lunes, septiembre 29, 2008

El Enojo: ¿Quiénes necesitan tratamiento?

Autor: Raúl José Alcázar Olán
Publicación: E-Consulta, 29 de septiembre, 2008

Las reacciones emocionales están presentes en los seres humanos a lo largo de toda la vida. Por lo regular el enojo nos ayuda (o debería ayudar) a identificar injusticias o percibir que nos quieren hacer daño. Sin embargo, existen ocasiones en que el enojo, en lugar de ayudarnos a adaptarnos a nuestro ambiente, nos causa más problemas, por ej. aumentan las discusiones con seres queridos u otras personas importantes en nuestra vida (compañeros de trabajo o amistades). En estos casos cabe preguntarse cuál es el límite entre los enojos adecuados e inadecuados. Es difícil responder con certeza absoluta. Sin embargo, podrían proponerse los siguientes criterios para recomendar el tratamiento del enojo: 1) El enojo es la causa principal de los problemas, 2) El enojo causa malestar o fuerte deterioro en las relaciones laborales, familiares y sociales, 3) Las reacciones de enojo son más fuertes que lo esperado (por ej. exagerar o reaccionar con furia extrema ante sucesos a los que la mayoría respondería con mayor tranquilidad), 4) perder el control fácilmente y 5) Exigir a uno mismo o a los demás que las cosas siempre tienen que ser a fuerza como uno quiere, es decir, nunca se da la oportunidad para ser flexible o negociar. La presencia constante de los puntos anteriores por al menos seis meses en distintas áreas de la vida pueden ser suficientes para recomendar el tratamiento el enojo. Es posible que cuando hay problemas de enojo, también se presenten otras dificultades como expresión de gritos, insultos, sarcasmos así como complicar enfermedades como colitis e hipertensión. Por el contrario, debemos distinguir los casos en que el tratamiento del enojo no es lo más adecuado en primera instancia. Estos casos son: 1) El enojo es parte de otro problema más grande, por ej. el conflicto de pareja. Aquí, dado que el problema involucra directamente a ambos miembros de la pareja, debería de darse tratamiento primero a dicho conflicto, 2) El enojo es la reacción normal a un ambiente negativo o demasiado hostil. En este caso deben hacerse cambios en el ambiente (por ej. abandonar el lugar) o bien establecer límites y mejorar la asertividad, 3) El enojo se presenta al mismo tiempo que la violencia o conductas destructivas (por ej. abusar de la pareja o de los niños). En este caso la intervención se debería dirigir primero a eliminar la violencia o bien proteger a la persona violenta o a quienes tengan relación con ésta. Una vez que se ha detectado que el enojo es un problema el paso siguiente es su tratamiento. Existe una opción denominada “terapia cognitivo conductual” que ha demostrado con varias investigaciones su efectividad para ayudar a personas con problemas de enojo. Las intervenciones consisten básicamente en la enseñanza de tres habilidades a los pacientes: 1) Rejalarse por medio de ejercicios de respiración profunda lo cual es importante para disminuir la activación fisiológica que ocurre cuando hay enojo, 2) Identificar y modificar los pensamientos o ideas que se presentan cuando uno se enoja. Esta es una de las intervenciones más importantes que produce cambios duraderos (por meses o años). La técnica consiste en conocer primero cómo influyen nuestros pensamientos en lo que sentimos. Es un hecho que la forma en que interpretamos los sucesos marca una gran diferencia entre las personas a la hora de reaccionar. Un ejemplo. Tenemos a dos personas que acaban de recibir la noticia de que fueron despedidas de su trabajo. La primera reacciona con felicidad y la segunda reacciona con enojo. ¿A qué se debe la diferencia entre que uno se alegre y el otro no? La respuesta se basa en la forma en que uno interpreta con pensamientos, ideas o imágenes a los sucesos. Es probable que el primer desempleado haya tenidos pensamientos como estos: “por fin me libré de este trabajo”, “es una buena noticia porque ya no quería tratar con la gente de esta empresa”, “afortunadamente cuento con mis amistades que siempre me han ofrecido trabajo en otros lugares”, “hasta que voy a poder descansar”. Por el contrario, las ideas asociadas con el enojo incluyen a la percepción de injusticia, daño intencionado y se toman a las cosas como “algo personal”. Es posible que el segundo desempleado tuvo ideas como estas: “No es justo”, “Yo estaba cumpliendo bien con mi trabajo, ¿por qué me despiden?”, “Seguramente el jefe tiene algo en mi contra”, “¿Por qué a mí?”, “¿Así es como agradecen mi esfuerzo?”, “No deberían de despedirme”, etc. Después de detectar estas ideas se analiza si son ciertas o no y posteriormente se proponen pensamientos más adaptativos, por ejemplo, “las cosas no siempre serán como yo quiera”, “Si no tienes las suficientes pruebas no concluyas que esto es algo personal”, “No dejes que esto interfiera con lo que debes hacer”, “respira profundo”, “fíjate en lo que está pasando y no adelantes conclusiones”, etc. 3) La última parte del tratamiento consiste en enseñar a expresar el enojo o bien a comunicar desacuerdos de manera asertiva, es decir, sin agresión. Podemos concluir que es posible identificar cuándo el enojo es un problema. Después de eso, si existe la motivación para recibir tratamiento, la terapia cognitivo conductual puede ser muy útil con estos problemas.

jueves, septiembre 25, 2008

¿Educación y violencia?

Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicación: La Jornada de Oriente, 25 de septiembre, 2008

Quienes habitamos México estamos preocupados: no podemos hacer como que pasara nada cuando una y otra vez nos enteramos de ejecuciones, granadas, secuestros, asaltos, trata de blancas, engaño a los migrantes quienes quedan a su suerte en algún punto del trayecto entre su casa y el lugar en el cual creen que realizarán su sueño americano.

