jueves, julio 05, 2012

En días de desánimo y múltiples sentimientos

José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más del autor, haz click aquí
Publicado en Síntesis Tlaxcala, 06 de julio de 2012,

Estamos en el momento álgido del proceso de sucesión presidencial mexicana. Ha pasado la jornada electoral, los consejos electorales distritales hacen el conteo oficial de los votos, habrá impugnaciones y tras la actuación del Tribunal Federal Electoral la elección deberá ser calificada y un presidente electo oficialmente declarado.
                Los acontecimientos de los meses previos al primero de julio provocaron la movilización de muchos ciudadanos, jóvenes y ya no tanto. Con el fluir de la información en las redes sociales, el cuestionamiento a los medios de comunicación, las marchas, el encuentro de los candidatos con el movimiento de Javier Sicilia y con los estudiantes del “Somos 132” se fue dando la sensación de que el cambio sería posible, que posiblemente el PAN dejaría Los Pinos sin que el PRI retomara el poder perdido; las deudas pendientes con las mayorías podrían ser por fin subsanadas.
Millones y millones de mexicanos nos dimos cita en las casillas el día señalado por la ley. Logramos una participación considerablemente alta, mayor al 60% del padrón electoral. La expectativa creció.
A las 8 de la noche del primero de julio, hora del centro del país, el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), comenzó a arrojar en tiempo real el cómputo de los votos emitidos por cada candidato. 24 horas después la página del Instituto Federal Electoral (IFE) consignó: 38.15% de los sufragios fueron para Enrique Peña Nieto; el 31.64% para Andrés Manuel López Obrador.
Los sentimientos se multiplicaron: desánimo, tristeza, desesperanza, enojo, como se percibía a todas luces en los muros de las redes sociales. Al paso de las horas miles de juicios fueron expresados, y la zozobra ha venido en aumento.
Sobre todo esto se puede decir muchas cosas. Hoy creo importante llamar la atención sobre algo que es necesario para evitar dos posibles consecuencias: la inmovilidad o la violencia.
                Mucha, muchísima información circula en estos días. La mayor parte de nosotros tenemos retazos de ella para orientar nuestra comprensión de la realidad y, en última instancia, determinar los cauces de nuestra acción.
Emitimos juicios como “todo fue planeado de antemano”, “la elección estuvo plagada de corrupción” pero no disponemos de información suficiente para respaldar lo que expresamos: ¿qué significa con claridad que haya un plan?, ¿Cuál es el porcentaje de votos nulos con los que se invalida una elección? ¿Cómo se instrumenta un proceso jurídico para demostrar delitos electorales? ¿Cómo se juzga jurídicamente la actuación de las autoridades? Estamos medianamente informados.
                Viene bien que nos detengamos un momento, que revisemos cómo realizamos nuestros juicios sobre la realidad, que verifiquemos si la información que tenemos es suficiente,  que nos preguntemos qué tan ignorantes o conocedores somos realmente. La ignorancia, reitero, puede conducir a la inmovilidad o a la violencia porque nos muestran un panorama inmanejable ante el cual sentimos que nada se puede hacer o que hay que tomar a como sea lo que nos toca. Y en ninguno de esos caminos se construye el país que necesitamos.
                Con adecuada información podemos saber cómo señala el Cofipe que transcurre legalmente una elección, cuáles son los delitos electorales, cómo se establece una denuncia al respecto. De igual forma y en momentos posteriores se puede saber cuándo, cómo y quiénes harán las propuestas de reforma del marco normativo electoral, qué papel juega en él cada diputado y senador y cómo pedirles cuentas. Se pueden señalar cosas parecidas en los niveles municipal y estatal. Y el espectro abarca todo el horizonte de la acción política, la que indeclinablemente debemos afrontar los ciudadanos.
                ¿Qué toca hacer ahora ante los resultados electorales? ¿Cómo habrá que actuar en el futuro mediato? ¿Cuál es la cuota que hemos de aportar en lo local, lo estatal, lo nacional? ¿Qué rol jugamos políticamente los ciudadanos? Estas son buenas preguntas para días de desánimo y múltiples sentimientos. Reconocer lo que verdaderamente sabemos, lo que nos falta por saber y la información que debemos acopiar es un buen paso para continuar con estrategias reales  nuestra ciudadanía y salir del terreno del exabrupto, el pataleo y la indignación feisbuquera desinformada, para pasar a la crítica, a la demanda y a la comunicación alternativa sólidamente militante.