Autor:
Alejandro
Ortiz Cotte
Publicado:
La Primera de Puebla, 21 de marzo de
2014
El mundo está en crisis y en cambio constante por lo mismo.
Si
bien es cierto que la crisis económica siempre se ha vivido en la
mayoría de las familias del mundo, esta situación empeoró en
2008 cuando explotó, en el corazón del sistema económico
dominante, el escándalo financiero de Wall Street y de sus
instituciones bancarias. Explotó la burbuja, el sueño, el engaño.
El sistema quedó al descubierto y se pudo observar su estado
vegetativo. Nuestra economía es como una economía zombi, es
decir una economía muerta pero resucitada artificialmente y que
necesita de la sangre humana para seguir viviendo. Podemos
decir que este sistema financiero global se mantiene vivo no por
su propias fuerzas ni por estar vivo sino porque los principales
actores del mundo lo oxigenan artificialmente. A estos actores
les conviene mantenerlo vivo ya que siguen ganando millones de
dólares a costa de todos los seres vivos del planeta. La crisis es
real y se empeorará en algunos años por la carestía del petróleo
y del agua, y por el calentamiento global que está
desapareciendo los equilibrios básicos que necesitamos para
mantenernos vivos.
La desnudez del sistema económico dominante dejó claro
muchas cosas. Lo primero es que confirmó que quien manda en
el mundo son las grandes trasnacionales, las grandes
corporaciones, y todos los demás están a su servicio. Y cuando
estos grandes emporios entran en situación de muerte son los
propios Estados los que los resucitan. EU inyectó de sus arcas
millones de dólares para que no se muriera definitivamente su
economía. Y eso hacen todos los gobiernos que sirven al
mercado: mantenerlo vivo con dinero de sus pueblos.
Recordemos la resurrección que dio el gobierno mexicano a los
bancos con el FOBAPROA no importando bajar el nivel de vida de
todos nosotros.
Lo segundo es que esta comprobadísimo que el sistema
financiero dominante no sirve para generar riqueza compartida
sino especulaciones privadas con las cuales se genera mucha
riqueza para muy pocos. Las elites no requieren trabajar sino
mantener un sistema en descomposición a nivel mundial a costa
de generar desempleo, exclusión, violencia y pobreza en sus
países, y con ello conservar sus privilegios y status global. Las
consecuencias es el agravamiento de la vida cotidiana de los
pueblos. La gente no pelea ahora por una vida mejor sino por
una “vida mínima”. Lo que se desea es una vida normal: tener
empleo, seguir pagando la casa, seguir mandando a los hijos a la
escuela, comer tres veces al día, etc.
La gente común en México, esa gran mayoría que vive en
pobreza sobrevive de manera sorprendente y a la vez paradójica.
Un trabajador mexicano necesitara ganar cuatro días de salario
mínimo para poder pagar un tanque de gas de 20 kg. Podrá si
desea tener el lujo de una alimentación “sabrosa” destinar un
día de salario mínimo a comprar un kilo de limones. Muchas veces
necesitara de la amistad y solidaridad del dueño de la tiendita de
la esquina que podrá fiarle alguna sopa, algunas galletas, algún
refresco, pero esto cada vez será más raro, ya que estas
tienditas, burbujas económicas del pueblo, están siendo
acabadas por las tienditas de “conveniencia” que no permiten
estos excesos humanos.
Sus hijos tratarán de estudiar y vivir normalmente aunque
seguramente formaran parte de ese gran bloque humano llamado
“pobreza infantil”, (70.5 millones en América Latina) bloque
injusto y cruel que se caracteriza por estar mal alimentados, sin
condiciones materiales para un buen aprendizaje ni mucho
menos para un mínimo desarrollo humano, posiblemente no
sabrán ni leer ni escribir realmente.
Curiosamente la característica principal de México en estos
momentos no es el empobrecimiento, que se calcula en 55% de la
población, donde el 27% vive en pobreza extrema. No es este
rasgo el sobresaliente sino la violencia. La versión oficial del
actual gobierno la describe como “alto nivel de violencia”. Los
datos oficiales son que en el sexenio de Calderón se cometieron
10.6 millones de delitos, donde 8 de cada 100 fueron
denunciados y sólo uno de esos cien fue castigado. El secuestro
se incrementó un 83% el robo con violencia 65%, la extorsión 40%,
los delitos sexuales 16%. Hubo cerca de 23,000 ejecuciones y el
resultado oficial de la guerra de Calderón contra el narcotráfico
fue de 70,000 personas, donde todavía hay 9,000 sin identificar.
