lunes, junio 20, 2011

¿Educación Contra la Violencia?

Autor: Celine Armenta datos del autor haz click aquí
Publicado: Puebla on Line,  14 de junio de 2011

    Confío en que a estas alturas ya nadie dirá que México no vive una crisis de violencia, y que nuestros lamentos evidencian un problema de percepción. Porque la violencia es manifiesta y va en aumento: la del crimen organizado, la de quienes pretenden combatirlo, y la de quienes encuentran en este clima la legitimización de sus delitos.
A las cuarenta mil muertes causadas por cinco años de guerra contra el narcotráfico hay que incluir muchas otras debidas a delitos comunes pero cobijadas por el mismo clima de luto y miedo. Y lo cierto es que casi todos, viejos y jóvenes, mujeres y hombres, vamos sumando nombres de conocidos, amigos y familiares muertos a manos del narco, de los anti-narco o de otros asesinos. Y lo mismo podemos decir de quienes no murieron pero fueron secuestrados, asaltados, o atacados en circunstancias de lo más diversas.
¿Qué hacer por nuestro México? Al menos en principio, la única instancia que puede cambiar eficazmente las conductas, los corazones, los principios y la convivencia, es la educación. Pero ya no es tan clara la manera en que puede hacerlo, pues no se trata simplistamente de dar clases sobre las consecuencias de la delincuencia y las bondades de una conducta ciudadana pacífica y conforme a la ley. Y menos aún de lanzar campañas supuestamente educativas contra la violencia, como las lanzadas contra conductas imprudentes, adicciones, discriminación y corrupción. Eso no sirve.
¿Qué hacer?
La mejor manera en que la educación puede cambiar patrones delincuenciales es ofreciéndola a todos los mexicanos en cantidad y calidad adecuadas. Romper la ancestral inequidad que lleva a generaciones de paisanos a deambular por caminos sin salida, con oportunidades nulas, debido a que la educación que iba a abrirles puertas, simplemente no llegó; o llegó con serias deficiencias.
Esto supone, en principio, actuar contra el individualismo que nos caracteriza; y preocuparnos por todos. Caer en la cuenta de que, mientras las madres y padres con mayor escolaridad puedan pagar una escuela privada y sigan ignorando a la escuela pública, no solo estarán contribuyendo a crear una sociedad segmentada, discriminadora y excluyente; también estarán limitando las oportunidades de sus propios hijos. Esto puede parecer poco creíble, pero las escuelas privadas no necesitan asegurar excelencia; basta con que brinden casi lo mismo que la pública en cuestiones académicas, junto a elementos cosméticos de valor dudoso. En cambio, si la escuela pública fuera excelente, las privadas tendrían que esforzarse en serio para superarlas en lo académico. Hoy día, por ejemplo, no es fácil saber si los mejores resultados de varias escuelas privadas en evaluaciones nacionales e internacionales, son resultado de mejores procesos escolares, o de los privilegios socioeconómicos de los estudiantes.
Entonces, si estamos preocupados por la violencia bien haríamos en exigir y trabajar por mejorar la escuela pública, y por prevenir el rezago y el fracaso escolar, optimizar la absorción de todos los niveles, aumentar la cobertura en educación inicial y preescolar, universalizar realmente la educación básica,  asegurar que todos los mexicanos tengan acceso a la media superior; y que todos los que quieran encuentren sitio en una buena universidad.
Un pueblo educado no verá en el narco y en otros tipos de delitos la única salida a su desesperanza.
La segunda manera en que la educación puede combatir y prevenir la violencia es aprovechando sus planes y programas. Urge que se enseñe bien lo que ya existe. Y que donde no exista se cree la intención expresa de educar para la convivencia, la democracia, la legalidad, el respeto y la resolución de conflictos. No se trata de predicar contra la violencia, sino de reconocer las causas de esta violencia y desarrollar las competencias necesarias para una vida sin violencia. En congruencia, las escuelas deberán convertirse en centros de convivencia y democracia.
Y veo otra manera urgente para combatir la violencia con educación, que  consiste en educar a nuestras autoridades. No sé si se dejen, pero es evidente que lo necesitan. Porque seguirán exacerbando la violencia mientras insistan en suplir su impericia e ignorancia con desplantes de poder e intolerancia, en vez de remediarlo con  una escucha honesta, democrática y atenta a la población, a los expertos, a las víctimas y hasta a los operadores de sus programas; o sea, con una educación pertinente, situada, plural.

Carrera magisterial: ¿Un verdadero avance?

