de valores, un destilamiento hacia el valor fundamental que daba origen a los demás, valor que nunca se perdió, el valor hacia el que apuntaban todos los otros que dicen se “perdieron”: el poder es el poder.

¿No era esa la razón de ser de nuestros valores tradicionales? El padre como autoridad incontestable –“Es así porque yo lo digo”-, los hijos obedientes siempre: los hombrecitos para entrar en complicidad con el padre –“Vámonos de putas, m’hijo”- y las mujercitas para estar debidamente domesticadas –“Atiende a los señores, m’hija”-. La madre en un altar, siempre y cuando no se lo quisiera brincar, practicando la resignación profesional ante la ingratitud de hijos, hijas, marido, mundo etc. Las sirvientas –porque los valores tradicionales de nuestra sociedad poblana se aplican sólo a familias con servidumbre- humildes y conscientes de la obediencia como su único derecho, dispuestas, cual debe, a olvidar a sus hijos para atender a los señores.

Un orden espléndido, de autoridad autónoma y sumisos astutos o ingenuos. Es cierto que ya no le hablamos de usted a quien debiéramos, pero mientras sigamos tratándolos como vuesa merced merece, qué más da. Y si se ha limitado la capacidad de los padres para golpear a sus hijos –se ve mal, dicen los educadores-, el gobierno está en pleno derecho de darles su merecido –nunca es tarde- en cuanto osen dudar de su magnaminidad, aunque ya estén grandecitos. Total, mejor un gran Padre desenfundando el tanque antimotines que miles de papacitos quitándose el cinturón.

Y pensábamos que esa sociedad ya iba de salida. Que perdíamos nuestros valores. Y hasta parecía que se perdía el respeto a la autoridad. Pero ese respeto no se pierde, se impone. Tras el “efecto Tlaltelolco” hubo que hacer como que nos democratizábamos despacito, despacito. La “mano dura” había adquirido mala fama. Y eso que las Olimpiadas del 68 estuvieron re bonitas. Pero ya pasó.

Y para una sociedad así, los embates de la supuesta modernidad con sus corrosivos valores inmundos -que si autonomía del individuo, que yo decido sobre mi cuerpo, que elecciones democráticas, que los ricos también paguen impuestos, y otras barbaridades- habrán sido suplantados por nuestra inmejorable tradición de “hacer como que”. ¿No nuestro gobernador hasta abrió una fiscalía que hace como que persigue a los pederastas? ¿Y no el mismo presidente de la república hace como que le importan los pobres, y lo demuestra invirtiendo fuertes sumas de dinero, que no sobra, para que puedan trabajar de soldados y pefepés? ¿No podemos nosotros hacer lo mismo?

Y ahora su servidor tiene que dar un curso de ética, hágame el favor. Igual hago como que lo doy, y pongo a mis jóvenes universitarios a leerse a Aristóteles, para que se aburran, y luego a Nietzche, para que se hagan bolas y puedan interpretar como les plazca. Y mientras les digo, en lenguaje clarísimo, que hay que ser buenos (obedientes), preocuparse por su futuro y no el de los demás (no puedes cambiar el mundo), y nunca cuestionar a sus autoridades (los caminos del Señor... etc.): “Fíjense nada más cómo los escándalos alrededor de nuestro gobernador lo ayudaron a ser el mejor que hemos tenido...”

Integrarlos a su sociedad, pues. Que no les dé asco.

miércoles, agosto 15, 2007

LA GRATUIDAD PARA SER, ESTAR Y EXISTIR

Autora: María Isabel Royo Sorrosal
Publicación: E-Consulta, 15/08/2007

En la Era del conocimiento, del acceso, del consumo, de la biotecnología… cuando más alejados nos encontramos de la inmediatez de la naturaleza, de nuestros círculos familiares y de nosotros mismos, en estos tiempos de complejidad desbordante, es cuando se acrecienta la necesidad de tomar conciencia y posesión de lo más nuestro, de lo más propio de nuestro ser, estar y existir humanos, como diría el filósofo y poeta Fernando Rielo.

No vamos a realizar aquí la propuesta, reflexión y argumentación de esa especificidad. Nuestra tarea será más sencilla: observar una de las características humanas que se nos presentan desde nuestra aparición en el mundo, la necesidad de la gratuidad.