Los medios de comunicación dan cuenta puntualmente de la espiral de violencia a la que asistimos ya no como espectadores, sino como actores en el rol de víctimas. También tratan de acercarnos voces que den su punto de vista la compleja problemática de la inseguridad.

En estos días hemos escuchado y leído de todo: que si la culpa es la incapacidad del gobierno, que si la educación no cumple su papel, que si los ciudadanos debemos convertirnos en vigilantes…

Quiero detenerme en un tema que aparece reiteradamente: la educación tiene culpa en la violencia y también parte en su remedio.

Es socorrido el argumento de que vivimos descomposición social y que en parte la culpable de ello es la educación. Se escucha que las cosas comenzaron a perderse cuando se dejó de “educar en valores”; de otra forma las cosas serían mejores, los habitantes más civilizados y las condiciones de bienestar y progreso incuestionables.

En contra parte, la solución es clara: en las escuelas hay que dar “educación en valores”. Hoy encontramos instituciones cuyo punto de venta -además del inglés y las clases de computación-, es que dan “educación en valores” y que llevan los mejores libros y cuadernos de trabajo del país para ello.

Esta forma de ver, en primera instancia, no parece tan mala… Pero sospecho de ella, no por su formulación lógica sino por las teleologías y axiologías pedagógicas de moda. Me parecen más cortina de humo que solución.

Todavía impera socialmente una visión en la cual educación es sinónimo de transmisión de conocimiento: cuando mucho el docente es visto como provocador para que el alumno maneje información y la convierta en conocimiento. Los directivos continúan tomando decisiones con base en el promedio que obtienen los estudiantes, canonizando las calificaciones como el mejor punto de referencia para saber si hay o no educación.

En esta óptica, la educación en valores equivale a “SABER, DEFINIR, ESTAR INFORMADO” de lo que es un valor. Pero hay un pequeño problema: que yo sepa mucho de solidaridad no me hace solidario. Me hace tal la práctica del valor; no su comprensión.

Por otra parte, la escuela es vista como un ente social aséptico, sin la “contaminación del mundo y su maldad” y se olvida que la educación que se supone que ella oferta y los alumnos que a ella acuden viven en un contexto específico, condicionados fuertemente por una estructura socio-político-económica que llevan a una forma de vida específica.

Hacer cambios en el comportamiento de los individuos supone también y al mismo tiempo cambios en las estructuras en las cuales se desenvuelven. Emmanuel Mounier, pensador que frecuentemente escribía en medios escritos, solía decir: “la revolución o será económica o no será; o será moral o no será”.

Es muy difícil que un niño que durante 12 años ha aprendido sobre valores pueda vivirlos si todo a su alrededor funciona de otra forma.

Creo que sí, que la educación puede ser una buena opción para enfrentar el problema de la violencia que nos azota, pero una educación crítica, vinculada a los esfuerzos de cambio social, económico y político que de múltiples formas realizamos la sociedad civil; con fines claros que vayan más allá del conocimiento hasta la realización integral de la persona y con métodos que permitan que las instituciones educativas mismas sean ya un taller de la vida que se quiere en diálogo con otros actores sociales; que los futuros ciudadanos vivan desde ya de manera responsable, crítica, solidaria y amorosamente porque serán los ciudadanos que generen condiciones de vida en las cuales la violencia no sea el recurso de cada día.

Ato a ¿toda? la impunidad

Autora: Celine Armenta
Publicación: Síntesis, 25 de septiembre, 2008

Habrá quien opine lo contrario, pero la conducta antisocial no se define por la gravedad de sus consecuencias, sino por sus componentes de orden moral y psicológico como el egoísmo, el desdén hacia las reglas de convivencia y hacia los derechos de los demás; la insensibilidad o incluso el disfrute ante el dolor ajeno. Si la conducta antisocial está tipificada, es un delito, y si es grave le decimos crimen.
Pero los enemigos de la sociedad no son sólo los autores de escenas macabras con cadáveres decapitados o arrojados a zanjas; de secuestros viles o explosiones en el zócalo de Morelia. Nos equivocamos al pensar que las mentes criminales pertenecen a seres muy distintos de nosotros. Nos autoengañamos cuando gritamos ¡ya basta! pero no hacemos nada para mejorar nuestras propias conductas antisociales, ni para corregir y denunciar las que están a nuestro alcance.
A estas conclusiones llegué el pasado fin de semana en una sala de espera del aeropuerto de la ciudad de México. No era la sala feíta por donde llegan personas provenientes de centro y Sudamérica, sino la sala principal a la que llegan pasajeros de Norteamérica y Europa. Más de un ciento de personas compartíamos, de pie, el amplio espacio donde sólo hay 20 asientos con un par de clarísimos y enormes signos que los reservan para discapacitados.
Pues bien, en las dos horas que estuve ahí, al menos 50 personas ocuparon las 20 sillas; y sólo dos lo ameritaban. Cuando una mujer anciana y obesa pidió a un niño que le cediera su asiento, la madre ordenó airada a su vástago: no te muevas, tú llegaste primero. Alguien más se levantó para que la anciana se sentara.
¿En qué diferían estos 50 apoltronados de los miles que marcharon contra la impunidad? En nada; eran también mexicanos con más privilegios que desventajas. Y ¿en qué diferían de aquellos a quienes calificaron como criminales merecedores de cadena perpetua o pena de muerte? Sólo en la tipificación y gravedad de las consecuencias de sus conductas. Pero a mí me parecieron igualmente antisociales, y dado que ningún guardia los reprendió, también se parecen a los criminales en que desfrutan de amplia impunidad. ¿O no es así?