Autor: Martín López Calva datos del autor haz click aquí
Publicado: La Primera de Puebla, 14 de junio de 2011

     Hace unos meses en un foro académico sobre las recomendaciones de la OCDE para mejorar la educación en México, escuché a un ponente decir que había estado presente en una reunión donde el Secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio había comentado que tenía buenas noticias porque por fin había logrado que “la maestra” aceptara poner sobre la mesa de discusión la carrera magisterial.
     El comentario de este académico fue hecho para sustentar su tesis de que el problema fundamental que impide mejorar la calidad educativa en nuestro país es el del “gobierno educativo”, puesto que nada se podrá resolver por buenas que sean las medidas que se adopten mientras no haya por un lado un poder real en la toma de decisiones del área responsable del rumbo de la educación y por otro, una cultura en que la sociedad le conceda a la escuela el lugar prioritario que debe tener en el proceso de desarrollo del país.
     Tal parece que esta discusión sobre la carrera magisterial que contó con la “anuencia” de la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que es la que tiene el poder real de decisión -puesto que es el SNTE la instancia que por decreto presidencial de 1946[i] posee el control de la contratación, promoción y remoción de los maestros- tuvo resultados puesto que el presidente Calderón anunció hace un par de semanas aquí en Puebla la modificación a las reglas de la carrera magisterial.
     Las preguntas que surgieron de inmediato al respecto fueron: ¿Qué tan positiva es esta nueva reglamentación y qué tanto repercutirá en el avance hacia una educación de calidad en México? ¿Se trata de un verdadero avance para la educación?
      La carrera magisterial es un sistema de escalafón que liga una serie de mejoras en el salario de los profesores a ciertas características de su desempeño y trayectoria profesional. En este escalafón según las reglas anteriores pesaban demasiado aspectos como los años de trabajo en el aula que aunque dicen algo de la experiencia del docente no hablan necesariamente de la calidad de su práctica. Bajo las nuevas reglas, se da mayor peso a la evaluación del desempeño ligada fundamentalmente a los resultados de los alumnos en la prueba ENLACE y a la participación social del profesor en la comunidad educativa.
     Este cambio es en líneas generales el núcleo de la “nueva carrera magisterial” y sin duda representa, al menos en el papel, un avance respecto a las normas del pasado, puesto que busca premiar a los docentes que logren mejores niveles de aprendizaje en los estudiantes y se comprometan de manera responsable con los directores, los padres de familia y la comunidad escolar en la proyectos de mejora.
     Sin embargo resulta difícil pensar que este cambio en el papel va a traducirse realmente en un cambio en la práctica y que este cambio va a repercutir en una mejor calidad educativa mientras no se reforme de fondo el “gobierno educativo” y se dé a la autoridad federal y a las autoridades estatales el poder real para decidir sobre la contratación, evaluación, promoción y remoción del personal docente y el sindicato tenga solamente las atribuciones que le corresponden como agrupación responsable de la defensa de los derechos e intereses de los trabajadores de la educación y pueda además democratizarse y avanzar en transparencia.
     Porque además de que hay pendientes para lograr un cambio a partir de las nuevas reglas como avanzar en la mejora del instrumento y la aplicación de la prueba ENLACE, establecer reglas transparentes para una evaluación objetiva e independiente de los docentes y avanzar hacia un Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación realmente autónomo,  es demasiado utópico pensar que las cosas realmente van a cambiar para bien si este sindicato vertical, corporativo y caracterizado por su opacidad sigue siendo el que tiene en los hechos el poder real en las decisiones de organización del sistema educativo.
     De manera que aunque es deseable que este cambio en la normatividad que rige la carrera magisterial repercuta en una mejor educación para nuestros niños y adolescentes, resulta indispensable seguir presionando desde todos los frentes de la sociedad para que el sistema educativo pueda vivir la reforma de fondo que se requiere para que la educación sea parte de la solución y no parte del problema de este país que necesita con urgencia transformarse.