Los seres humanos somos sujetos que recibimos la vida, lo más valioso, gratuitamente, como don, se nos es dado. Nuestros padres y la historia colaboraron en nuestro regalo; el que alguien nos ame de verdad decimos que no tiene precio; cuando hacemos algo de corazón, no esperamos una gratificación del otro aunque nos sentimos bien en nuestro fuero interno… La gratuidad, lo regalado está vinculado con ese ámbito de lo más humano que nos va haciendo más sensibles a nuestra realización interior, y a la realización del otro.

La gratuidad es una capacidad que todos poseemos pero que nos cuesta poner en acto porque es un desprendimiento, una donación de algo valioso y personal. La gratuidad requiere disposiciones activas para que se muestre con toda su fuerza creadora y reconstructiva de lo humano: es agente quien da y ha de ser agente quien recibe.

Adela Cortina, filósofa que ha reflexionado sobre la ineludible eticidad de los actos humanos y actividades de las instituciones, en una conferencia que impartió en nuestra universidad, proponía como responsabilidad universitaria, compartir graciosamente el sentido, la ilusión , la esperanza para hacer el mundo a la altura de los seres humanos. En esta trayectoria del paso de lo individual a lo social encontramos la necesidad de la articulación e implicación de los sectores político, económico y social en la responsabilidad de construir y desarrollar éticamente nuestro mundo.
El sector político que ha de hacer justicia y proteger los Derechos Humanos; el sector económico que asuma la responsabilidad y la complicidad de la tarea moral del mundo; y el sector social con tareas de ejercer la solidaridad y la denuncia de injusticias. La gratuidad ejercida desde las instituciones y los sectores nombrados humanizará el mundo donde poder ser, estar y existir mejor

jueves, agosto 09, 2007

QUÉ SIGUE

Autor: F.H. Eduardo Almeida Sánchez
Publicación: La jornada de oriente, 9 de Agosto 2007

Estamos a un año después de la post-elección de 2006. Y mucho se ha escrito acerca de lo que sucedió antes, durante, y después del 2 de julio de 2006. Que si AMLO puso fango sobre la democracia al rechazar las reglas bajo las que compitió, según Roger Bartra. Que si Elenita Poniatowska ha rondado en torno a un príncipe por ingenuidad, contradiciendo sus principios. Que si Calderón ganó, siendo un mal menor, por su sentido de responsabilidad y por el escuadrón de jóvenes talentosos de los que se rodeó. Que si AMLO perdió por su soberbia y porque se rodeó de cartuchos quemados del salinismo. Que si hubo fraude electoral como secuencia del desafuero frustrado. Que si AMLO perdió la amplia ventaja que tenía al inicio de 2006 por su terquedad en no modificar su estrategia y no asistir al primer debate. Que si Calderón lo aventajó por haber aceptado dar un golpe de timón a su campaña entre marzo y abril de 2006. Que si el libro de López Obrador es una pueril lectura de la realidad mexicana escrito en la prosa de una monografía de primaria. Que si Fernando Pliego Carrasco es un sociólogo desconocido cuyo libro “El mito del fraude electoral” es un medio extraordinario para luchar contra la demagogia y el cinismo. Que si no es bueno apoyarse en Elba Esther Gordillo es peor no apoyarse en ella como ha quedado demostrado por Madrazo, AMLO y Hank Rhon. Que si el IFE ha sido parcial. Que si el tribunal electoral ha sido incongruente. Que si es mejor la propuesta de Sabina Berman de una resistencia cultural activa que una resistencia civil pacífica como la que han venido implementando las redes que apoyan al presidente legítimo. Que si solo vale lo que venga de abajo y a la izquierda. ¿Que si…

Lo que sigue siendo cierto es que “nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Lo cierto es que los problemas nacionales no sólo siguen sin resolverse, sino agravándose: La violencia, la deficiente educación, la corrupción, la impunidad, la miseria, el narcotráfico, el tráfico de influencias, el sindicalismo magisterial; el desinterés de los gobernantes por las necesidades reales de los mexicanos en salud, educación, trabajo, vivienda, seguridad, autoestima; la deficiente cultura cívica y política, las arbitrariedades, la criminalización de la protesta.

¿Qué sigue? Es una pregunta difícil de responder aún para los prospectivistas, los proyectistas, los mediáticos, los estrategas, los sistemáticos, los analistas. A riesgo de hacer una propuesta simple y simplista, y reconociendo que la mía es parcial, prejuiciada y procesual me limito a sugerir que en estos tiempos veloces y voraces se requiere un poco de serenidad y paciencia, lo que no quiere decir ni pasividad, ni apatía, ni desgano, y menos desesperanza. Porque como decía Galeano al fin del milenio pasado, y como sigue siendo al principio de éste: “el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo a la espalda y la cabeza en los pies”. Serenidad y paciencia para preguntarnos, ojalá todos y cada uno: ¿on’ tamos? ¿a qué le tiramos?