jueves, septiembre 18, 2008

Tocaría madera, cruzaría los dedos

Autora: Celine Armenta
Publicación: La Jornada de Oriente, 18 de septiembre, 2008

Si yo tuviera tantita fe en fetiches, conjuros y supersticiones, o en mandas y milagrerías, me pondría ahora mismo a tocar madera, cruzar los dedos, prometer exvotos y hasta contratar una piadosa inserción en el periódico de enfrente para ahuyentar al chahuistle que ha caído sobre Oaxaca, Morelos, Veracruz , Quintana Roo y seguramente otras entidades. Me refiero al malestar magisterial que en forma de marchas, plantones y cierres de autopistas, ha dominado la sección nacional de este mismo periódico, y que al día de hoy tiene a cientos de miles de niños sin empezar normalmente su ciclo escolar.
Este Movimiento contra la Alianza por la Calidad Educativa, en Puebla tuvo una decorosa manifestación de existencia y una mejor demostración de cordura: salieron a las calles, marcharon, se identificaron como Movimiento Democrático Magisterial Poblano, y seguramente siguen creando conciencia crítica pero sin desquiciar la ciudad.
En cambio, nuestros vecinos morelenses no tienen tanta suerte. Ahí maestros de la CNTE, disidentes del SNTE, paralizan a Cuernavaca casi a diario. Entre sus consignas y demandas hay algunas absolutamente legítimas y otras espurias, con fronteras borrosas entre ambas. Dicen defender la educación pública y el funcionamiento de las normales. ¿Y quién no apoya la subsistencia y mejora de estos bastiones de la nación? Lo engañoso es que la Alianza por la Calidad Educativa no atenta contra estas instituciones. Ciertamente la Profesora Gordillo amenazó con convertir las normales en escuelas de turismo; pero ese demencial disparate sólo la descubre como émula de Nerón: aventando combustible al fuego para que ardan hasta los huesos los maestros, los medios, la sociedad y la precaria armonía social.
La Alianza por la Calidad Educativa ya está funcionando; no es el equivalente de acuerdos del pasado cuyos fines era sólo y claramente propagandísticos. Los firmantes de la Alianza acordaron que desde este ciclo escolar funcionarían 5,500 escuelas de tiempo completo; que desde el ciclo escolar entrante el acceso a funciones directivas se realice por concursos públicos de oposición; que se mejore la calidad del personal docente de las normales, y la selección y desempeño de los alumnos; que todas las nuevas plazas y todas las vacantes definitivas se sometan a concurso nacional público de oposición convocado y dictaminado de manera independiente. Esto último elimina la herencia y venta de plazas.
Finalmente, entre los acuerdos de reforma curricular está la enseñanza de inglés desde preescolar y la promoción de la interculturalidad, con lo cual se ve cercano el día en que nuestros niños concluyan la escuela con una preparación equiparable a la de países que se han tomado en serio el reto de la globalización.
Leo y leo el documento (http://www.afsedf.sep.gob.mx/principal/archivos/ALIANZACALIDAD.pdf ) y no veo puntos intrínsecamente discutibles; habrá que ver cómo operan cuando operen; y cuidar que lleguen a operar. Mientras tanto, y aunque no crea en su poder, toco madera para que la cordura siga guiando a nuestros docentes, la prudencia oriente a los directivos de la educación estatal, y nuestros niños tengan clases, como debe ser.

miércoles, septiembre 17, 2008

¿Vale la pena atender la convivencia escolar?