        





martes, junio 14, 2011

¡Ojo! Mujeres trabajando

Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado : La Primera de Puebla, 09 de junio 2011

     Realmente, siempre ha sido una complicación ser mujer; no sólo porque tenemos miles de hormonas circulando por nuestro cuerpo que nos hacen ver, pensar e intuir cosas que los hombres no alcanzan a considerar, sino porque a lo largo de la historia hemos jugado un papel secundario, pero a la vez siempre trabajando en el campo, en la labores del hogar, en el cuidado y educación de los hijos, entre otras muchas cosas.
     Sin embargo- y después de que el papel de la mujer había sido muy definido- en la década de los sesenta y como resultado de la liberación sexual, las mujeres, sobre todo de clase social media, hemos visto transformado el rol que nos toca asumir. Las mujeres de mi generación fuimos enviadas a estudiar carreras profesionales por nuestros padres, considerando que las mujeres deberían prepararse. Como mi padre nos lo decía a mis hermanas y a mí: ?porque no sabíamos qué clase de marido nos podría tocar? o ?qué tal si tu esposo se muere, así tú tendrás cómo ganarte la vida?; claro que entonces éramos muy jóvenes para alcanzar a comprender lo que eso nos depararía.
     Al ir a la universidad, las mujeres hemos ido construyendo otra idea de ser mujer; diferente a la que se había concebido hasta los años cincuenta del siglo pasado, y esa idea diferente nos ha metido en un reverendo conflicto. Pues, al mismo tiempo que nos fuimos preparando para enfrentar el mundo laboral, nuestros padres y en particular nuestras madres continuaron formándonos para ser amas de casa, cuidar de nuestros hijos, preparar comida nutritiva, etc., etc.
     Así que, finalmente, lo que se ha conseguido como producto de esta mescolanza de roles es una mujer llena de conflictos y culpas. Por un lado, queremos ser mujeres profesionales y por lo tanto profesionistas exitosas; pero además pretendemos que en nuestra casa la comida, el desayuno o la cena esté a tiempo para cuando nuestro esposo llegue, atender a nuestros hijos en sus dudas con la tarea escolar o cuidarlos cuando están enfermos, lavar y planchar la ropa, mantener limpia la casa, regar el jardín o las plantitas que tengamos para alegrar nuestro hogar y alimentar al perro?
     Además, queremos lucir guapas para el marido, los hijos, las amigas, hermanas y primas, compañeros de trabajo, etc.; así que hacemos ejercicio, vamos a la estética o al spa a ver si pueden hacer algo por nosotras y mientras ahí estamos, sacamos nuestra agenda, revisamos pendientes, regañamos a los hijos por el celular o encargamos cosas a quien nos ayuda en la casa? Realmente, no podemos con todo; pero estamos al tanto de todo.
     Claro que esta situación que nos hemos autoimpuesto -para ser mujeres a la altura de los hombres- no nos está dejando tiempo para ser felices, ya que continuamente estamos estresadas, cansadas, angustiadas porque ya tenemos en mente nuestro siguiente proyecto o porque no habrá dinero suficiente para enfrentar la vida. Por supuesto, todo este estrés nos lleva a alejar a las personas que nos quieren y poco a poco nos vamos quedando solas.
     Cierto que pocos hombres comprenden esta escalada en la que nos hemos metido; pero, también lo comprenden pocas mujeres, generando una crítica permanente y una autocrítica permanente de cómo estamos viviendo nuestras vidas. En estos años en que me he comportado como profesional, mamá, esposa, ama de casa y todo lo demás, he podido ver que salen adelante -sin quedarse solas y absolutamente entregadas a su trabajo- aquellas mujeres que han tenido alguien que las respalde, ya sea hombre o mujer.
     Un compañero que comparte la ruda tarea del hogar y está dispuesto a lavar baños, cambiar pañales, ser chofer de los niños, etc.; una madre que se la juega con la hija y asume muchas de las tareas que le corresponden, por tradición, a ésta o una fiel sirvienta que asume el trabajo de la casa con verdadera entrega y sabiduría.
    Creo que es momento de reconocer que no se puede hacer todo a la perfección y que las súper mujeres de finales del siglo XX han ganado mucho en autonomía, pero necesitan deslindar responsabilidades de otro orden para ganar en espacios para sí mismas y sobre todo para ser felices y hacer felices a los que las rodean. A veces no tengo claro por qué nos hemos empeñado en estar a la altura de los hombres, si deberían ser ellos los que deberían empeñarse en estar a la altura de nosotras; pues nosotras somos las que hemos llevado la responsabilidad de las cosas que verdaderamente son importantes, de las cosas que realmente valen la pena en la vida.

¿Cuáles son las consecuencias de nuestras decisiones?

