viernes, septiembre 30, 2011

¡Sí a las clases dinámicas!

Yossadara Franco Luna, para ver datos de la autora haz click aquí
Publicado en Lado B, el 27 de septiembre de 2011

Constantemente escucho a alumnos pedir, casi aclamar, clases dinámicas. Es un tópico que continuamente sale a colación tanto en diálogos formales como informales y en las evaluaciones que hacen los estudiantes a sus profesores. Los argumentos son que ellos aprenden menos porque las clases son muy tediosas y al serlo se distraen buscando algo para no aburrirse. Visto desde aquí parece que simplemente quieren entretenimiento y no educación.

Los docentes, por otro lado, también concentran parte de su tiempo pensando en cómo hacer clases de ese tipo. Buscan, cual receta de cocina, actividades para que los alumnos sientan ―que no es lo mismo que sea― que la clase es excepcional o en su defecto va mejorando. Incluso cuando se habla de transformación docente hay un acento claro en que se dinamice al grupo construyendo una sesión atractiva y ello implica que disponga de toda su creatividad posible para que al estudiante le signifique algo el conocimiento que ahí se vierte. Parece que buscan llenar la profundidad que un tema requiere haciendo un circo de la clase.

Estoy de acuerdo: las clases deben ser dinámicas. Pero surgen dos preguntas en torno al tema ¿qué implica y qué elementos debe contener una clase sea dinámica? De las respuestas a estas problemáticas depende lo que realmente sucede en el hecho educativo. Los alumnos deben tener claro qué es lo que están pidiendo y los docentes saber qué es lo que quieren ofrecer.

En el fondo las clases, de cualquier grado, deben perseguir que el patrimonio intelectual de la humanidad se vuelva iluminador, es decir, que las personas que van conociendo una serie de datos y que de ellos en conjunto con la realidad tejen reflexiones sean capaces de sentirse provocados por la sociedad en la que viven y mejor aún que esa realidad los convoque a algo en bien del otro y de sí mismo. Un mundo más humano se trenza con datos, realidad y reflexión.

Una vez que se ha esclarecido el sentido de la clase es indispensable pensar no en cómo pueda parecer o hacer sentir que es dinámica sino en que de verdad lo sea.

Hay que dejar en claro: una clase dinámica es un diálogo profundo de ida y vuelta que realizan docentes y estudiantes en torno a un tema. Dinamizar una clase es responsabilidad de dos; no es la tarea del maestro porque si así lo fuera es de suponerse que los alumnos serán simples espectadores que pueden salir del show divertidos o aburridos, criticando las estrategias, las formas y los contenidos; esperando un mejor espectáculo para la siguiente, señalando en la evaluación a sus profesores con el dedo inquisidor al que menos los hace reír y al que más los hace dormir.

Por otro lado, el docente no puede ser un simple instructor que llega a un salón, realiza un monologo que versa sobre algún tema y decide que quien tenga interés lo siga. Su propósito no se haya en formar a sus estudiantes sino en regodearse en sus conocimientos siendo así un simple repetidor de datos y autores.

Ambas posturas son muy fáciles de encontrar en una escuela porque la tercera opción implica mucho esfuerzo. Una clase dinámica deberá ser aquella en la que se desmenuce el contenido siendo el alumno quien comience el ejercicio y para ello se requiere que lleguen a la sesión preparados, es decir, con los temas previamente investigados, sabiendo que no basta con hablar sino que el requerimiento es ir sumando datos y posturas a la clase. El docente fungirá como un verdadero guía, orientará las reflexiones y de forma honesta le dirá al alumno cuando acierta en éstas y cuando no lo logra; planteará preguntas que originen un debate serio y no una simple pelea por tener la razón.

El docente cerrará la clase abundando sobre lo que los alumnos no pueden ver por su propia condición de alumnos, implica no sólo el dominio del tema sino la pericia para abonar en los alumnos la duda, la inquietud y con ello la necesidad por querer más de esa clase: nadie se resiste ante un cañonazo de inteligencia.

Las ganancias son enormes: los alumnos tomarán la responsabilidad de las clases en sus manos y su papel como estudiantes seguramente los llevará a erigirse como ciudadanos reales, no aspirarán a divertirse en la clase porque entenderán que ésta es un espacio de reflexión y no el disneylandia con libros. Por otro lado, los docentes tendrán que estudiar más y ello seguramente los llevará a ser investigadores no sólo de su propia docencia sino de temas que sí pueden llegar a ser resueltos. En ese sentido, sí a las clases dinámicas.