Autora: Teresa Eugenia Brito Miranda
E-Consulta, 17 de septiembre de 2008

En la escuela aprendemos a convivir. La convivencia es el medio en el que se dan muchos tipos de aprendizajes.
Hemos estado presenciando manifestaciones que reflejan la existencia de crisis en la convivencia: actos violentos,
inseguridad, crisis de autoridad, impunidad y corrupción, menosprecio de nuestras instituciones…tenemos que
trabajar para fortalecer nuestros esquemas de convivencia para lo cual la escuela es el lugar privilegiado. La escuela
sigue siendo el núcleo de la formación social. Este espacio lo comparte con la familia; sin embargo, la escuela es el
primer espacio público de los niños, lo que la pone en un lugar primordial. En ella la función socializadora se muestra en
la convivencia cotidiana, en lo que se vive más que lo que se trata de enseñar.La convivencia es algo que se aprende.
En la escuela aprendemos a relacionarnos, a obedecer normas y a la autoridad, a compartir, dialogar, respetar a los
otros, en fin, muchas actitudes y valores relacionados con la convivencia. No todo lo que se aprende en la escuela es
positivo, se aprende también a engañar, a ser corrupto, a obedecer acríticamente, entre otras conductas y actitudes
que nos perjudican como sociedad, por ello, aunque nos parezca trivial es importante atender como padres lo que
nuestros niños aprenden en la escuela y como “institución escuela” necesitamos observar y cuidar los
espacios de convivencia para fortalecernos socialmente.La escuela, como otras instituciones tales como la familia, está
en crisis. Algunos estudiosos relacionan esta crisis con factores externos, es decir atribuibles a lo que sucede en la
sociedad y otros ven el problema de manera diferente: consideran que la crisis está dentro de los mismos alumnos, en
su falta de motivación, de disciplina y respeto a la autoridad, y otros más culpabilizan a las familias.Por otro lado, y a
pesar de que los niños y adolescentes pasan una buena parte del día en la escuela, ésta ya no está respondiendo a
sus intereses. La escuela ya no educa para la vida. ¿Cómo lograr entonces que los niños y adolescentes realicen
trabajos que no tienen sentido para ellos? ¿Qué pasa entonces con la disciplina? Y la pregunta es ¿qué pasa con la
escuela?Por otro lado parece que la universalización de la educación ha contribuido a la crisis, con ello no estamos
diciendo que era mejor conservar la escuela elitista. Como dicen otros autores la escolarización es una condición
indispensable para que puedan existir los derechos humanos. Sin embargo la crisis se genera debido a que la población
va teniendo mayor escolaridad, la economía ha ido llevando a profesionalizar y especializar el campo laboral por lo que
en muchos casos la preparación de los padres sobrepasa la de los maestros. Los padres de familia tienen por ello una
mayor ingerencia en los asuntos escolares y tienden a establecer una relación de igualdad con los maestros que a veces
deriva en situaciones que ponen en duda la calidad de su docencia. ¿Y los maestros se preparan para enfrentar esta
crisis, debida no solamente a la caducidad de conocimientos sino atendiendo a lo que implica la convivencia, el respeto
al otro “aunque sea mi alumno”?Las escuelas deben transformarse en otras instituciones. De estas crisis
podemos partir para reflexionar sobre el rumbo que deben ir tomando. Algunos estudiosos dicen que estos cambios
pueden irse dando de la misma manera en que la familia tradicional estable ha empezado a cambiar al tiempo en que
van apareciendo otros mecanismos culturales como los derechos de las mujeres, y las propias necesidades económicas,
por ejemplo. Consideran que el componente tradicional de una autoridad acrítica e irreflexiva fundamentada en el poder
de una disciplina tradicional, todavía tiene mucho peso pero no puede ser eterno.Es importante hacer investigaciones
que arrojen datos sobre el tiempo escolar que dedican los profesores a pedir disciplina y orden en las aulas, a guardar
silencio, sentarse correctamente, ir bien peinado, a checar el uniforme, y comparar esto con el tiempo dedicado a los
aprendizajes para trabajar la convivencia escolar incluyente y respetuosa o bien a aprendizajes ligados a la vida. Sería
interesante que esto pudiera relacionarse con el desempeño escolar o con la efectividad de los aprendizajes con
sentido. Tal vez esto nos lleve a actuar de manera diferente como maestros y como directores también.Algunos
atribuyen esta crisis en la convivencia a la crisis de autoridad, al manejo de la disciplina y a la desmotivación en los
propios estudiantes debida a la escasa relación de los aprendizajes con su vida. Hay varias miradas acerca de las
posibles salidas. Para los más conservadores se tiene que reforzar precisamente la figura de autoridad buscando
sanciones y expulsiones. Desde otra perspectiva más enfocada a la educación de la convivencia se busca la inclusión, la
participación de los alumnos en el control de las normas, en la educación emocional de los alumnos. Entre estas dos
posturas hay posiciones intermedias. Lo interesante será ver cómo nos vamos ubicando los educadores, qué valores
promovemos y cuál es nuestro horizonte de país. Sin duda lo más valioso es comenzar por preguntarnos cómo
podemos aprovechar estos espacios de convivencia escolar para desarrollar valores de convivencia sana.*El artículo
expresa la opinión personal del autor, que es Profesora del Departamento de Ciencias para el Desarrollo Humano UIAP.
Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com. Sus comentarios son bienvenidos.

¿Vale la pena atender la convivencia escolar?

Autora: Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicación: E-Consulta, 17 de septiembre, 2008