Autor: Rubén Hernández Herrera
Publicado: Puebla on Line, 08 junio de 2011

     Los seres humanos estamos condenados a decidir, siendo esta facultad una de las que define como especie. En otras palabras, somos seres que decidimos, que tenemos que decidir.
     Ya en otros trabajos he insistido que la etimología de la palabra inteligencia tiene que ver inter, entre y legere, leer; pero este leer no se ubica únicamente en la identificación de letras, incluyendo las capacidades o facultades de entender, discernir y decidir. Ser inteligente, desarrollar la inteligencia, implica irremediablemente las capacidades de darnos cuenta, entender algo, separar lo que no nos interesa de lo que nos interesa, lo bueno de lo malo, lo bonito de lo feo, lo falso de lo verdadero, etc., que es lo que procede del discernimiento.
     Por tanto, si queremos ser inteligentes no podemos renunciar al compromiso que tenemos de decidir. Pero, hoy en día, no es tan fácil ser inteligente; pues estamos inmersos en un océano de situaciones que nos están interpelando constantemente, obligándonos a pronunciarnos sobre el mundo que nos rodea, a tomar decisiones en definitiva.
     La toma de decisiones nos exige como paso previo la emisión de juicios en las que reconozcamos las cualidades previas de la materia en consideración y con ello el afirmar o negar su condición: es o no es algo. Juicios que son promovidos desde la totalidad de ámbitos de las experiencia humana, desde los más cotidianos y prácticos, hasta los más complejos y eruditos. Enjuiciar de suyo tiene su dificultad, pero enjuiciar y decidir lo es aún más, sobre todo si reconocemos que decidir tiene como paso siguiente la acción, el satisfacer la decisión en función del juicio construido o realizado. Por ejemplo, emitir juicios sobre en qué universidad me conviene realizar mis estudios, con qué persona me interesa tener relaciones afectivas, a dónde realizaré mis vacaciones de verano, etc., tienen como pasos siguientes el decidir y actuar en consecuencia, pero todo esto no es tan fácil porque las opciones con las que contamos los seres humanos actualmente son enormes, complicando tanto la emisión de juicios como la decisión.
     No son pocas las personas que se paralizan ante el hecho de tomar decisiones, de comprometer su decisión con la acción y prefieren, por tanto, que otras personas decidan por ellos, fenómeno que bien comprendió Erich Fromm en la década de los sesenta y que expresa en su célebre libro Miedo a la libertad. El decidir está inseparablemente ligado con nuestra libertad, asumiendo implícitamente el riesgo del error, de la equivocación.    
     Mientras somos más libres, más comprometidos estaremos con nuestras propias decisiones; sin embargo este compromiso no garantiza que nuestras decisiones sean correctas, ni siquiera que seamos capaces de prever sus consecuencias.
     ¿Cuándo decidimos, sabemos en plenitud cuáles son las consecuencias de esas decisiones, la tomas en cuenta? En el campo de la ética uno de sus principios básicos es el reconocimiento de que nuestros actos, nuestras acciones producto de nuestras decisiones tienen consecuencias. Nada de lo que hacemos puede quedar sin algún tipo de consecuencias, siendo estas éticas, morales, religiosas, laborales, científicas, emotivas, afectivas, etc. Pero, todo esto se complejiza cuando no se consideran las consecuencias no deseadas de nuestras decisiones. Es decir, que nuestras decisiones encierran una caterva de consecuencias que ni esperamos, ni consideramos, ni mucho menos deseamos, que, sin embargo, están implícitas en la naturaleza de nuestra decisión.
     Un ejemplo claro al respecto la encontramos en la decisión libre de una pareja que decide casarse. En el horizonte de sus intereses está el encuentro libérrimo de dos seres que se aman y que desean construir una relación de amor que pudiera eventualmente extenderse hasta el fin de sus vidas. Cuando dos personas se casan, lo sepan o no lo sepan, en la práctica se están casando (uniendo) con una familia, una cultura, unas tradiciones, etc., que ni se esperaban ni se deseaban y que con el paso del tiempo modificarán su vida; incluso de idea de amor. Si los contrayentes tienen la capacidad de adaptarse a sus nuevas familias, podrán cumplir con sus expectativas; y de no ser así, por mucho amor y pasión que existiera entre ellos, su historia fenecerá.
     Más allá de nuestras buenas intenciones, los mejores deseos, nuestras decisiones pueden tener como resultado exactamente lo contrario a lo que deseamos. Y, esto puede suceder en todas nuestras decisiones y muchas de ellas con consecuencias fatales; así decidimos elegir a un gobernante en función de sus promesas, pero no en función de sus decisiones, y estas son las que pueden modificar la historia de una nación. Las consecuencias no deseadas de nuestras decisiones deberían obligarnos a reflexionar cada vez más sobre el sentido de éstas y explorarlas, aunque fuera someramente; pues una vez tomada una decisión se ponen en marcha eventualidades y azares.



