lunes, diciembre 13, 2010

¡Qué caro resulta formar personas de cristal!

Autor:José Rafael de Regil Vélez datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 09 de diciembre de 2010 

     Al inicio del curso, en la secundaria donde estudia mi hija el asesor de su grupo entregó a los padres de familia una caricatura que me llamó mucho la atención. La transcribo.
     Primera escena, hace algunos años:
Señora: profesor, ¿podría decirme por qué reprobó José?
Profesor: lo que pasa es que no entregó tareas.
    Señora (regañando al niño): ¿ya ves, José? Ahora vas a tener que ponerte a trabajar muy duro. Deberías echarle más ganas. En la casa hablamos.
     Segunda escena, en nuestros días.
Señora: profesor, ¿podría decirme por qué reprobó José?
Profesor: lo que pasa es que no entregó tareas.
     Señora (regañando al profesor): ¿ya ves, José? Lo que pasa es que a tu maestro le falta una adecuada metodología para motivarte y enseñarte. ¡Usted!: Ahora va a tener que trabajar muy duro. Debería echarle más ganas.
     Como es de suponerse, nos reímos. Más allá de la hilaridad el mensaje transmitido merece consideración de toda persona involucrada en la educación.
     Hay una tendencia a proteger a los hijos. Si fuera posible mamá o papá les cargarían la mochila, los llevarían hasta su banca en el salón, verían que estén abrigados y con su lunch a tiempo. Si alguna tarea hecha en casa se les hubiera olvidado regresarían al hogar por ella, volverían a la escuela, suplicarían al portero que les recibiese el trabajo escolar, todo para que su niño no tuviera problemas, aunque fuese estudiante de preparatoria.
     Cuando se ven los resultados académicos y no corresponden a las expectativas forjadas sobre los vástagos se culpa a los profesores, al clima, a los horarios, al déficit de atención e hiperactividad, a la existencia de los niños índigos que son incomprendidos.  Los papás quieren hijos contentos y con buenas calificaciones.
     Ante el empuje derivado del amor paterno los profesores ceden exigiendo menos y poniendo notas altas. No faltan los directivos que ante la tal presión quitan y ponen  docentes, como si fuera oferta de supermercado.
     Al paso de los años lo que este tipo de formación produce es personas de cristal: hermosas, relucientes, de ornato, pero que seguramente en la primer caída, cuando haya quien los proteja, se quebrarán. Siempre queda el consuelo de que, a pesar de todo, el ser humano podría emerger de sus cenizas, pero eso requiere mucho afán y el problema de los seres tan endebles es que carecen de carácter, de la fuerza de voluntad que permite andar la existencia a pesar de los pesares.
      Esta es una educación muy cara: no sólo porque muchas veces es pagada, sino porque sus consecuencias en la vida son complicadas: estas personas quieren tener siempre la razón, carecen de capacidad de frustración y ante un problema recurren a la evasión, porque si no pueden derrumbarse. Ejercen el poder pero les cuesta mucho responsabilizarse de sus consecuencias, pues no quieren reconocer que hay factores externos que también interactúan con ellos y les ponen límites.
     ¿Por qué se ha abandonado la formación del carácter? ¿Cómo entenderla? ¿Cuál es el papel en ello de cada uno de los miembros de una comunidad educativa? ¿Cómo estar al tanto, en ello, de las exigencias de la justicia, que significa dar a cada quien lo que necesita para poder ser más humano con, por y para los demás a fin de responder a las exigencias de un mundo que nunca será tan amable como el hogar? ¿Cómo ir formando personas fuertes, sólidas, sin dejar de acompañar sus procesos humanos?
      Estas me parecen buenas preguntas de fin de año, ojalá que se vieran inteligentemente respondidas con una estrategia para que con carácter y fuerza de voluntad sea posible ya no formar personas de cristal.



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