En la escuela aprendemos a convivir. La convivencia es el medio en el que se dan muchos tipos de aprendizajes.
Hemos estado presenciando manifestaciones que reflejan la existencia de crisis en la convivencia: actos violentos, inseguridad, crisis de autoridad, impunidad y corrupción, menosprecio de nuestras instituciones…tenemos que trabajar para fortalecer nuestros esquemas de convivencia para lo cual la escuela es el lugar privilegiado.
La escuela sigue siendo el núcleo de la formación social. Este espacio lo comparte con la familia; sin embargo, la escuela es el primer espacio público de los niños, lo que la pone en un lugar primordial. En ella la función socializadora se muestra en la convivencia cotidiana, en lo que se vive más que lo que se trata de enseñar.
La convivencia es algo que se aprende. En la escuela aprendemos a relacionarnos, a obedecer normas y a la autoridad, a compartir, dialogar, respetar a los otros, en fin, muchas actitudes y valores relacionados con la convivencia. No todo lo que se aprende en la escuela es positivo, se aprende también a engañar, a ser corrupto, a obedecer acríticamente, entre otras conductas y actitudes que nos perjudican como sociedad, por ello, aunque nos parezca trivial es importante atender como padres lo que nuestros niños aprenden en la escuela y como “institución escuela” necesitamos observar y cuidar los espacios de convivencia para fortalecernos socialmente.
La escuela, como otras instituciones tales como la familia, está en crisis. Algunos estudiosos relacionan esta crisis con factores externos, es decir atribuibles a lo que sucede en la sociedad y otros ven el problema de manera diferente: consideran que la crisis está dentro de los mismos alumnos, en su falta de motivación, de disciplina y respeto a la autoridad, y otros más culpabilizan a las familias.
Por otro lado, y a pesar de que los niños y adolescentes pasan una buena parte del día en la escuela, ésta ya no está respondiendo a sus intereses. La escuela ya no educa para la vida. ¿Cómo lograr entonces que los niños y adolescentes realicen trabajos que no tienen sentido para ellos? ¿Qué pasa entonces con la disciplina? Y la pregunta es ¿qué pasa con la escuela?
Por otro lado parece que la universalización de la educación ha contribuido a la crisis, con ello no estamos diciendo que era mejor conservar la escuela elitista. Como dicen otros autores la escolarización es una condición indispensable para que puedan existir los derechos humanos. Sin embargo la crisis se genera debido a que la población va teniendo mayor escolaridad, la economía ha ido llevando a profesionalizar y especializar el campo laboral por lo que en muchos casos la preparación de los padres sobrepasa la de los maestros. Los padres de familia tienen por ello una mayor ingerencia en los asuntos escolares y tienden a establecer una relación de igualdad con los maestros que a veces deriva en situaciones que ponen en duda la calidad de su docencia. ¿Y los maestros se preparan para enfrentar esta crisis, debida no solamente a la caducidad de conocimientos sino atendiendo a lo que implica la convivencia, el respeto al otro “aunque sea mi alumno”?
Las escuelas deben transformarse en otras instituciones. De estas crisis podemos partir para reflexionar sobre el rumbo que deben ir tomando. Algunos estudiosos dicen que estos cambios pueden irse dando de la misma manera en que la familia tradicional estable ha empezado a cambiar al tiempo en que van apareciendo otros mecanismos culturales como los derechos de las mujeres, y las propias necesidades económicas, por ejemplo. Consideran que el componente tradicional de una autoridad acrítica e irreflexiva fundamentada en el poder de una disciplina tradicional, todavía tiene mucho peso pero no puede ser eterno.
Es importante hacer investigaciones que arrojen datos sobre el tiempo escolar que dedican los profesores a pedir disciplina y orden en las aulas, a guardar silencio, sentarse correctamente, ir bien peinado, a checar el uniforme, y comparar esto con el tiempo dedicado a los aprendizajes para trabajar la convivencia escolar incluyente y respetuosa o bien a aprendizajes ligados a la vida. Sería interesante que esto pudiera relacionarse con el desempeño escolar o con la efectividad de los aprendizajes con sentido. Tal vez esto nos lleve a actuar de manera diferente como maestros y como directores también.
Algunos atribuyen esta crisis en la convivencia a la crisis de autoridad, al manejo de la disciplina y a la desmotivación en los propios estudiantes debida a la escasa relación de los aprendizajes con su vida. Hay varias miradas acerca de las posibles salidas. Para los más conservadores se tiene que reforzar precisamente la figura de autoridad buscando sanciones y expulsiones. Desde otra perspectiva más enfocada a la educación de la convivencia se busca la inclusión, la participación de los alumnos en el control de las normas, en la educación emocional de los alumnos. Entre estas dos posturas hay posiciones intermedias. Lo interesante será ver cómo nos vamos ubicando los educadores, qué valores promovemos y cuál es nuestro horizonte de país. Sin duda lo más valioso es comenzar por preguntarnos cómo podemos aprovechar estos espacios de convivencia escolar para desarrollar valores de convivencia sana.

jueves, septiembre 11, 2008

La Laguna de San Baltazar

Autor: F.H. Eduardo Almeida Acosta
Publicación: La Jornada de Oriente, 11 de septiembre, 2008
E-Consulta, 9 de septiembre, 2008


Existe un espacio social, un modelo comunitario que ofrece la ciudad de Puebla a sus habitantes y a sus gobernantes: La laguna de San Baltazar.

Es un lugar de belleza natural cuidada y protegida, sin fines de lucro, en un escenario lacustre, habitualmente soleado, verde, silencioso, en medio de una ciudad descuidada. Desde ahí se puede disfrutar de la vista del Popo, del Izta y de la Malinche.
Conviven en este remanso ecológico variedad de plantas, sin que sea un jardín botánico; variedad de aves sin que sea un aviario; variedad de humanos en convivencia ciudadana, sin que sea una
empresa ni un partido ni una academia ni una denominación religiosa.

Es una plaza cívica para el ocio de empleados, políticos, obreros, académicos, funcionarios, amas y amos de casa, jubilados, empresarios, estudiantes, desempleados.

Puede considerarse un centro de educación informal en democracia, medio ambiente y salud.

Es un lugar de esparcimiento como pocos al alcance de casi todas las clases sociales. Los niños se divierten ofreciendo alimento a los patos. Los jóvenes se preparan en canotaje y carreras para competir tal vez en las Olimpiadas de Londres. Los adultos se mantienen en forma, contrarrestando los achaques que genera la vida estresante. Personas mayores ponen en práctica los consejos que anuncian las botellas de una bebida a base de té verde: “Caminar 30 minutos diarios y sonreir es parte de tu bienestar”.

En justicia debe reconocerse que este parque público, encomendado a una Asociación Civil, recibe un mantenimiento de calidad y da señales de un proceso de mejora continua. Contribuyen a la convivialidad de esta ágora serena y callada el buen humor de sus administradores, el trabajo de sus jardineros, las atenciones de los cuidacoches y las ofertas de los vendedores de jugos y garnachas.

lunes, septiembre 08, 2008

Impunidad y Educación

Autor: Martín López Calva
Publicación: E-Consulta, 8 de septiembre, 2008

“Lo que haces habla tan fuerte que no puedo escuchar lo que dices”
Proverbio de una tribu india norteamericana