lunes, septiembre 26, 2011

El desafío de elegir

Autor: Alexis  Vera
Publicado: La Primera de Puebla, 20 de septiembre de 2011

     Una de las más brillantes ex alumnas de la Licenciatura en Mercadotecnia de la Universidad Iberoamericana Puebla, de quien fui profesor en la misma carrera hace más de 5 años, se acercó a consultarme un asunto que no deja su alma en paz. Ximena (nombre ficticio) se siente muy ansiosa porque debe elegir entre quedarse en su actual trabajo ?con un buen sueldo, en una buena empresa y con grandes perspectivas de crecer- o buscar algo que personalmente la haga más feliz. Así que Ximena debe decidir qué es mejor para ella y eso la ha puesto en una situación de crisis porque no sabe qué elegir. Su crisis la ha llevado a ver al psiquiatra, quien le recetó una semana de reposo en casa ?además de medicamentos- puesto que Ximena tiembla cada vez que pisa la empresa donde trabaja.   
     No está a gusto con su actual trabajo pero no lo quiere dejar por alguna profunda razón que sólo ella conoce. Así que ha venido postergando su elección, y eso la ha metido ya en problemas.
     Como Ximena, prácticamente todos los jóvenes y adultos deben tomar decisiones que marcarán significativamente el resto de sus vidas. Deben elegir entre dos o más opciones que son excluyentes entre sí. El reto llega sobre todo porque nadie nos enseñó o nos entrenó para tomar decisiones (y menos aún para tomar decisiones difíciles o trascendentales). A los graduados universitarios casi en cualquier trabajo les pagan por tomar decisiones, incluso aunque se trate de autoempleo o negocio propio. Dependiendo de la calidad de sus decisiones es que nos irá bien o mal en el trabajo y en la vida. Y entonces ¿por qué nadie nos enseña cómo se pueden tomar mejores decisiones?
     El sistema escolar, desde primaria hasta la universidad, está centrado todavía en la memorización de conceptos, técnicas, teorías, etc., m as no en el procesamiento de la realidad para decidir mejor. El enfoque por competencias ?tan famoso ahora en el ámbito escolar- está centrado en que los alumnos aprendan a hacer; que aprendan a resolver situaciones, pero no necesariamente a elegir entre diversas alternativas. Lo curioso del caso es que todos los días tenemos que estar tomando decisiones (cada una con su grado de importancia) y dependiendo de la calidad de nuestras elecciones será la calidad de la vida que llevemos.
     Regresando al caso de Ximena, ella no tiene claro qué debe elegir, quizás porque no tiene claro qué quiere que resulte de su decisión: qué producto desea obtener; qué quiere favorecer con las consecuencias de su decisión. A esto se le llama identificar los criterios de decisión, es decir, lo que se quiere favorecer con el resultado de una decisión determinada. Los criterios de decisión pueden estar relacionados con valores: aquellas cosas, personas, situaciones o aspectos de la vida que más aprecio o valoro. Identificar cuáles son los posibles criterios de decisión ayuda mucho a clarificar el escenario de la elección que se tiene enfrente. Por ejemplo, en el caso de Ximena, sus criterios de decisión podrían ser (sin juzgar por ahora si éstos son adecuados o inadecuados para la situación): prestigio profesional, mejor posición económica personal, felicidad, paz interior, etc. Una vez identificados los posibles criterios, habría que hacerse la pregunta ¿con qué criterio debo o quiero tomar esta decisión y por qué? Posteriormente, ayudaría el indagar con qué valor personal profundo se relaciona este criterio para ver si, en el fondo, la elección abonará o no a algo que ella en verdad aprecie y no a algo que otros esperan que ella aprecie (esto último suele suceder porque somos naturalmente sociables y porque además a los demás les gusta opinar sobre lo que uno debería hacer con la vida propia).
     Elegir entre opciones es todo un arte, en especial cuando se trata de decisiones que marcarán nuestro destino como personas. Nuestras elecciones generan nuevas realidades; crean y destruyen futuro; inciden en nuestra realidad y en la realidad de otras personas. Con frecuencia no damos importancia al proceso de elegir para actuar. Decidimos cosas importantes con poco tiempo y poco análisis; y perdemos de vista que, generalmente hablando, en realidad no existen buenas o malas decisiones porque ello depende de con qué criterio se evalúen. Sin embargo, sí podría existir una inadecuada selección de criterios para decidir. Estos últimos tienen que ver con el sentido que un sujeto quiere dar a las acciones que se derivarán de su decisión. Así que cuando estemos en una situación como la de Ximena, yo preguntaría ¿qué quiero favorecer con el resultado de mi decisión? Y ¿qué importancia tiene en mi vida eso que quiero favorecer?

La guerra de los sexos. ¿Para qué buscarle jorobas a la tierra, estando el suelo tan parejo?


Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado: Puebla on Line, 21 de Septiembre, 2011.

     Hace pocos días escuche a Gaby Vargas en una cápsula radiofónica, hablando de las mujeres alfa, a pesar de que esta mujer no es santo de mi devoción y estaba a punto de cambiar de estación, pronto sus comentarios atraparon mi atención por la descripción que se hizo de esta clasificación en el género femenino, así que me di a la tarea de indagar sobre este tema para poderlo referir en uno de mis escritos para el blog de círculo de escritores.
     Así fui encontrando que las mujeres alfa son más conocidas de lo que creía y esto es porque ya se habla mucho de éstas, pues lo que las caracteriza es que son profesionalmente exitosas, económicamente independientes, están obsesionadas con su apariencia física, mantienen el control de aquellas personas que viven y trabajan con ellas, resuelven con cierta facilidad situaciones conflictivas y suelen ser encantadoras con aquellos que no las conocen; son preferente mente solteras, pero también las hay casadas, con hijos o sin ellos, su rango de edad está entre los 25 y 54 años;  y lo más importante para ellas es su trabajo.
     Se cree que este cambio en la mujer de sumisa a alfa en pocos años, se ha debido a la lucha feminista que se inició en la década de los setenta y que se ha fortalecido con el cambio en la legislación, en que cada vez más mujeres se preparan profesionalmente y al lugar que los propios padres les han dado en la familia. Así que cuando llegan a la edad adulta, estas mujeres no consideran al matrimonio como única opción de desarrollo personal, como muchas veces sucedía en el pasado y creen que tener hijos es importante pero no necesariamente lo es tener una pareja.
     A pesar de todo lo que estas mujeres han ganado, en el desarrollo de su persona, y que es de aplaudirse, el asunto no es perfecto, pues muchas de éstas pueden llevar sus relaciones personales y laborales a extremos incomprensibles, es decir,  tienden a ser perfeccionistas, a no tolerar que otros se equivoquen, a justificar sus propios errores e incluso minimizarlos, a menospreciar a otros que están cercanos a ella, particularmente si estos son varones, a ridiculizar a la pareja a ejercer un control desmedido con los hijos y el esposo hasta un punto tal que se vuelven intolerables.
     Empecé a observar a mi alrededor y pude ver que cerca de mi, había muchas mujeres alfa, muchas de ellas además guapas y elegantes, unas más conservadoras, tratando de mediar entre su éxito profesional y su familia, esto es lo que se llama una mujer alfa de perfil bajo; pero otras sacrificando a sus seres queridos por lograr sobresalir más que ninguno. Entre todas las que observé,  dos llamaron fuertemente mi atención, porque además han creado una guerra entre ellas, haciéndome evidente que intolerables son.
     Por otro lado, y buscando más acerca de estas mujeres me encontré un blog, por cierto nada recomendable, que tenía como un elemento prevenir a los hombres de relacionarse con mujeres alfa, a las que calificaba como sexualmente atractivas, pero con las que no era conveniente vivir, así que había que estar con ellas mientras fueran divertidas y desecharlas cuando se volvieran intolerables.
     Esto realmente me hizo pensar sobre lo que estamos haciendo como género, y no es que quiera que volvamos a las viejas prácticas en donde se esperaba que una mujer fuera sumisa, sin embargo debemos reconocer que los hombres tampoco deben serlo para que podamos establecer buenas relaciones. Me parece que las mujeres y los hombres somos cualitativamente distintos, tanto biológica, como psicológica y emocionalmente porque somos complementarios.
     Por qué queremos tener el poder, unas y otros, por qué no podemos reconocer que la soledad es terrible y además que no queremos estar solos, ni ellos, ni nosotras. Por qué no aceptamos que los otros son diferentes porque eso nos enriquece. Por qué forzosamente queremos tener el dominio sobre los otros… eso qué nos deja… a dónde nos lleva… qué logramos…
     Me parece que nada, que nos deja el vacío, la soledad, la desesperanza. Por qué no mejor pensamos que ser libres y plenos es crecer juntos armónicamente. Por qué no mejor enseñamos a nuestros hijos que cada uno de nosotros tiene un valor sólo por el hecho de que es una persona, que piensa, siente, tiene creencias… aunque sea diferente a mi y que mi deber es quererlo y entenderlo justo desde esa diferencia y que sin esa diferencia, yo precisamente, estaría incompleta.
      Mujeres, hombres. Hombres, mujeres. No busquen perfecciones, que ninguno de nosotros es perfecto, terminemos esta guerra, empecemos una relación de iguales. Los invito a ver a su complemento… como eso. Exactamente como la otra parte sin la que no se alcanza la felicidad.