Administrar a través de conversaciones

Autor: Alexis Vera
Publicado: e-consulta, 07 de Junio de 2011

     Casi todos los libros y cursos de administración que hay en México hablan de procesos, planeación, teorías, etc., pero –hasta donde yo conozco- casi ninguno habla del arte de conversar para movilizar y lograr los resultados deseados en una organización, ya sea pública o privada. En efecto, si hay algo que sucede todos los días en empresas, organizaciones no gubernamentales (ONGs) y organismos de gobierno, son conversaciones; pero prácticamente nadie pone atención en cómo las efectúa. Los diálogos mueven recursos –muchos recursos- diariamente; sin embargo, en las escuelas de administración de las universidades no se enseña a los alumnos a desarrollar conversaciones efectivas con los demás.
     ¿Cuántas decisiones importantes no se toman en una junta tras haber debatido cierto tema? ¿Cuántos cambios –grandes y pequeños- ocurren cotidianamente tras una conversación entre dos personas dentro de una organización? Sea ésta un diálogo entre jefe y subordinado o entre pares u homólogos, no importa entre quiénes se desarrolle la charla, todas ellas pueden cambiar rumbos. Por supuesto que también hay conversaciones relativamente triviales: que si hace frío o calor afuera; que si Pedro vino de azul y María de verde, etc. Pero aún estas conversaciones, que a veces parecen más bien chismes, tienen efectos en la vida de las instituciones. Una persona que se la pasa hablando mal con sus colegas de un compañero o compañera está transformando la realidad y, desafortunadamente, en este caso lo está haciendo de manera negativa.
En efecto, a veces no le damos importancia a lo que decimos pero, lo que conversamos con otros –y con nosotros mismos- puede transformar la realidad. Por ejemplo, si en una junta de trabajo un jefe dice a su equipo que, de ahora en adelante, las ventas no deben crecer al 15% sino al 25% y que espera que todos contribuyan al logro de la nueva meta; él está transformando la realidad de ese grupo de gente porque en adelante tendrán que hacer nuevas cosas para vender más. Ahora bien, si en esa misma junta el vendedor estrella declara que esa es una meta irrealista dadas las condiciones del mercado y, si el jefe es de esos raros especímenes que no son autoritarios y que están abiertos al diálogo, entonces sería muy probable que al final de la junta la meta sea menor a 25% porque lo ahí conversado dio un giro a la declaración del jefe.
     Hay personas que son mejores conversadores que otras y, por lo general, logran más cosas en las organizaciones porque las conversaciones son el eje y motor de los cambios que ocurren a diario en los grupos humanos. Ahora bien, ¿quién nos enseñó a conversar? ¿Quién ha tenido un curso de “conversaciones” en la secundaria, preparatoria o universidad? ¿En qué curso de administración nos enseñaron que ningún plan ocurre si no se tienen las conversaciones correctas en el momento adecuado? ¿En qué carrera de administración se enseña cómo tener conversaciones significativas con los demás para la obtención de resultados? Temo que en ninguno o, en el mejor de los casos, en muy, muy pocos. Sin embargo –y afortunadamente- en diversas universidades de educación avanzada en los países más desarrollados ya se empiezan a ver contenidos de administración a base de conversaciones.
     ¿Qué hacer entonces? Si a usted le interesa mejorar la forma en cómo dialoga con los demás, le recomiendo lo siguiente. Antes de entrar a una conversación importante piense en qué quiere que ocurra durante y después de la conversación,  determine cuál es su resultado preferido, por ejemplo (y siguiendo con el tema de las ventas), que mi jefe ponga la meta de ventas en un nivel más realista. En segundo, lugar piense cuál es su resultado de relación preferido, es decir, cómo le gustaría que fuera su relación con esa persona (o grupo de personas) después de la conversación.
     Finalmente, recuerde que es más recomendable conducir una conversación de manera asertiva que agresiva o pasiva. El conversador pasivo le da demasiada vueltas a las cosas y difícilmente llega al “grano”; le cuesta trabajo decir lo que quiere verdaderamente decir; no afronta. El conversador agresivo es al revés: suelta las cosas como le vienen a la mente pero además lo hace sin ningún cuidado por el otro, generalmente ofende, agrede con sus palabras. Pero el conversador asertivo tiene lo mejor de las dos posturas anteriores: dice lo que tiene que decir con eficacia pero además cuida la relación, lo hace sin lastimar u ofender; incluso puede crear una mejor relación. ¿Cuántas cosas más lograríamos si fuésemos conversadores asertivos?