HACIA UNA ETICA DE TERCERA GENERACION

Autora: Laura Rodríguez Matamoros
Publicación: Síntesis, 9 de Agosto 2007.

Ante la inminente crisis civilizatoria, de la que ya no podemos escapar porque a pesar de que queramos cerrar los ojos, negando o ignorando los graves problemas ecológicos, el irrefrenable incremento de la pobreza, la corrupción que hace más hondo y desgarrador el abismo que separa a los pobres de los ricos; la constatación cotidiana de nuestra propia vulnerabilidad o de las personas que nos rodean nos quita la venda y nos obliga a ver esta desalentadora realidad. Ante tal crisis de enormes proporciones no nos queda más que volver nuestros ojos a la ética.

Pero, ¿cuál ética puede brindarnos las bases suficientemente sólidas para enfrentar tal crisis, que de no ser superada nos llevará al exterminio? Al parecer, las formulaciones éticas hasta hoy vigentes no son suficientes para revertir o al menos detener la irrefrenable carrera hacia la catástrofe humana, por lo que se hace necesario formular una nueva ética, una ética de tercera generación que brinde las bases para asumir nuestra responsabilidad con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con el entorno.

La ética de primera generación, llamada también ética personal, se fundamenta en los conceptos de Bien y de Mal. En esta visión, el ser humano se preocupa por su propio bien y el de su prójimo, es decir, el de las personas más cercanas a él; se ubica en el presente, sin una clara visión de futuro. Desde esta propuesta ética, evita hacer o hacerse el mal por las implicaciones o consecuencias que las acciones malas puedan tener para sí mismo.

La ética de segunda generación o ética social se basa en los conceptos de Justicia e Injusticia. En ella se toman en cuenta las estructuras sociales y los derechos universales de las personas. Desde la perspectiva de la ética social, la persona asume el deber de respetar los derechos universales de sus semejantes, con la intención de construir una sociedad justa. En este marco es imprescindible la generación y consolidación de estructuras y marcos jurídicos que regulen el comportamiento de los ciudadanos de modo que se evite y corrija la injusticia y se salvaguarden los derechos de las personas.

Aunque ambas éticas favorecen el bienestar y el desarrollo individual y social de las personas, tienen la debilidad de excluir o ignorar nuestra responsabilidad con lo “no humano”, pues nos conciben como seres aislados del contexto, separados de él, autónomos, independientes e incluso autosuficientes. De ahí que, desde estas éticas, no es posible ocuparse adecuadamente de problemas como el potencial holocausto nuclear, los desequilibrios ecológicos globales, el manejo del ciberespacio, las manipulaciones genéticas, etc.

Para que el ser humano responda a los desafíos que le plantea la situación planetaria actual es necesario que formule una ética que: facilite que las personas sean buenas y consideradas con sus semejantes; justas y equitativas en sus relaciones sociales, y cuidadosas y prudentes para contrarrestar los efectos colaterales de su presencia en la tierra.

La ética de tercera generación o ética global pretende responder a los problemas globales y locales abarcando a todos los integrantes del planeta tierra, humanos y no humanos. Esta ética se basa en los conceptos de Sostenibilidad e Insostenibilidad.

La ética global se apropia de los aportes de las éticas personal y social, el bien y la justicia, y los asume dentro de condiciones de residencia mundanal más complejas, responsables y armoniosas, desde una perspectiva de sostenibilidad.

El ser humano de la ética de tercera generación, además de tener “buena voluntad” y asumirse como “sujeto jurídico” es un ser en conexión íntima con el todo planetario que asume su responsabilidad con lo existente, humano y no humano.

La meta de la ética global es hacer sostenible, y por tanto justa y buena, la residencia de los seres humanos en el planeta, promoviendo el respeto por las condiciones de habitabilidad del mismo y el establecimiento de un vínculo emocional con el mundo.

El reto es desarrollar en las personas la conciencia y el cuidado de los impactos colaterales que tienen sus acciones, asumir el deber moral de respetar y cuidar la vida, no solo la humana sino la de las demás especies vivas. Es constituirnos en sujetos amorosos que asumen sus responsabilidades frente a todo y a todos, con pasado, en el presente y de cara al futuro, dispuestos a comprometerse con lo existente para construir un mundo mejor.