A propósito del 11-S

Autor: Rubén Hernández Herrera
Publicado: en Lado B, 20 de septiembre de 2010

     El filósofo estadounidense de origen español, Georges Santayana se hizo célebre por acuñar la expresión “Aquellos que no recuerdan su pasado, están condenados a repetirlo” y esta la emitió por el horror que le causaba el holocausto que muchas víctimas de diversas nacionalidades padecieron a manos de la locura nazi. Particularmente se cuenta que fue expresada en una visita al campo de concentración de Auschwitz. Y tal consigna en Occidente la hemos aceptado como un principio axiomático que por ser tan evidente no admite ser cuestionada. Pero, ¿cómo se debe recordar el pasado?, ¿memorando la bestialidad, el horror de la estupidez humana tal cual fue, con todos sus detalles, o tomando consciencia de que los sueños de la razón producen monstruos, como lo dejó plasmado en su célebre aguafuerte el gran Goya? Todo este preámbulo viene a cuento por el recién aniversario del atentado contra las torres gemelas conocido como el 11-S. Todos los noticiarios de Estados Unidos y los del mundo que los siguen, y muy particularmente los canales destinados a la difusión de temas culturales o históricos como Discovery Channel, History Channel y National Geographi, nos recordaron los acontecimientos de esos días haciendo gala de imágenes terroríficas, sin hacer la mínima concesión  al espectador. El show mediático del 2001 uno se repitió diez años después, pero corregido y aumentado con imágenes inéditas. Ahora bien, ¿cuál es la intención de tan dantesco espectáculo? En tales medios insistían que ese día el mundo cambió, que la historia de la humanidad es otra a partir de ese día. Cuando el tiempo haya tomado la suficiente distancia que permita valorar tal afirmación serán los análisis de los historiadores los que nos indicarán sobre su trascendencia, es decir, si realmente  es un auténtico hito en la historia, o tan solo una anécdota sangrienta de principios de siglo. Los medios de comunicación son muy proclives a manipular con enorme facilidad el sentido de la historia, haciendo de lo trivial un acontecimiento de gran magnitud, que con el paso del tiempo se diluye sin que realmente haya modificado o alterado radicalmente  ni la vida del país afectado y mucho menos la del resto de la humanidad.  Pero en tanto esperamos el juicio ineludible de la historia con mayúsculas, ¿por qué se nos vende un acontecimiento, ciertamente doloroso y criminal, como el 11-S como si fuera el acontecimiento más trascendente de lo que va del siglo, no solo de los Estados Unidos, sino de toda la humanidad?, ¿qué intencionalidad es la que se oculta, qué intereses se esconden?, ¿por qué no se dejan cicatrizar las heridas y se promueve que el dolor se reproduzca una y otra vez? Si de recordar se tratara, también se deberían de recordar las numerosas víctimas que Irak, Afganistán, o Paquistán han tenido como consecuencia de la invasión de las fuerzas imperiales legitimadas por las muertes del 11-S. Estado Unidos nunca ha querido empañar su imagen internacional invadiendo a quien se le antoje expresando sus auténticas intenciones que no son otras que hacerse con los bienes de una nación. Tal como sucede con conocidos personajes cinematográficos, por ejemplo, Rambo (Silvester Stalone) o John McClane (Bruce Willis), antes de convertirse en máquinas de matar y cometer toda serie de atrocidades, se les presenta como ciudadanos relativamente tranquilos, respetuosos de la ley, pero que al ser violentados por los malos, atentando contra su dignidad, o masacrando a sus seres queridos, encuentran la legitimación de ser peores que los asesinos con los que se enfrentan, teniendo como plus la complacencia de los espectadores que gozan con la legítima venganza de tales personajes. Pues bien, esta es la misma lógica que Estados Unidos utiliza en sus invasiones.    
     Primero se hacen las víctimas y después atacan ferozmente, por ejemplo: el hundimiento del Main que dio origen a la guerra hispano estadounidense,  Pear Harbor, o el 11-S, por citar los más conocidos. ¿Por qué no cerrar las heridas y seguir rascándose las cicatrices? ¿Estados Unidos quiere justicia o venganza, o quiere dejar abiertas las heridas para legitimar una nueva invasión? Si algo ha dejado el espectáculo mediático del 11-S para ser recordado por la humanidad es la institucionalización del miedo. Enrique Gil Calvo en una de sus obras parafrasea la famosa frase de Marshall McLuhan, que decía el “Medio es el mensaje”,  titulándola: “El miedo es el mensaje”. El miedo es el que se quiere institucionalizar para aterrar a la sociedad y a través de él impedir principios de reconciliación, perdón o construcción de una sociedad en principios de no violencia, como recientemente el Dalai Lama ha recordado una y otra vez. La violencia crea más violencia y además la legitima. Sin duda, en muchos casos la recreación de las imágenes del 11-S generan deseos de venganza, que no de justicia, tanto en las víctimas, como en los espectadores.