miércoles, junio 08, 2011

La fundación del IPN y los retos que enfrentamos

Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 02 de junio de 2011

     El pasado 20 de mayo como cada año, desde 1980, se celebró el día del Instituto Politécnico Nacional. Para algunos es una fecha más, para muchos la efeméride es oportunidad de pensar en la historia de México y los desafíos que los mexicanos han enfrentado y enfrentan en la búsqueda de opciones para vivir con plena dignidad humana.
     En la década de los años 30 del siglo pasado, durante el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, se veía la necesidad de hacer viable un país con mejores condiciones de vida que las que hasta ese momento se habían tenido incluso tras la revolución. El mandatario michoacano confiaba en que el bienestar nacional se desprendería de la industrialización del país, la mexicanización de los procesos productivos y la emergencia de las clases campesina y obrera tanto de las condiciones materiales de vida como en su papel político.
      En ese contexto el general y su equipo de trabajo, especialmente el de la Secretaría de Educación Pública, se dio a la tarea de proyectar una institución de educación técnica que potenciara la formación obrera (pre-vocacional), técnica (vocacional) y profesional (ingenierías, licenciaturas) con la cual se sumaran a la economía nacional cuadros claramente capaces de generar desarrollo. Así nació el Instituto Politécnico Nacional, suma de distintas escuelas médicas, administrativas, ingenieriles que existían con el nombre de nacionales aunque radicadas en el DF.
      De entonces a la fecha el Poli ha crecido. En su estadística 2009 señalaba tener más de ciento cincuenta mil alumnos, en más de doscientos cincuenta programas educativos impartido en 81 unidades académicas. Cuenta con importantes centros de investigación. Hoy es dirigido por una mujer. Tal vez ninguno de sus fundadores imaginó este devenir y mucho más, pues al lado de esta institución hay tecnológicos y universidades politécnicas en prácticamente todos los estados del país.
      Y sin embargo los retos perviven: amplias capas de la población mexicana viven en niveles de miseria y pobreza, las clases medias se han atomizado y la riqueza está ridículamente concentrada en pocas manos; no se ha logrado cobertura real de salud, educación. La infraestructura nacional es en mucho carente. La educación sigue siendo necesaria. Cabe la pregunta ante todo esto: si la educación técnica no ha sido suficiente para un México diferente, ¿cuál es la que debemos tener? ¿con cuál habrá que soñar?, ¿cómo la habremos de concretar?
      El empuje de los fundadores del IPN puede ser un testimonio estimulante para que nosotros en nuestro tiempo enfrentemos con creatividad y ambición los desafíos de la actual época.

