Autor: José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 12 de marzo de 2014
El 13 de marzo de 2013 muchas personas
se sorprendieron cuando la chimenea conectada a la Capilla Sixtina de El
Vaticano: había sido electo el sucesor de Joseph Ratzinger -conocido como
Benito XVI- al frente de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Ese momento
había sido precedido por la escandalosa noticia de que un Papa, después de
siglos, había dejado de serlo por renuncia y no por muerte. Para muchos eso
dejó de ser tan sensacional al momento en el que apareció el nombre del nuevo
pontífice católico y jefe de Estado de El Vaticano: Jorge Bergoglio, cardenal
arzobispo de Buenos Aires.
Su elección en el cónclave de los
cardenales fue inaudita para propios y extraños por al menos dos razones: su
origen latinoamericano y su filiación jesuítica. Durante siglos los sucesores
de san Pedro fueron europeos, italianos su gran mayoría, aunque Wojtyla y
Ratzinger fueron polaco y alemán respectivamente. La emergencia de un
latinoamericano al puesto de mayor jerarquía entre los católicos romanos era
impensable, por ser Iglesia joven, por haber sido la cuna de la denostada y
cuestionada teología de la liberación. A pesar de que América Latina tiene dos
de los tres países con más feligreses católicos del mundo (Brasil y México. El
tercero también es un país americano: Estados Unidos) no había figurado
especialmente en los grandes puestos de la Curia Romana, a pesar de la
presencia de cardenales como Castillo Lara -Venezuela- o López Trujillo -Colombia-
quienes ocuparon puestos en esa burocracia, pero no los más importantes. Así
que la llegada de un cardenal originario del Continente de la Esperanza sin
experiencia en la curia más antigua del mundo fue cuando menos sorpresiva.
Jorge Bergoglio es jesuita desde los 22
años. El dato podría no decir mucho, excepto que la Compañía de Jesús a lo
largo de al menos cuatro siglos ha sido una orden controvertida: por sus
planteamientos en el terreno de la espiritualidad, en los que san Ignacio de
Loyola -el fundador- propone a quienes siguen sus huellas un camino de
discernimiento, en el que los cristianos se acompañan entre sí para descubrir
las invitaciones de Dios en la vida cotidiana y no dependen de alguien
iluminado que los guíe indicándoles cómo han de conducirse existencialmente. Y
no solo eso: sus posturas teológicas han suscitado grandes disputas por la
importancia que conceden a la libertad y la justicia en las relaciones que
establecen las personas con Dios y con sus semejantes, frente a otras posturas
que exacerban la incapacidad humana para saber lo que conviene y por ello
requieren de directores espirituales que les den preceptos, los conduzcan y por
ende se vuelvan depositarios de toda la salvación.
Más recientemente, los jesuitas
estuvieron muy presentes en los procesos populares conflictivos de los años 70,
80 y 90 del siglo pasado en América Latina. Algunos de los teólogos de la
liberación más cuestionados y conocidos han sido de la Compañía de Jesús; en El
Salvador murieron asesinados por el ejército varios jesuitas académicos de la
Universidad Centroamericana José Simeón Cañas por su trabajo con los sectores
violentados en sus derechos humanos. En diversos lugares del mundo los hijos de
san Ignacio han tenido puntos de vista heterodoxos controvertidos en terrenos
como la teología, la filosofía, la bioética, los derechos humanos, los sistemas
económicos; en cualquier caso, todo lo contrario a la muy ortodoxia y
controvertida jerarquía que tiene en sus manos la Iglesia Católica...
Así el 13 de marzo de 2013 el mundo se
merendó la noticia: Jorge Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco. Tras 365
días su pontificado ha sido en muchos puntos polémico: rechazó los signos
opulentos asociados a su figura, se fue a vivir a la residencia de Santa Martha,
anda con poca guardia, saluda a las personas de a pie, hace homilías y mensajes
que hacen un continuo llamado a la justicia social, al cuidado de los más
pobres. Creó una comisión de notables para revisar los manejos financieros
vaticanos, se ha atrevido a hablar ante periodistas sin un guión previo y ha
tomado una actitud comprensiva para los tradicionalmente marginados de la
Iglesia. Homosexulaes, divorciados, etc.
Su postura ha resultado demasiado
liberal para los conservadores; demasiado conservador para los liberales y no
termina de dar gusto a ninguno de los dos sectores, aun cuando su popularidad a
nivel de los feligreses "de a pie" crece día a día. Tiene grandes
retos por delante: vendrá el sínodo de la familia y vientos de ruptura se
asoman entre los grupos de interés de la Iglesia que no quieren mayor amplitud
para divorciados, ni para homosexuales. Debe continuar con la obra de reforma
de la Curia, donde anidan las más grandes virtudes y bajezas de la humanidad.
Debe abrir más el reconocimiento del carácter delictivo de la pederastia en
muchos países del mundo y la necesidad de que sacerdotes, religiosos y
religiosas que delincan en este o cualquier otro aspecto, sean entregados a las
autoridades civiles para su juicio....
Y el jesuita argentino sucesor de Pedro
deberá transitar sus propios desafíos, en tanto que los católicos apostólicos
romanos enfrentan los suyos: poder vivir con lucidez su fe, con congruencia su
mensaje de que Dios ama a la vida humana y por ello hay que ser fraternos y justos
y sumarse responsablemente en la construcción de un mundo donde mujeres y
hombres podamos ser cabalmente tales.
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