lunes, septiembre 19, 2011

La vida es un riesgo

Autora: Marcela Ibarra Mateos
Publicado: Puebla on Line, 13 de septiembre de 2011

     Las redes sociales como tweeter y facebook promueven desde hace varios días la no participación en los festejos del 15 de septiembre. Las condiciones de pobreza, violencia, impunidad, indefensión que se viven en muchas regiones del país han generado que el descontento y la indignación de los mexicanos, especialmente de los jóvenes, se haga evidente en estos espacios tecnológicos.
     Y es que ciertamente la vida en México se ha convertido en un riesgo, particularmente para los casi 30 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años que viven en nuestro país. Casi 15 millones de estos jóvenes viven en condiciones de pobreza, aproximadamente el 70 por ciento no tiene acceso a seguridad social. Cerca de 700 mil niños y jóvenes tuvieron que dejar sus estudios el año pasado para incorporarse al trabajo. Estos factores condicionan la incorporación voluntaria u obligada (por familiares o bajo amenaza) de estos muchachos a la migración laboral que va hacia Estados Unidos, el narcotráfico u otro tipo de empresas ilícitas que representan la oportunidad de entrar a un mundo que, promueve un consumismo exacerbado, al que solamente se puede acceder con dinero y poder.
     Sin embargo, ninguna de estas opciones ha resultado en una posibilidad de mejorar sus condiciones de vida. El 67% de los fallecidos en la guerra contra el narcotráfico tienen menos de 29 años. Si este dato nos sorprende, más aun, nos escandalizamos cuando los diarios y los noticieros nos muestran imágenes de sicarios, jefes del narco, y cadáveres de jóvenes casi niños. Las narraciones en torno al reclutamiento de niños para formar parte de las filas del crimen organizado nos parecen fuera de proporción, pero recuerdan los relatos de las guerras civiles en otros países. Son ellos, los que quedan en medio de la violencia.
     Con respecto al tema de la migración, la historia tampoco es tan alentadora como quisiéramos. A pesar del aumento de políticas restrictivas en estados fronterizos y del aumento de la vigilancia en la frontera, el flujo migratorio de mexicanos a Estados Unidos sigue siendo significativo. Si bien se registró un descenso a partir de la década de los ochenta, hoy día todavía unos 600 mil mexicanos intentan cruzar la frontera anualmente, cerca del 40% de ellos tienen entre 15 y 29 años. Muchos de ellos realizan el trayecto sin sus padres, encargados al pollero, o algún vecino.
     Hoy día, el riesgo se ha incrementado, ya que los lugares que están menos vigilados son los más peligrosos y es justamente por donde cruzan la mayor parte de los migrantes. Los desiertos de Sonora y Arizona, se han convertido en las rutas más transitadas y más peligrosas, no sólo por las condiciones geográficas y climáticas, sino también por la serie de personajes como secuestradores y asaltantes que vigilan el paso de los migrantes para violar a las mujeres, quitarles sus pertenencias o cobrar un rescate a sus familias. Las jovencitas son las más vulnerables en este proceso. También se ha vuelto una práctica común que los narcotraficantes obliguen a los migrantes a transportar su mercancía como condición para obligarlos a cruzar la frontera.
     Actualmente, en Estados Unidos viven aproximadamente 30.7 millones de hispanos de origen mexicano; la edad media es de 25 años y el 20.8% de ellos viven en condiciones de pobreza. Los jóvenes que han querido continuar sus estudios en Estados Unidos, aún como migrantes indocumentados, tienen que truncarlos una vez que concluyen la preparatoria ya que el camino hacia un nivel universitario requiere de una mayor competencia en el idioma inglés, pero sobre todo de dinero y documentos que comprueben una estancia legal en aquel país. Estos jóvenes tienen que conformarse con tener empleos de poca calificación, recibiendo salarios muy bajos.
     La criminalización de los migrantes en Estados Unidos, ya sea porque son considerados flojos, un costo para el estado o personas que quitan el empleo a los nativos migrantes, configura un espacio para que los jóvenes se incorporen a pandillas que muchas veces son violentas. Hoy día, siete de cada 10 presos hispanos son mexicanos.
     La vida para los jóvenes tiene oportunidades restringidas, pero sobre todo se ha convertido en un riesgo. El gobierno no asume, como en otros temas, una responsabilidad plena sobre estos sujetos, no se hace cargo de ellos y simplemente los clasifica o les pone sobrenombres. Bajo las circunstancias en que se encuentran los jóvenes, no basta con políticas adecuadas. Además de mirar y comprender las distintas formas de ser joven, de generar espacios de creatividad y de resistencia, de participación y de formación, de adquisición de saberes y de oficios en donde ellos encuentren sentido o le den sentido a sus propias vidas, se requiere de atender las desigualdades, pero sobre todo de generar los mecanismos que controlen la impunidad que se vive en este país.




Podremos Educar en Valores?