Reflexiones de Turista

Autora: Betzabé Vancini
Publicado: La Primera de Puebla, 02 de junio de 2011

     Hace algunos días, escuchaba en un noticiero de alguna estación de radio que parte del esfuerzo que promete hacer el nuevo gobierno es dar mayor impulso al turismo en Puebla.     
     Esto me llevó a hacer algunas reflexiones sobre la gran gama de opciones para realizar recorridos turísticos en el estado, que no sólo es bellísimo, sino que está dotado de una excelente gastronomía y una artesanía digna de exhibirse en exposiciones internacionales. Siendo foránea, pues aun a pesar de llevar más de una década viviendo en Puebla, soy originaria del estado de Guanajuato, -cuna de la Independencia y otro centro turístico sumamente concurrido y famoso-, me ha tocado vivir la experiencia de ser turista dentro de mi propio país y de mi propio estado.
     A lo largo de esta década que he vivido en Puebla capital, he tenido el gusto de visitar otros municipios entre los que se encuentran: Atlixco, Chignahuapan, Teziutlán, Cuetzalan, Zacapoaxtla, Zacatlán, Huejotzingo, etc.; y siempre he encontrado algo maravilloso en cada uno de ellos, ya sea la cultura, la artesanía o el hermoso entorno natural en el que se encuentran. Lo mismo ha sucedido en mis asiduas visitas a mi estado natal, en el que frecuentemente visito Guanajuato capital, León, Celaya y en algunas otras ocasiones Irapuato. He sido turista visitando mi estado de origen, pero lo soy también visitando el estado que habito, tal como lo he sido en la mayoría de los estados de la República que he tenido la fortuna de conocer. Sin embargo, durante este itinerante y continuo pasatiempo de viajar y visitar distintos lugares, me he encontrado con un problema que me ha hecho pasar varios corajes y me ha producido diversas reflexiones: el servicio.
     Dicen que los mexicanos somos excelentes anfitriones y que en pocos países existe la calidad en el servicio que los turistas encuentran en nuestro país; pero, ¿será que somos cálidos y tan serviciales únicamente con turistas extranjeros? Mi pregunta puede parecer juiciosa, pero a ¿cuántos de ustedes, estimados lectores, les ha sucedido que durante su visita en alguna playa mexicana, -particularmente, Los Cabos, Cancún, Playa del Carmen- en más de un restaurante encuentren las cartas con precios en dólares, o bien, les pidan, sugieran o exijan que el pago sea realizado en esa divisa o en euros? O bien, que se encuentren comiendo en un restaurante céntrico de alguna ciudad colonial y que los meseros atiendan de manera especial y preferente a los comensales que son evidentemente extranjeros, descuidando en alguna medida a los connacionales. Es una historia común y una queja que se repite entre familiares, amigos y conocidos. ¿Y qué decir cuando uno entra a una tienda y ninguno de los empleados se acerca a ofrecer su ayuda o a atender? Me parece muy triste pues siendo turistas de nuestro propio país deberíamos ser excelentes anfitriones unos con otros.
     El problema del servicio tiene sus orígenes antropológicos según algunos académicos y tiene también su explicación sociológica. Que si hacemos uso del tan mencionado concepto ?malinchismo? ?término aceptado incluso por la Real Academia de la Lengua Española- tendríamos que remontarnos a la Malinche y sus atenciones para con los españoles ?visitantes?. Parece que la historia ha reivindicado a esta mujer y ha explicado que ella misma fue víctima de las circunstancias donde para salvar su propia vida, tuvo que traicionar a su pueblo y servirle de intérprete a Cortés.
    Sociológicamente, podríamos considerarlo como un asunto de conveniencia y poder, pues desde hace ya incontables décadas el poder económico y adquisitivo proviene de otros países, particularmente de Estados Unidos y unos cuantos países de Europa, sin olvidar Asia y su creciente economía, por supuesto. México no es, al menos desde el porfiriato, parte del núcleo de los países más poderosos del mundo. La situación en la que nos encontramos sumergidos ?a veces con situación de ahogo- no nos da ninguna postura de poder, al contrario, nos vuelve particularmente receptivos hacia todo lo que venga del extranjero: empresas, remesas, maquilas, turistas, lo que sea.
     Desde un punto de vista más optimista quizá pudiéramos decir que como mexicanos, todos somos locales, y podemos conocer, explorar y servirnos en nuestra propia casa sin necesidad de anfitriones, pues a final de cuentas, la Constitución nos da el derecho de libre tránsito y especifica que todo el territorio que constituye la República Mexicana es nuestro, es decir, de todos, todos los mexicanos. Claro que esto queda un poco en entredicho cuando en un vuelo nacional de la Ciudad de México a Monterrey te hacen quitarte los zapatos, el cinturón, te revisan manualmente e incluso te hacen levantarte la playera ?tristemente, esta también es anécdota personal- para poder transitar ?libremente? por tu propio país, sí, tu propio país.
     Creo que quizá la solución podría encontrarse en impulsar el turismo, no sólo desde la inversión financiera, sino trabajando la percepción que se tiene del turismo nacional y mejorar la calidad en la atención y el servicio que se le da a los propios nacionales. A fin de cuentas, ¿quién dijo que pagar en pesos nos hace turistas de segunda categoría? Conozcamos nuestra ciudad, exploremos sus rincones, viajemos por nuestro estado y finalmente, pongámonos como meta conocer el hermoso país que habitamos.

Flores de mayo por la educación en Oaxaca

Autora: Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicado: E-consulta, 02 de junio de 2011