La nueva educación universitaria

Autor: Guillermo Hinojosa Rivero.
Publicación: E- consulta. 9 de Agosto 2007.

Es ya un lugar común que las nuevas tecnologías de comunicación, con internet como emblema, están revolucionando la educación. Lo que no queda tan claro es cómo está ocurriendo esa revolución más allá de los meros cambios superficiales que cualquiera puede ver. No está claro tampoco cómo los educadores podemos sobrevivir la revolución ni qué podemos hacer, no para resistirla, sino para aprovecharla y para adoptar un papel activo en medio del torbellino tecnológico.

En el primer momento las novedades son vistas como problema porque ya las cosas no se pueden hacer como antes. Así, los maestros se quejan de que los alumnos bajan las tareas de internet o hacen 'corta y pega' en los ensayos que se les piden. O se quejan de que los teléfonos portatiles son usados de super acordeones en los exámenes. No les parece bien que los alumnos se conecten a internet durante la clase porque se distraen, chatean o se pasan las respuestas. 'Ya no piensan -dicen- porque todo lo encuentran en internet'. Pero todos esos problemas suceden porque los maestros se empeñan en seguir pidiendo el mismo tipo tareas que siempre, el mismo tipo de ensayos, y el mismo tipo de exámenes en las mismas clases.

Hay excepciones, claro, pero los maestros actuamos como si no pasara nada; como si ya supieramos cuál es la manera correcta de llevar un clase y de hacer que los alumnos aprendan. Lo primero que se nos ocurre es prohibir el uso de las nuevas tecnologías para poder dar nuestra clase del mismo modo que la hemos dado por muchos años con más o menos buenos resultados. O bien les pedimos a los estudiantes que no hagan 'corta y pega' para que sigan haciendo sus ensayos como en los viejos tiempos. Les tiramos rollos sobre la probidad académica con la esperanza de que no copien, o de plano los amenazamos con la muerte fulminante si descubrimos segmentos fusilados en sus tareas.

¿Porqué no queremos que nuestros estudiantes aprovechen toda la información disponible y todos los recursos tecnológicos a su alcance para ponerlos al servicio de su propia educación? Me parece que la respuesta es sencilla: porque no sabemos qué hacer; no sabemos cómo educar en un mundo en el que existen tantas tecnologías de información y comunicación. Sabemos pararnos frente al grupo, explicar los temas, dejar tareas, poner exámenes y asignar calificaciones. Queremos que los estudiantes, y el mundo, se adapten a nuestra forma de enseñar. Pero somos nosotros, los educadores, quienes debemos adaptarnos a las nuevas circunstancias; o pereceremos dejando nuestros lugares a una nueva especie de educadores.

En los tiempos pre internéticos, cuando la información estaba poco disponible, el trabajo primordial del maestro universitario consistía en conocer y transmitir la información a sus estudiantes y en asegurarse que más o menos la habían memorizado y entendido. Pero ¿qué puede hacer ahora un maestro si toda la información sobre cualquier tema es fácilmente accesible con los buscadores de internet? ¿qué puede hacer si en lugar de conocer la información, lo estudiantes la encuentran mediante un clic?

Responder las preguntas anteriores no es lo más importante por el momento. Lo importante es darnos cuenta precisamente de que toda la información está ahí y se le encuentra fácilmente. Darnos cuenta de que tenemos que cambiar nuestras formas de ser docentes porque los viejos modos ya no sirven y nadie sabe bien cómo serán los nuevos. Este es un momento en el que tenemos frente a nosotros un filón de posibilidades. Cada docente tiene que buscar, inventar y probar nuevas formas de educar aprovechando, no rechazando, la tecnología informática. Muchos, sin duda, darán respuesta a las preguntas y abrirán el camino hacia la nueva educación universitaria.