 Autora: Celine Armenta
Publicado: e-consulta, 12 de Septiembre de 2011

     “Podemos, y por tanto debemos educar en valores”, fue la premisa fundamental de la reciente Cátedra Pablo Latapí. “Los valores son el corazón de la educación”; rezaba el título del evento, que este año tuvo por sede a la Ibero Puebla. De tal título se infiere que sin valores, no hay educación imaginable. Y a quien dudara de ello, el erudito colombiano Bernardo Toro explicó en su calidad de orador principal, que el deterioro ambiental y las enfermedades comunitarias y personales pueden prevenirse desde una educación equitativa y de calidad para todos, que sustituya el deseo desmedido de éxito y la ambición del poder, con bienes públicos y posibilidades de una vida digna para todos.
     Con estas ideas en mente, me puse a redactar el borrador de este artículo. El calendario favorecía mis intenciones de escribir sobre educación en valores. Estamos en septiembre, con las fiestas patrias delante, que en buena medida son la conmemoración de gugerras, muertes, intolerancia, incapacidad para el diálogo, abusos y excesos de poder, sojuzgamientos y sangre derramada. Conmemoramos también el aniversario del golpe de estado antidemocrático en Chile, con su secuela de represión y muerte, y el ya no tan reciente ataque terrorista en Nueva York, con su secuela de paranoia y explícitos actos de venganza. Y por si fuera poco, el Dalai Lama hablaba por televisión sobre la necesidad de educar para la tolerancia y la convivencia.
     Total, que el domingo empecé a escribir, sumándome a las voces que afirman, sin lugar a dudas ni escepticismos de ningún tipo, que educar en valores es posible, viable, razonable, factible, y demás términos similares. Yo planeaba añadir un granito de sabiduría y proponer caminos para tal educación, métodos y contenidos. Pero del dicho al hecho, hay mucho trecho; y del plato a la boca se cae la sopa.
Hacia las cuatro de la dominical tarde, tuve que salir de compras; llovía en nuestra Angelópolis y bajo el agua esperé el microbús un rato largo. Tiritando y con la flojera que se cernía sobre toda la ciudad, entré con prisa al supermercado; tomé lo que necesitaba y me formé en la fila rápida.
     Tres lugares delante de mí una mujer más vieja que yo, o sea muy anciana, llevaba dos artículos en las manos; detrás de ella, una mujer joven, treintañera, con su retoño de nueve o diez años, llevaba un carrito con bastantes objetos; posiblemente más de los que supuestamente pueden pasar por las cajas rápidas. Pero nadie le decía nada; los domingos, junto a la flojera, medra la desidia y ambas muestran camuflaje de tolerancia.
     La anciana titubeó al caminar hacia la caja, y la mujer aprovechó la fracción de segundo que duró este titubeo para empujar a su hijo de modo que se colocara delante de la mujer. El chiquillo lo hizo con la pericia de quien está acostumbrado a ello. Cuando la anciana intentó recuperar su lugar, la madre indicó a su hijo que no se moviera; y empujando el carrito lleno de mercancías lo encajó delante de la anciana, y en un santiamén lo vació sobre la banda de la caja.
     La anciana, desconcertada y con la lentitud que dan los años, trataba de colocar su mercancía en la banda sin percatarse de que ya había sido desplazada.
Cuando al fin notó que le habían quitado su lugar, tocó al niño en el hombro y le preguntó con ironía, a manera de reclamo: “¿ustedes estaban delante?” El niño puso cara de susto; no tenía respuesta. La madre terció entonces: “¿qué quiere? No se meta con mi niño”.
     El varón que estaba delante de mí y yo, coreamos apoyando a la anciana: La madre se convirtió en basilisco; gritoneó su derecho a abusar de quienes “se dejan”. Cuando traté de hacerle ver que estaba enseñando a su hijo a comportarse como gandalla, y así creaba un entorno potencialmente abusivo contra todos, me miró despreciativa y me soltó que su hijo no iba jamás a ser “un dejado”; que si otros lo eran, nimodo; y que nadie le iba a decir cómo educarlo.
     Total, la fila rápida se tornó lenta; la lluvia arreció, y las dudas me enfriaron más que el agua. ¿Hay manera de educar en valores cuando hasta nos enorgullecemos por el desprecio hacia la legalidad y el orden, y no reconocemos pero exhibimos un brutal complejo de víctimas que nos lleva a abusar para prevenir que abusen de nosotros? ¿Cómo evitar excesos de poder y de ambiciones desde la educación formal? ¿Cómo predicar tolerancia y legalidad cuando tales conductas se consideran propias de débiles, y ser débil, o sea “dejado”, parece la peor condición posible?





Universidad y entorno que la permea.

Autor:Gonzalo Inguanzo Arteaga
Publicado: : En Lado B, 13 de septiembre de 2011

     El viernes pasado y dando respuesta a un esfuerzo del Campo Estratégico de Acción, Modelo y Políticas Educativas que busca en las universidades del Sistema Jesuita Mexicano incidir en las políticas públicas en materia educativa, se reunieron un grupo de investigadores de las universidades que pertenecen al sistema anteriormente señalado, con el primer objetivo de reflexionar y decidir qué temáticas tendrían un alto nivel de importancia y que deberían ser investigadas en relación al nivel de educación superior.
      El abordaje de las posibles temáticas puso sobre la mesa que en los últimos 15 años la educación superior mexicana ha estado mostrando algunas tendencias básicas: se nota un crecimiento importante en la matrícula total en el nivel de educación superior, se constata la aparición y aumento progresivo de muy variadas instituciones con propuestas formativas que vienen a proponer nuevas formas de entender la educación superior y también de un importante crecimiento cuantitativo en lo referido a las instituciones en el ámbito de lo privado. Estos elementos y otros más han ido marcando la importancia de cuestionarse hasta que medida los cambios operados en el nivel de educación superior están transitando por derroteros viables o solo hemos ido respondiendo a un entorno demandante sin que exista seguridad en cuanto a cómo se están dando los cambios.
      Ante la pregunta de cuáles pudieran ser las temáticas de una investigación que implicara no solo a las universidades del Sistema Jesuita Mexicano sino que permitiera integrar investigadores de otras universidades, sin importar si eran del sector público o privado, fueron surgiendo temáticas variadas dentro de las que se pueden destacar las siguientes: visión y misión de la educación, modelos de organización y gestión institucional, reformas curriculares, desarrollo de competencias, disciplinariedad y transdiciplinariedad, diversificación de las modalidades educativas, formación de docentes, financiamiento y disminución de costos, la universidad en su reorganización interna para tener un impacto en el contexto en donde está anclada sin perder de vista la pertinencia social de la institución educativa, acceso y cobertura, responsabilidad y compromiso social, continuo educativo, entre otras más.
      Después de una reflexión profunda el grupo de investigadores reunidos decidieron el abordaje de dos temas centrales pero que no serán entendidos como temas sino como núcleo que permite aglutinar temáticas a manera de red de problemas y estos fueron “el impacto social de las universidades”  y “financiamiento y equidad en la educación”
      Valorando la disimilitud de los temas abordados y seleccionados para una futura investigación y sin dejar de reconocer que son inobjetablemente pertinentes e importantes, lo que pudiéramos señalar es que sin importar los avances que se puedan presentar, se advierte que en materia de educación, y en particular del nivel de educación superior, los cambios experimentados en la última década, marcan el principio de innovaciones y reestructuraciones que han de llevar al país a una nueva preparación para responder a los desafíos de la sociedad del conocimiento del siglo XXI. A fin de cuentas, esto tiene que ver con la capacidad de brindar al conjunto o la mayoría de los ciudadanos las condiciones de una inserción o reinserción socio cultural más allá de lo profesional.
      Acércanos al reto de investigar lo que sucede en el nivel de educación superior, de aproximarnos a la realidad de lo que se vive al interior de la “universidad” pasa por acertar que en éstas conviven diversas tensiones, tanto en sus relaciones internas como con el entorno en la que se anclan. Al escuchar a cada uno de los investigadores asistentes se acepta como normal la existencia de ideas de desafío, riesgo, complejidad e inestabilidad.
      Un primer paso es reconocer que no debemos evitar esta situación, todo lo contrario, es indicio de desarrollo, de progreso, de cambio. Aceptar esto significa que admitimos el desafío de reconstruir la universidad para que ella nos ofrezca un flujo continuo de reinterpretaciones sobre nuestras historias para añadirlas a los que ya tenemos sobre el mundo y nos permita retroproyectarla a un mejor futuro.
     Al final todos sonreían y aceptaban el reto de repensar la universidad, eso en si mismo lo considero como un avance de suma importancia.