Las marchas y declaraciones en contra de la violencia que hemos vivido en las últimas semanas en México están mostrando el alto nivel de indignación ciudadana ante la escalada del crimen organizado. En la discusión sobre el tema han surgido propuestas en la línea de endurecer las penas –cadena perpetua e incluso pena de muerte- contra los secuestradores, narcotraficantes y personas que cometan otros delitos graves.
Sin embargo en estas mismas discusiones se ha dejado claro que el hecho de que las penas sean más duras contra los delincuentes no va a resolver el problema de la violencia, porque lo que está haciendo que esta ola de terror vaya incrementándose es la impunidad.
En efecto, la ola de violencia se incrementa cuando un delincuente encuentra que puede cometer cualquier tipo de ilícito sin que vaya a recibir la sanción correspondiente porque la autoridad es ineficiente en el mejor de los casos o corrupta y cómplice en el peor. Esto se vuelve un incentivo perverso que hace que el delito se multiplique.
Mientras no se solucione la impunidad en nuestro país, el problema de la descomposición social manifiesta en el delito y la violencia seguirá siendo una realidad terrible, a la que desgraciadamente –esto es más terrible aún- nos estamos acostumbrando.
Es evidente que este incremento de la violencia no es solamente causado por decisiones individuales –la existencia de personas sin escrúpulos que cometen delitos- sino por todo un sistema que muestra estructuras policíacas y gubernamentales en descomposición y lo más grave de todo, por una distorsión progresiva de la cultura nacional que hace que veamos como natural esta corrupción e impunidad y que pensemos que no hay modo de cambiar las cosas.
Esta descomposición de nuestra cultura ciudadana se muestra desde los detalles más simples de la vida cotidiana y va generando un deterioro progresivo de la situación social que transmitimos a las nuevas generaciones.
¿Cuántos de los que marchamos para decir ¡Ya basta de violencia e impunidad! somos los primeros que agredimos con el claxon, con insultos o aún con violencia física al conductor de un auto que se nos cerró? ¿Cuántos de los que gritamos que queremos que se aplique la ley somos los que nos estacionamos en los lugares reservados para las personas con discapacidad en el estacionamiento de un centro comercial? ¿Cuántos de nosotros transitamos impunemente en sentido contrario en la calle que sea, simplemente porque no queremos molestarnos en hacer las cosas correctamente? ¿Quiénes de los que estabamos marchando en las calles para pedir que se haga realidad el “estado de derecho” somos los que estacionamos nuestros autos en doble o triple fila al llevar o recoger a nuestros hijos en su escuela?
La educación tiene mucho que ver con la impunidad. Si mostramos a nuestros hijos que estamos en contra de que se viole la ley pero somos nosotros los primeros que la violamos con cualquier pretexto, estaremos educando en y para la impunidad. Poco efecto tendrán nuestros discursos sobre los valores si ellos nos ven actuar diariamente en sentido contrario a los principios de convivencia que decimos profesar.
Los que trabajamos en instituciones de educación formal hemos sido testigos seguramente de más de un caso en el que los padres de familia llegan indignados a defender a sus hijos ante una sanción que se les aplicó por romper con principios de convivencia, comportarse violentamente o con indisciplina o hacer trampa en un examen. ¿No estamos entonces defendiendo la impunidad y educando en la impunidad a nuestros hijos que se sentirán siempre protegidos actúen como actúen?
¿Cómo podemos los educadores hablar en contra de la impunidad si se muestran cotidianamente en los medios de comunicación a grupos de profesores cerrando calles, clausurando escuelas o incluso tomando casetas de cobro en autopistas o generando destrozos y violencia? ¿Cómo podemos desde el sistema educativo atacar la impunidad si son evidentes las manipulaciones, los excesos y la riqueza inexplicable de quienes dicen representar los intereses de los profesores y buscar una educación de calidad?
Mientras los adultos de este país, padres de familia, autoridades educativas o sindicales y maestros no hagamos conciencia de que para acabar con la impunidad tenemos que empezar por educar con el ejemplo, la descomposición social seguirá en aumento.
Porque en efecto: Lo que hacemos habla tan fuerte, que nuestros hijos y alumnos no pueden escuchar lo que decimos.

viernes, septiembre 05, 2008

Explicar la inseguridad pública: ¿una hipótesis o un escándalo?

Autor: Gerardo Palomo González
Publicación: La Jornada de Oriente, 5 de septiembre, 2008