miércoles, agosto 01, 2007

Prejuicios en Gestación

Autora: Celine Armenta
Publicación: e-consulta, 1 de agosto 2007
Empezaré por reconocer que soy intolerante hacia la intolerancia y los prejuicios, aunque no me enorgullezco especialmente de ello. Confieso también que mi intolerancia raya en fobia; temo a los prejuicios aunque sean diminutos o se presenten en formas enquistadas y larvarias. Por otra parte, sé que muchas veces no somos conscientes de los prejuicios que se gestan en nuestras palabras y acciones, y que basta que nos demos cuenta para que abortemos tal engendro.
Por eso hoy quiero denunciar una forma larvaria de prejuicio que se llama estereotipar, y que puede derivar en la discriminación que según CONAPRED practicamos los mexicanos con más frecuencia e intensidad: la xenofobia, o sea el rechazo e intolerancia hacia los extranjeros, o los étnicamente diferentes, o lo que tienen apellidos poco comunes, o rasgos faciales diferentes al tipo mestizo que abunda en nuestro país.
Me refiero a la reiteradísima descripción del famoso traficante de precursores de drogas Zhenli Ye Gon, como “el chino”, o “el empresario chino nacionalizado mexicano”, o el “empresario mexicano de origen chino”. Tal tratamiento recuerda mucho el del “empresario libanés”, también descrito como “el textilero mexicano de origen libanés”, que hace más de un año se reveló como consumado misógino, encubridor de un pederasta y manipulador de políticos.
Ambos ciudadanos son una vergüenza para nosotros sus paisanos. Pero sus negras conductas no autorizan a los comunicadores, periodistas y redactores de noticias a machacar una y otra vez que ellos son diferentes; que “apenitas” son mexicanos; que no son como usted ni como yo.
No se vale. Ese énfasis llevado al hartazgo contribuye a la formación de estereotipos y prejuicios, al levantamiento de barreras que impiden entender que todos somos mucho más parecidos que diferentes; que lo delictivo de sus conductas nada tiene que ver con que uno de ellos se haya nacionalizado mexicano hace poco; y que los papás del otro hayan nacido en otro país, aunque él mismo sea defeño por nacimiento, y poblanísimo por adopción.
Nada autoriza a nadie a crear y alimentar las distancias entre iguales; a destacar las particularidades de los delincuentes cada vez que se mencionan los delitos. Eso es irresponsabilidad, cuando menos; y quizás algo más grave.
La discriminación consiste precisamente en tratar de manera diferente, o manifestar menosprecio u hostilidad hacia alguien, por pertenecer a “los otros”. Discriminación y prejuicio se engarzan en un círculo vicioso que empieza claramente por poner distancia entre “nosotros” y “los otros”. En este caso, entre nosotros los mexicanos del montón, y ellos, los de origen exótico, a quienes no consideramos simplemente mexicanos. De la distancia, según Gordon Allport, se pasa a hablar mal, luego a evitar el contacto; de ahí, se discrimina; luego se desea y realizan ataques físicos; y finalmente se planea y ejecuta la exterminación. La historia dice que así ha sido en demasiadas ocasiones.
En principio, si no cuidamos lo que decimos por convicción, debiéramos hacerlo para evitar delinquir. Pero lamentablemente, la Ley Federal para Prevenir Todo Tipo de Discriminación duerme inoperante en el papel desde su promulgación en 2003. No podemos esgrimirla aún para detener el tratamiento que se da a ciertos personajes, porque como señalan los considerandos de la propuesta para una ley poblana contra la discriminación: “los particulares no se encuentran comprendidos como sujetos de la ley, así como tampoco lo están las autoridades estatales y municipales”.
Urge que las entidades federativas homologuen sus legislaciones y que se reglamente en la materia, pero al menos en Puebla, según nos hizo saber hace unos días Claudia Lemuz en un diario local, la ley estatal está en la congeladora desde hace ya un año, cuando la diputada panista María de los Ángeles Gómez Cortés, la presentó al Congreso.
Hay esperanza, sin embargo, de que Puebla no se rezague en esta materia. Se están realizando cuatro foros de consulta para enriquecer la propuesta de Ley Estatal. Con participación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (COANPRED), el primer foro se realizó la semana pasada en Zacatlán; en agosto habrá uno en Teziutlán; en septiembre será en Tehuacán, y en octubre en Puebla capital
Se espera que los foros impulsen la aprobación de la Ley Estatal, que protegerá a todos contra todo tipo de discriminación, venga ésta de quien venga. Pero no veo porqué esperar a que la ley nos obligue a estar atentos a la intolerancia larvada. Hoy es buen momento para reflexionar, denunciar y detener los estereotipos, los prejuicios y la discriminación que sólo suele importarnos y dolernos cuando se comete contra nosotros mismos; y que en cambio, no nos molesta hacerlo contra los otros; lo cual es, ni más ni menos, la esencia de la discriminación y la intolerancia.