No alimentos chatarra, no obesidad

Autora: Claudia Rodríguez Hernández
Publicado: La Primera de Puebla, 08 de septiembre de 2011

     ¡Finalmente lo conseguimos, somos el país con más niños obesos en el mundo! Pero al parecer no hay nada de que preocuparse, las máximas autoridades de las secretarías de Salud y Educación Pública del país ya tienen la solución perfecta misma que echarán a andar en este ciclo escolar 2011-2012 y que resolverá el problema de manera inmediata. ¿Cuál es esa solución? Prohibir la venta de alimentos chatarra en todas las escuelas del país? ¡Claro!... No entiendo cómo no se les había ocurrido antes a nuestras autoridades.
     Estamos en el nada honroso primer lugar de obesidad infantil, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2006 (ENSANUT 2006), la prevalencia de sobrepeso y obesidad aumento un 39.7% de 1999 a 2006 en niños de 5 a 11 años y se presenta en uno de cada cuatro niños (26%).
     Es importante considerar que los principales factores de riesgo de la obesidad infantil son por un lado los malos hábitos alimentarios, que implican una dieta alta en contenido de calorías con consumos elevados de grasas, especialmente las saturadas y trans, azúcares y sal; y por otro lado el sedentarismo, las horas que los niños pasan frente al televisor, la computadora y los videojuegos.
     En el Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria publicado en enero de 2010, se establece que el 48% de lo que comen los niños de 1 a 4 años de edad durante el día, proviene de alimentos procesados. Además, en planteles de educación primaria, los escolares tienen hasta 5 oportunidades de comer en 4 ½ horas de escuela y la ingesta durante este tiempo llega a ser de alrededor de la mitad del requerimiento de todo el día (840 a 1250 Kcal).
     Con base en los datos anteriores, es lógico que nuestras autoridades supongan que si los niños dejan de comer alimentos chatarra en la escuela el asunto de la obesidad queda arreglado. Pero para que esto suceda hay que ir uno o quizá varios pasos atrás y empezar por orientar tanto a los niños como a los padres y a los maestros, con la finalidad de modificar y corregir poco a poco los hábitos alimentarios y no sólo en la escuela sino también en la casa. Lo importante es que tanto niños como adultos aprendan a comer, que sepan que pueden comer de todo, incluso alimentos chatarra pero con moderación y que cuando dejen de comer algún alimento sea por convicción y no por prohibición.
     El hecho de prohibir la venta de alimentos chatarra en las escuelas primaria, no implica que los niños no los van a comer, debido a que la mayor parte del día están en casa y es ahí en donde corren el mayor riesgo, donde pasan horas frente a la televisión viendo comerciales sobre botanas, galletas, golosinas y refrescos, donde debido al ocio no encuentran otra cosa mejor que hacer que comer para entretenerse.
     Por otro lado, es importante considerar el hecho de que las empresas que elaboran botanas, galletas, chocolates y refrescos; de manera inteligente han sacado al mercado presentaciones más pequeñas de sus productos, mismas que por su contenido de calorías sí están autorizadas por la Secretaría de Educación Pública y por la Secretaría de Salud para su venta en las tienditas escolares. Lo anterior significa que ni siquiera se está cumpliendo estrictamente la orden de retirar todos los alimentos chatarra de las tienditas escolares, sólo se retiraron las presentaciones grandes y se introdujeron unas pequeñas. Y entonces lo que ahora sucede es que los niños no compran un paquete sino dos o tres y al final comen la misma cantidad que antes comían.
     El error más grave de nuestras autoridades al proponer esta estrategia, no es prohibir la venta de alimentos chatarra en las escuelas, sino haber establecido y asegurado que mediante esta medida se solucionará el problema de la obesidad, y esto evidentemente no es posible, la obesidad es resultado de una serie de factores ambientales, sociales, culturales y económicos que en conjunto intervienen de manera directa sobre los hábitos de alimentación, por lo tanto, es un problema multifactorial que se tiene que resolver como tal, se debe confluir desde muchas disciplinas y poner en marcha distintas estrategias para poder conseguir resultados que verdaderamente tengan un impacto positivo en la disminución de la prevalencia de obesidad en la población infantil. En conclusión, el problema de la obesidad en México no se resolverá sí únicamente se prohíbe que los niños consuman alimentos chatarra en las escuelas.


