Autor: José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 03 de abril de 2014
En el siglo XVI los europeos fueron
llegando a distintos lugares de lo que llamaron el Nuevo Mundo y que para todos
nosotros hoy es América. En algún momento los políticos y los clérigos de la
época decidieron que los indígenas no eran dueños ni de sus tierras, ni de lo
que ellas había. Incluso, el papa Alejandro VI, con su autoridad pontificia,
dividió en 1494 los territorios recién descubiertos para que España y
Portugal pudieran poseerlos cobijado en su intervención religiosa.
Francisco de Vitoria, un fraile
dominico, que vivió en Salamanca y que allí daba clases de las materias de la
época, cuestionó en sus lecciones y relecciones el derecho que tenían los
reyes y el Papa para dos cosas: para poseer los territorios de los cuales los
autóctonos americanos tenían legítimo derecho y para hacerles la guerra.
En dos obras, conocidas como De Indis y
De bella iure (sobre los indios y sobre el derecho a la guerra) expuso tesis
totalmente contrarias a las de los reyes y el mismo papa. Polemizó con ellos
hasta que se tuvo que reconocer que en efecto, los europeos no tenían derecho
automático sobre lo hallado, ni de hacer la guerra de forma unilateral a los
habitantes del Nuevo Mundo. Su pensamiento fundó el derecho internacional.
Si el clérigo no hubiera puesto el dedo
en la llaga y no hubiera decretado irrespetable el asunto ese de las
fundamentaciones equivocadas de posesión y guerra y la falta de autoridad papal
para hacer la bula que hizo, la historia hoy sería todavía más injusta. Sus
discípulos continuaron su obra, como Bartolomé de las Casas en lo que hoy es el
sur de México.
Hoy vivimos tiempos en los que sobre un
mismo tema, bajo una misma circunstancia, en el mismo momento histórico se toma
la actitud de aceptar como igualmente válidos cualquier opinión. Bajo el
pretexto de que todos somos respetables como personas se piensa que cualquier
idea o cualquier juicio hecho (cualquier opinión emitida) es igualmente válida
y merece respeto. Nada más alejado de la realidad.
En 1992 Fernando Savater -filósofo
vasco que unos siguen y otros detestan- señaló en un congreso de educación una
idea extremadamente provocadora en su conferencia que se denominó
"Potenciar la razón": toda persona es respetable, pero una idea falsa
no lo es... Se requiere irrespetarla, porque de ello se seguirá una nueva
búsqueda que nos permita entender mejor el mundo en el que estamos, movernos
con fidelidad a la realidad en la que somos y ante la cual hemos de descubrir
lo que puede ser.
Si alguien dice hoy que está
absolutamente convencido de que lo mejor que puede hacer es matarnos, no
podemos respetar esa idea; si alguien piensa que la pobreza es solo cuestión de
flojera y no tiene que ver con factores estructurales, no podemos respetar su
opinión: porque no es real, porque es irreal.
Y muchos, con justa razón, preguntarán:
pero ¿qué es la verdad? ¿Quién puede decir que es su dueño? La respuesta
no es tan difícil como actuar consecuentemente: dialogando con la
realidad, dialogando con los demás; saliendo de nosotros mismos hacia las
cosas, desentrañando con el sentido común, con la ciencia, con la filosofía e
incluso la teología su estructura, sus causas, sus significados.
¿Realmente es mejor matarnos los unos a
los otros en cualquier situación y condición que respetar la vida? ¿Realmente
la ganancia está por encima de cualquier ser humano? Si no lo sabemos, tenemos
que investigar, charlar, volver a investigar y volver a dialogar. Porque ante
una misma cosa, vista desde el mismo punto de vista, en el mismo momento y
circunstancia dos cosas no pueden ser igualmente verdaderas y si una de ellas
es falsa no merece el respeto porque nos impide actuar atinadamente, resolver
nuestra vida en pos de dignidad y justicia.
Es necesario irrespetar lo
irrespetable. El error y la falsedad, incluso la mentira, no son respetables,
aunque quienes emitan los juicios que los conllevan merezcan todo nuestro
respeto. En tener claridad y firmeza al respecto nos jugamos muchas
posibilidades para ser humanos.... la pereza de pensar y relacionar ideas con
lo que realmente sucede es mala apuesta. Nos lo mostró Francisco de Vitoria en
su tiempo, lo podemos evidenciar nosotros en el nuestro, aunque cueste
esfuerzo, humildad y paciencia.