La problemática del crimen organizado tal como la conocemos hoy en día empezó a configurarse en los años de 19921994, aproximadamente, y desde entonces han pasado cerca de 16 años durante los cuales han estado al frente del gobierno federal cuatro administraciones, dos gobiernos del PRI y dos del PAN, incluyendo al grupo actualmente instalado en Los Pinos. Se trata de cuatro gobiernos que han dispuesto de todos los medios del Estado para estudiar y analizar el fenómeno, realizar los diagnósticos necesarios, precisar los medios materiales y humanos para enfrentarlo, definir las políticas públicas correspondientes e ir haciendo los ajustes necesarios conforme se avanzaba en su tratamiento. Sin embargo, considerando el persistente clima de violencia gansteril y el tremendismo de sus acciones, la formación de bandas con medios de fuerza que rebasan a las autoridades locales y estatales, sin dejar de lado el proceso de cooptación de que han sido objeto estas últimas y que también llega a niveles federales o la multiplicidad de ejecuciones que siguen ocurriendo después de la “Cumbre” realizada del pasado jueves 21 de agosto; es claro que es muy poco lo que se ha hecho y la situación por la que atraviesa el país sólo puede calificarse en términos de una verdadera crisis de seguridad pública. Lo cual pone en entredicho una de las funciones más importantes del Estado y de todo gobierno, garantizar la seguridad interna de la nación.
El actual grupo en el gobierno cometió además el grave error de involucrar al ejército en dicha tarea en lugar de haber emprendido la tarea de reformar, en todo caso al mismo tiempo y como política de estado, los cuerpos policiacos del país mediante su efectiva profesionalización. Y no deja de llamar la atención el hecho de que este último tema, también crucial para cualquier Estado visto que lo que está en juego es nada más y nada menos que la legitimidad política de esta última instancia con respecto al conjunto del país, se maneje a diestra y siniestra sin que se precise su contenido y se insista en que todo se resolverá con más tecnología, el negocio de unos cuantos, y más medidas de fuerza, más armas y poder discrecional.
El paseismo del gobierno actual con respecto a este tema es tal que no podemos dejar de hacernos las siguientes preguntas dada la gravedad del problema: ¿se puede decir que desde su instalación en Los Pinos el grupo gobernante empezó a delinear y poner en marcha una política de coordinación sólida entre las diferentes dependencias a las que compete trabajar sobre este grave y crítico tema de la agenda de seguridad del país?, dado que es ya un tema de seguridad nacional considerado por lo menos desde el punto de vista de sus efectos en la frontera norte del país y la repercusión de estos últimos en la agenda bilateral con el vecino país del norte; ¿consideró dicho grupo que los dos secretarios de Gobernación que se han sucedido en el cargo tenían el perfil profesional más adecuado en términos de conocimientos, capacidad de análisis y experiencia política para enfrentar al crimen organizado en su variante narcotráfico y en la parte que le correspondiese a esa secretaría?, ¿en función de qué criterios se decidió que fuese el ejército el que enfrentara dicho problema a sabiendas de que dicho instituto no está diseñado para este tipo de tareas?, aspecto que cualquier analista con un sentido profesional–académico de estos asuntos sabe reconocer; ¿quién fue el promotor de dicha idea? o, en suma, ¿sabe realmente el actual gobierno a lo que se está enfrentando? Porque si la respuesta es positiva entonces no ha tomado las medidas que sí contribuirían a resolverlo y esto nos permite pensar que lo que ha estado haciendo es tratar de capitalizar a su favor la situación de inseguridad que padecemos todos los ciudadanos de este país; lo cual explicaría también, si asumimos que sí sabe a lo que se enfrenta, que se nos haya estado entreteniendo con una versión de dicho problema cuyo único objetivo consistiría en redituarle el máximo beneficio electoral infundiendo miedo y temor en la población, con el apoyo además de medios de comunicación cuya labor de distorsión es ya proverbial y en detrimento de la ciudadanía. Es claro, amable lector, que si el gobierno no sabe a lo que se enfrenta el grupo que asume representarlo debería ser el primero en ubicar la puerta de salida.
La situación se complica si tomamos en cuenta que el gobierno en turno necesitaba una “guerra” en lo interno para ganar algo de la legitimidad política que nunca conquistó en las urnas. Y ahora sucede que ya reconoció haber perdido dicha “guerra” desde el momento en que aceptó el curioso advice de realizar la “Cumbre”. Con lo cual lo único que logró es probablemente que uno que otro actor le pasara la factura política a cambio de algo de seguridad. Actores que, por cierto, también quieren participar en ese gran negocio neoliberal representado por la privatización de Pemex y que dejaría a nuestro país sin medios de poder para impulsar su política exterior a favor de nuestro propio desarrollo.
Ahora bien, tal y como lo hemos expresado en otras entregas, la problemática a la que se enfrenta el grupo en el gobierno tiene como punto central y de partida explicar el crecimiento inusitado del crimen organizado (CO) en su variante narcotráfico (Nt), y de la cual se derivan muchas de las manifestaciones de violencia e inseguridad que todos conocemos. Y sucede que es la caracterización de la estructura de dicha problemática la que nos ofrecería, al mismo tiempo, una explicación. Por lo cual, como primera premisa, bien puede argumentarse que dicho crecimiento se debe a su relación con otros actores. Unos de carácter político, grupos de poder político (Gpp), y otros de orden económico, grupos de poder económico (Gpe). Con lo cual queremos decir que a lo que se enfrenta el gobierno no es al crimen organizado como actor único sino a una estructura de relaciones en la que este último no es sino el actor más visible. Y dicha estructura se puede formular como sigue: [(CO: Nt) / (Gpe/ Gpp)]. En donde el sentido de la diagonal indica, además, relaciones de subordinación
Es claro entonces que la tarea no es nada fácil, que la construcción de soluciones requiere una efectiva política de estado, de un equipo gubernamental que piense realmente en el fortalecimiento de nuestro país y en cuyos cálculos se tome en cuenta el sencillo derecho de nuestra existencia social como ciudadanos. Algo muy distante del “derecho” que se atribuye y más le preocupa a lo que se nos ofrece como gobierno en turno: la venta de esta nación.

jueves, septiembre 04, 2008

Marchas que iluminan y oscurecen

Autora: Ma. Eugenia Sánchez Díaz de Rivera
Publicacion: La Jornada de Oriente, 4 de septiembre, 2008