El lugar moderno de trabajo

Autor: Alexis Vera
Publicado: e-consulta, 8 de septiembre de 2011

     El pensamiento administrativo más reciente destaca la necesidad de crear grandes lugares de trabajo para los colaboradores de una organización. Ya no es suficiente con ofrecer un sueldo competitivo, ahora es necesario crear un entorno laboral estimulante si se quiere atraer y retener gente talentosa dentro de la empresa o institución.
     Se trata pues de generar entornos que inspiren a la gente; entornos que hagan que los colaboradores saquen lo mejor que llevan dentro y así contribuyan a la creación y entrega de mejores productos y servicios para la sociedad. Todos sabemos que un equipo inspirado es susceptible de ganar cualquier competencia, incluyendo -por supuesto- la competencia comercial.
     Crear grandes ambientes de trabajo es todo un arte y supone que de entrada existe(n) uno o varios líderes dentro de la organización que tiene(n) la visión y el ideal de estimular en vez de castigar a las personas para lograr resultados. Esto contraviene viejas y presentes prácticas de liderazgo y gestión donde se ha partido del supuesto de que la gente es perezosa y tranza por naturaleza y que, por lo tanto, hay que vigilarles y controlarles cercanamente todo el tiempo para evitar que se descarríen.
     A los ambientes laborales que inspiran lo mejor de la gente, algunos pensadores y practicantes del management les llaman “ambientes de confianza” o de “alta confianza”; otros los describen como entornos felices de trabajo o realizadores (desarrolladores) de la persona. Este aspecto ha cobrado tal importancia en los países más desarrollados que incluso se ha elevado al mismo nivel de importancia de los resultados financieros (y no porque se trate de organizaciones humanistas sino porque, siendo iguales las demás variables de desempeño, una empresa donde la gente se siente bien tratada casi siempre produce mejores resultados financieros que otra donde la gente se siente oprimida).
     No hace mucho leí que existe una empresa estadounidense que tiene un “Chief happiness officer”, es decir algo así como un “presidente de felicidad”, un puesto del más alto nivel jerárquico (le reporta al presidente de la compañía) cuya chamba es procurar que todo el talento de la organización se sienta inspirado y dé lo mejor de sí.
     Crear ambientes que inspiren empieza con seleccionar al talento adecuado. No todas las personas pueden rápidamente engancharse en un ambiente de alta confianza. A algunos les tomaría muchos años desaprender lo aprendido para entender una nueva cultura laboral y actuar positivamente en ella.
     Por años en México todos hemos “educado” (familias, escuelas y centros de trabajo -algunos más que otros-) con la filosofía “el que no tranza, no avanza”; de tal suerte que esta “programación mental” es hoy un gran obstáculo y reto para el desenvolvimiento productivo y equitativo de cualquier organización humana en nuestro país.
     Así que el primer paso es saber identificar quién sí tiene madera y quién no para insertarse en un ambiente de alta confianza. Esta tarea es sin duda todo un arte que hay que practicar aprendiendo de aciertos y errores, porque estrictamente hablando no hay recetas científicas de reclutamiento y selección que nos puedan garantizar el 100% de los resultados buscados, el 100% del tiempo.
     Una vez que la gente apropiada para el proyecto está abordo, lo que sigue es inculcarles la cultura de alta productividad y alto humanismo que se requiere en la generación de un gran ambiente de trabajo. En esta tarea el papel de los directivos y líderes de la organización es fundamental pues son ellos quienes marcan las pautas de comportamiento. Y las mejores pautas se marcan con el ejemplo cotidiano; se marcan con obras y palabras, no con discursos demagógicos e incongruencias en el actuar que disuaden a los colaboradores de dar lo mejor de sí.
     La sociedad global reclama hoy, y lo hace cada vez con mayor intensidad, lugares de trabajo mucho más sensibles hacia la condición humana de los colaboradores, y no que se les reduzca a simples factores de producción. No se trata por supuesto de hacer de la empresa o institución fundamentalmente un centro de desarrollo humano pues no es ese el fin para el cual existen la inmensa mayoría de las organizaciones públicas o privadas, sino de considerar que las organizaciones que mejores resultados logran son aquellas que saben inspirar mejor a sus colaboradores.

martes, septiembre 06, 2011

La adaptación de las especies


Autora: Betzabé Vancini Romero
Publicado: La Primera de Puebla, 30 de agosto de 2011.

     Mucho se ha hablado de esta teoría de Darwin donde las especies se adaptan o bien, perecen sin remedio ante un mundo constantemente evolutivo. Me pregunto por momentos si esto también tocará a los seres humanos, quienes vivimos en constantes épocas de cambio, movimientos sociales, situaciones de violencia, pobreza, exclusión, etc.
     Hace algunos años, vi en una vacante del periódico, un anuncio que decía “Se busca joven egresado de Administración de Empresas, con experiencia, buena presentación, creativo, propositivo y con capacidad de adaptación”. Este anuncio de primer impacto, me pareció un poco discordante, ‘recién egresado con experiencia’ y es que al parecer, a los jóvenes mexicanos, ya no les queda otro remedio que comenzar a trabajar en su área desde antes de salir de la universidad, pues de no hacerlo, sus posibilidades de conseguir empleo se verán tremendamente disminuidas. Se solicitan jóvenes recién egresados, con experiencia previa en el campo y que además acepten trabajar por un sueldo muy bajo y ninguna prestación. Lo que más me llamó la atención de este mensaje fue aquello de la ‘capacidad de adaptación’, lo cuál me sumió en una serie de reflexiones profundas sobre la adaptación del mexicano. Y es que al menos de manera personal creo, que no hay en el mundo otra población con tal capacidad de adaptación tan sorprendente como la del mexicano.
     Como mexicanos hemos pasado un tanto de todo, desde ser conquistados, aprender otro idioma, incorporar una nueva religión, independizarnos de la llamada ‘Madre Patria’, instaurar un gobierno propio, una dictadura relativamente provechosa que terminó en exilio, una revolución que no resolvió absolutamente nada, la instauración de la “democracia” –sí, con comillas pues quién puede decir que realmente en México existe tal cosa-, cambios de partido en el poder, movimientos sociales, militares, desastres naturales, y toda una larga cadena de acontecimientos en las que no nos ha quedado más que una opción: adaptarnos para poder sobrevivir.
     Nos hemos adaptado también, -aunque en algunos casos podríamos decir también que resignado-, a desfalcos millonarios por parte de nuestros gobernantes, a la impunidad, a la injusticia, a ser asaltado o robado y denunciar a sabiendas de que no sucederá nada a favor de uno mismo, nos hemos resignado a perder nuestras pertenencias y a saber que no volveremos a encontrarlas. Nos hemos adaptado incluso, a perder día con día nuestro poder adquisitivo y a ir renunciando a nuestros sueños de riqueza, de la lotería, de tranquilidad económica. Imagino que tendremos que adaptarnos también a la crisis y al nuevo modelo económico que venga después de que el capitalismo acabe de colapsar.
     En estos días, donde la violencia al interior del país alcanza niveles inusitados, cuando algunas ciudades son ya francamente inhabitables –Tijuana, Culiacán, Juárez, Monterrey, Reynosa, Cuernavaca, Acapulco, y más recientemente el Puerto de Veracruz, tan sólo por nombrar a algunas- tan sólo le queda a sus habitantes, adaptarse y aprender a sobrevivir en un ambiente hostil, plagado de amenazas y hechos violentos. En el resto del país la situación no cambia mucho que digamos, se escucha la creciente violencia en el Bajío donde ciudades Patrimonio de la Humanidad, se encuentran bajo amenaza de no ser un destino turístico internacional por mucho tiempo más.
     Las ciudades tranquilas, son ahora tan sólo un oasis en medio del caos y pese al gran temor que esto puede despertar en nosotros, al parecer no tenemos más opciones que seguir adaptándonos a la falta de certeza que tenemos usualmente en México. México, ciertamente, jamás ha sido un país de certeza, ni económica, ni política, ni social. Basta voltear los ojos a los más desprotegidos por el sistema y a quienes “teniéndolo todo”, padecen el secuestro y muerte de un ser querido. Jamás ha habido certeza en cuanto al empleo y son pocos quienes pueden sentirse seguros teniendo un puesto fijo con futuro dentro de su trabajo. Las jubilaciones desaparecen paulatinamente y nos ubicamos dentro de los países del mundo que no pueden proveer de seguridad económica y en materia de salud a sus adultos mayores.
     En México, hablar de “certeza” se ha vuelto tan sólo un concepto utópico que hace siglos que dejamos de experimentar. Al parecer, nuestro proceso de adaptación nos ha dado como resultado vivir en el “aquí y ahora”, vivir al día, con lo que se gana hoy, con lo que se pierde hoy, con el alza de precios, con una creciente situación de inseguridad que está a veces muy cerca, de robarnos la muy escasa tranquilidad que nos queda. Al final, sólo una cosa puedo decir: que Darwin tenía razón, y que los mexicanos hemos hecho nuestro mejor esfuerzo por prevalecer y seguir aquí, pese al caos que nos rodea.