    Mayo es un mes emblemático  para la educación. Son ya una tradición los movimientos de protesta del gremio magisterial. Oaxaca es el estado que lleva el primer lugar en estas manifestaciones. Para tratar de entender las flores de mayo vamos a revisar lo que otras instancias proponen para la educación.
      “Mexicanos Primero” uniendo esfuerzos de distintos sectores como el Instituto Nacional para la  Evaluación de la Educación (INEE), personas de medios académicos, empresariales y de organismos internacionales ha publicado un trabajo de análisis sobre el problema de las diferencias  educativas en nuestro país.
     En este trabajo se propone un índice de desempeño educativo incluyente (IDEI) para medir de manera más justa el avance educativo considerando  los diversos contextos que configuran nuestro país. El énfasis de la propuesta está en la necesidad de evaluar el desempeño educativo de manera justa e incluyente “encontrando una medida que  permita comparar el desempeño de los sistemas educativos locales en condiciones de igualdad competitiva” (Brechas. Estado de la Educación en México 2010). 
     Para que este índice sea incluyente se considera un indicador fundamentado en la Constitución  y que se refiere a la “intensidad del incumplimiento de la Norma Educativa Básica (INEB).” (Brechas. Estado de la Educación en México 2010). 
     Esta norma dice que los niños de entre 13 y 15 años que no cuenten con la secundaria terminada deben asistir a la escuela así como los jóvenes y adultos  de 16 años o más, deben contar con  la secundaria. Según lo que plantean los especialistas esto permite contabilizar el número de individuos con carencias educativas en cada hogar, pero además determinar la gravedad de esas carencias. Esto permite ver si las autoridades se han esforzado en mejorar estas condiciones.
     El índice contempla seis dimensiones divididas en dos grandes aspectos.
     El primero considera los resultados de las políticas educativas en los alumnos  que incluye el aprendizaje de habilidades y competencias para la vida, la eficacia  que se refiere a que todos los niños puedan concluir sus estudios básicos y la permanencia que se refiere a que la escuela debe incluir a todos los niños y que no abandonen la escuela por cuestiones de sexo, religión, discapacidad, lengua o pobreza entre otros aspectos.
      El segundo aspecto se refiere a los procesos de gestión e incluye la profesionalización docente, la supervisión escolar y acompañamiento pedagógico, así como  la participación de los padres y la comunidad en las escuelas.
     El estado de Oaxaca se encuentra en el último lugar en cuanto al índice de desempeño educativo incluyente en primaria y en secundaria. Cada una de las dimensiones mencionadas se encuentra en números extremadamente deficientes, todos por debajo de cero en el índice considerado. Si las condiciones de todos los estados son preocupantes referidas al desarrollo a nivel mundial, las de Oaxaca lo son en extremo.  
     Las protestas de los maestros de la sección 22 de Oaxaca ¿van en la línea de modificar estas condiciones? ¿Exigen a su gobierno atención en estos rubros? Es importante analizar sus acuerdos y peticiones (http://www.seccion22.org.mx/2011/05/28/acuerdos-tareas-pronunciamientos-y-plan-de-accion-emanados-de-la-asamblea-estatal-permanente-celebrada-el-dia-27-de-mayo-de-2011/ ) que podemos resumir en que no se evalúe a sus profesores, exigencia de expulsión de ciertos funcionarios, y la presentación de luchadores sociales desaparecidos. Siendo los encargados de los  procesos de enseñanza no presentan alternativas para una evaluación justa que busque realmente incluir a las comunidades con grandes desventajas de manera que haya  una mejora en la calidad de la educación. ¿Suspender clases indefinidamente reducirá las brechas educativas? ¿Sus protestas contribuyen a mejorar la permanencia de los niños en la escuela? ¿Sus peticiones muestran su interés por continuar  preparándose? ¿Proponen maneras de participación constructivas tanto de ellos como de los padres de familia y de las mismas comunidades para fortalecer la vida escolar?
     La participación en los procesos educativos de nuestros niños y jóvenes es tarea de los padres  y de todos. No podemos permitir que se anule el derecho de los niños a recibir una educación con calidad. ¿Estos maestros están capacitados para ello? ¿Tienen autoridad moral para educar?
     Estos movimientos, así planteados,  lejos de promover la reflexión y fomentar la educación de ciudadanos conscientes y responsables, han desgastado terriblemente a la población generando aversión y ocasionando que la profesión magisterial tenga cada vez menos reconocimiento y prestigio social.
     Por otro lado preocupa que estos movimientos sean la alternativa que los maestros presentan frente a la perversidad del sindicato dirigido por Elba Esther Gordillo.
     ¿Por qué el magisterio y los padres de familia no nos hemos organizado exigiendo al sindicato que limite su participación a lo que le toca y que deje de lastimar a nuestros niños? ¿Por qué los maestros se empeñan en seguir deteriorando su imagen, y en desvalorarse a estos niveles? ¿Hasta dónde quieren llegar?
¿Es posible encontrar formas más sanas de participar y exigir que devuelvan al maestro su dignidad y permitan  trabajar por un desarrollo educativo incluyente que realmente disminuya la brecha educativa?