No sólo no es “políticamente correcto” en este momento cuestionar la Marcha contra la Inseguridad sino que se corre el riesgo de ofender a cientos de personas que han sufrido de diferentes formas el impacto de la violencia creciente que impera en el país. Y eso de ninguna manera, que quede claro, es mi intención. Me parece simplemente desgarrador el dolor de tantas mujeres y hombres, jóvenes y adultos que de alguna forma pudo expresarse en las marchas que tuvieron lugar el sábado 30 de Agosto. Pero no elucidar los aspectos de la realidad que obscurece esa marcha que pretendía “iluminar México” es también una falta de responsabilidad. Aunque se ha hecho ya en diferentes medios, no puedo dejar pasar la ocasión de expresar mi punto de vista.
Una marcha en demanda de la seguridad y en contra de la impunidad y la delincuencia que no hace referencia a las causas que la originan y al carácter selectivo de la misma demanda, se puede convertir en lo contrario: un ejercicio para encubrir dicha impunidad y dicha delincuencia.
¿Por qué México Unido contra la Delincuencia y las demás organizaciones convocantes a la marcha no se hicieron presentes ante uno de los más graves, importantes y emblemáticos casos de delincuencia e impunidad que fue el de Lydia Cacho – Mario Marín, caso en el que la autoridad moral, nada menos que de la Suprema Corte de Justicia, quedó en entredicho dañando de manera lacerante la ya deteriorada institucionalidad del País. ¿Los niños y las niñas de México no merecían alguna reacción?
¿Dónde estaban esas organizaciones ante el abuso y el homicidio, también emblemático, de una mujer en el máximo grado de vulnerabilidad: mujer, pobre, indígena y anciana, el de Ernestina Ascencio, presuntamente de manos de militares? ¿Y ante la absurda e indignante respuesta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos?
¿Se ha visto a las organizaciones convocantes o a sus representantes reprobar le evasión fiscal de las grandes empresas a las que además, según la Auditoría Superior de la Federación, se les devolvieron -entre 2001-2005 - 604 mil millones de pesos, y solamente en el primer semestre de 2008, 93 mil millones de pesos, que no se han traducido en inversión productiva? ¿No merecían algún comentario esos hechos que muestran la co-responsabilidad de los grandes empresarios en el aumento del desempleo y en la generación de pobreza que orilla a tantos jóvenes a involucrarse en esa “conexión perversa” que es el crimen organizado? ¿Se han inmutado ante la impunidad frente a las muertas de Juárez o de los mineros de Pasta de Conchos? ¿Frente al hostigamiento constante y creciente del Ejercito hacia las comunidades indígenas?
¿Es muy tendencioso preguntarse por qué todos esos casos de violencia atroz, generalizada y paradigmática no han aparecido en las pantallas de TV Azteca y Televisa o han aparecido para ser minimizados y hasta legitimados, mientras que a la reciente Marcha contra la Inseguridad la volvieron todo un espectáculo?
¿Qué reacción se constató en esas cadenas televisivas o por parte de las organizaciones antes mencionadas ante el insulto sufrido por la ciudadanía, sí, insulto, que significó ver en la firma de un Acuerdo por la Seguridad, la Legalidad y la Justicia a personajes como Elba Esther Gordillo, Ulises Ruiz, Mario Marín, Ernesto Peña Nieto o Carlos Romero Deschamps?
¿Nos sugiere algo que ese mismo día a Ignacio del Valle, del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco, se le hayan añadido 45 años más a los 67 años a los que ya se le había sentenciado por “secuestro equiparado”? ¿Habrá sido la coincidencia un gesto simbólico de los que puede significar “orden”, “autoridad” y “seguridad” anunciados por Felipe Calderón en esos spots que ofenden la inteligencia de la ciudadanía?
¿Qué no tenemos ya la experiencia de lo que les pasa a los ciudadanos que exigen seguridad en sentido amplio, es decir justicia para una vida digna para todos, que exigen un viraje serio a las políticas económicas, una superación del racismo, una develación de la corrupción en cúpulas de la clase política, del sector privado y de sindicatos? Podemos preguntárselo a Carmen Aristegui, a Lydia Cacho o a las comunidades zapatistas.
Sí, las marchas del sábado 30 de agosto iluminaron los efectos de la situación de violencia desparramada en la nación, pero al ocultar las causas no estoy segura que le hayan dado un buen servicio a la paz y a la dignidad de los mexicanos.

martes, septiembre 02, 2008

Muy Respetable, Muy Respetable, Muy Respetable

Autor: Rodrigo Saldaña Guerrero
Publicación: E-Consulta, 2 de septiembre, 2008

López Obrador ha hecho una contribución importante a la cultura política de México. Nada más dice dicho sea con todo respeto, y uno se agacha para que no lo toquen las pedradas. Una variante de este truco es decir que algo es muy respetable. Traducción: están locos, ¿a quién se le ocurre?, tienen todo el derecho de creer en lo que sea, mientras no traten de ponerlo en práctica. Concretamente, es la nueva versión de la vieja máxima liberal-priísta según la cual naturalmente hay libertad de religión en nuestro país, pero si el presidente va a La Villa pierde su Silla. Y el aspirante a diputado pierde su curul, etc. Respetados somos, pero ridiculizados quedamos. Fenómeno interesante: desde las filas más habladoras en nombre de la libertad, más desprecio se vierte sobre quienes piensan de manera diferente, en este caso quienes nos oponemos al aborto. En nombre de la duda y el antidogmatismo, se lanza la más fuerte proclamación dogmática. Habrán notado ustedes que las exigencias de los partidarios del aborto se fortalecen con cada victoria. Comienzan tímidas, como pidiendo perdón por existir, pero después de cada triunfo enseñan más los dientes, demandan más, se muestran más agresivos con sus adversarios. Si puede ser que entre los adversarios del aborto haya habido demasiada arrogancia, se ve poco de la famosa tolerancia de la que tanto hablan los que le reprochan eso en su propia actitud. Faltan por consiguiente las condiciones para un diálogo que nos acerque, que acorte distancias, que más allá de las decisiones legislativas una a diversos sectores de la población en esfuerzos que verdaderamente salven vidas, reduzcan peligros, ayuden a las personas en problemas. Mala señal, que el gobierno de Ebrard haya salido con suchistecito de que a la marcha sólo asistieron 80 mil personas. Una y otra vez vemos al lopezobradorismo pelearse con todos los que no quieren rendirles pleitesía de entrada. Y esta exigencia de reverencias y acatamiento total no es política ni lleva a la política. Ni es respeto, desde luego.