La educación en tiempos de crisis, hacia una oportunidad .

Autor: Mauricio López Figueroa
Publicado:  e -consulta, 29 de agosto de 2011

     Para nadie es noticia ni sorpresa que nuestra época actual se caracteriza por la incertidumbre y la inseguridad (en todo sentido). La educación que impartimos en nuestros sistemas se encuentra profundamente desafiada por un presente que para muchos es el signo claro del fin de una época y la emergencia de otra, la manifestación de un paradigma que concluye y la inauguración de otro referente que orientará la construcción de una nueva y mejor realidad. Para otros los augurios no son tan optimistas, hay quienes afirman la inminencia de una catástrofe sin precedentes en la historia. En cualquier caso, lo que es claro para todos es que nos encontramos indiscutiblemente transitando una crisis.
     Siempre la educación ha reconocido como propio un cierto estado de crisis, de hecho podríamos decir que la educación es tal porque nuestro proceso formativo supone el constante cuestionamiento de nuestras estructuras. Existe también un doble motivo para entender la crisis como parte de la educación: en primer lugar porque es una actividad que pone en juego directamente la interioridad de las personas, y en segundo lugar porque tal actividad supone inevitablemente un determinado nivel de frustración, tanto en el educador que nunca ve el fruto final de su esfuerzo como del educando que debe aprender a salir del mundo del deseo, para adentrarse en el mundo de la realidad, aprendizaje que no se hace sin su cuota de esfuerzo.
Pero cuando hoy decidimos que la educación está en crisis, no estamos hablando de ese tipo de crisis. Hoy hablamos de una crisis más profunda y más grave: del riesgo de que la educación sea incapaz de cumplir con su cometido y sufra o sucumba a un enorme vacío entre sus criterios y sus recursos.
El destino sin embargo no está sellado ni determinado, las crisis son lo que decidamos que sean: si elegimos condenación que así sea, dejemos solamente que ese negro futuro imaginado y proyectado en nuestra mente suceda sin más; pero si elegimos oportunidad entonces aprendamos a ver el presente de otra manera, recuperemos nuestros referentes más profundos y significativos y reinventemos.
Desde esta última perspectiva, la crisis es entonces transición, desplazamiento de una idea referente a otra. En el caso de la educación, la realidad y los contextos nos apremian porque enfrentamos nuevos y profundos desafíos que exigen una ciudadanía distinta y renovada, que implique una nueva manera de entendernos e involucrarnos, por lo tanto, transitamos a una educación que promueva, por un lado,  en los recintos escolares una manera diferente de construir y articular el conocimiento, el cual estará realmente vinculado con la realidad; y, por otro, una educación que resalte la responsabilidad individual en la construcción del tejido social, que resalte la acción pertinente y transformadora de todos.
Ciertamente entender la educación de esta manera es un desafío porque implica asumir la propia transformación como educadores y como ciudadanos, implica entre otras cosas que renovemos nuestra visión de la realidad a partir de una nueva comprensión del sentido de los saberes escolares. ¿Para qué son los saberes escolares? ¿Para padecerlos y tramitarlos, intercambiarlos, por un 10? ¿O para articularlos significativamente y reconstruir una perspectiva compleja y maravillada del mundo? ¿Cómo construir esperanza y posibilidad para nuestras sociedades tan golpeadas por la violencia y la indiferencia, si la experiencia escolar no se constituye en la columna vertebral del espíritu humano? Una experiencia que alimenta la capacidad para maravillarse de un mundo siempre sorprendente; una experiencia que nos revele a cada uno nuestra diferencia y nuestra singularidad, así como la importancia y la profunda riqueza de la convivencia; saberes escolares que en su reconstrucción, revelen un mundo que nos puede unir si lo decidimos y que nos puede transformar si lo imaginamos. Es imperativo que en nuestra actual crisis y transición los saberes escolares nos ayuden a entendernos como ciudadanos transformadores que pueden multiplicar el contenido y la acción educativa; es necesario que la educación se concrete en una práctica que sitúe a la todas las personas en el mapa de sus propias decisiones.
La educación en tiempo de crisis es oportunidad de volver al corazón de nuestras intenciones más elevadas, tanto en lo personal como en lo social. De verdad que lo único que no nos podemos permitir es dejar de afirmar y declarar la esperanza renovada en el espíritu humano.