Datos no oficiales, pero más exactos a la realidad, calculan que
en el sexenio de Calderón se acumularon 12 millones de víctimas
de la violencia, de éstas 3 millones sufrieron directamente un
delito de alto impacto y el resto, 9 millones, son las que padecen
junto a ellas las consecuencias físicas, emocionales, económicas
y sociales, lo anterior a pesar de haber invertido en el sexenio
810 mil millones de pesos en seguridad. Sólo en la cuestión de la
guerra contra el narcotráfico los saldos según la organización
“México evalúa” son de 101 mil 199 personas asesinadas, los
homicidios dolosos aumentaron 35% con respecto al sexenio
anterior y 344 mil 230 personas quedaron huérfanas, viudas o sin
sostén económico. El gobierno de Estados unidos ha calificado a
la guerra contra el narcotráfico como no exitosa. En Irak
ocurrieron 12 asesinatos por cada 100 mil habitantes, mientras
que en México el número fue de 18 por cada 100 mil.
Y lo está volviendo hacer. La disminución de noticias de
ejecuciones en los medios de comunicación no significa que se
ha parado esta dinámica de muerte sino que es parte de una
estrategia de no visibilizar las ejecuciones en el país. En el nuevo
sexenio, en primeros meses llevamos 2,821 personas ejecutadas
Ahora empezamos las reacciones del pueblo ante esta vida de
miseria y crueldad. Es un México lleno de sangre.
El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Este texto se encuentra en:
http://circulodeescritores.blogspot.com
Sus comentarios son bienvenidos
bien es cierto que la crisis económica siempre se ha vivido en la
mayoría de las familias del mundo, esta situación empeoró en
2008 cuando explotó, en el corazón del sistema económico
dominante, el escándalo financiero de Wall Street y de sus
instituciones bancarias. Explotó la burbuja, el sueño, el engaño.
El sistema quedó al descubierto y se pudo observar su estado
vegetativo. Nuestra economía es como una economía zombi, es
decir una economía muerta pero resucitada artificialmente y que
necesita de la sangre humana para seguir viviendo. Podemos
decir que este sistema financiero global se mantiene vivo no por
su propias fuerzas ni por estar vivo sino porque los principales
actores del mundo lo oxigenan artificialmente. A estos actores
les conviene mantenerlo vivo ya que siguen ganando millones de
dólares a costa de todos los seres vivos del planeta. La crisis es
real y se empeorará en algunos años por la carestía del petróleo
y del agua, y por el calentamiento global que está
desapareciendo los equilibrios básicos que necesitamos para
mantenernos vivos.
La desnudez del sistema económico dominante dejó claro
muchas cosas. Lo primero es que confirmó que quien manda en
el mundo son las grandes trasnacionales, las grandes
corporaciones, y todos los demás están a su servicio. Y cuando
estos grandes emporios entran en situación de muerte son los
propios Estados los que los resucitan. EU inyectó de sus arcas
millones de dólares para que no se muriera definitivamente su
economía. Y eso hacen todos los gobiernos que sirven al
mercado: mantenerlo vivo con dinero de sus pueblos.
Recordemos la resurrección que dio el gobierno mexicano a los
bancos con el FOBAPROA no importando bajar el nivel de vida de
todos nosotros.
Lo segundo es que esta comprobadísimo que el sistema
financiero dominante no sirve para generar riqueza compartida
sino especulaciones privadas con las cuales se genera mucha
riqueza para muy pocos. Las elites no requieren trabajar sino
mantener un sistema en descomposición a nivel mundial a costa
de generar desempleo, exclusión, violencia y pobreza en sus
países, y con ello conservar sus privilegios y status global. Las
consecuencias es el agravamiento de la vida cotidiana de los
pueblos. La gente no pelea ahora por una vida mejor sino por
una “vida mínima”. Lo que se desea es una vida normal: tener
empleo, seguir pagando la casa, seguir mandando a los hijos a la
escuela, comer tres veces al día, etc.
La gente común en México, esa gran mayoría que vive en
pobreza sobrevive de manera sorprendente y a la vez paradójica.
Un trabajador mexicano necesitara ganar cuatro días de salario
mínimo para poder pagar un tanque de gas de 20 kg. Podrá si
desea tener el lujo de una alimentación “sabrosa” destinar un
día de salario mínimo a comprar un kilo de limones. Muchas veces
necesitara de la amistad y solidaridad del dueño de la tiendita de
la esquina que podrá fiarle alguna sopa, algunas galletas, algún
refresco, pero esto cada vez será más raro, ya que estas
tienditas, burbujas económicas del pueblo, están siendo
acabadas por las tienditas de “conveniencia” que no permiten
estos excesos humanos.
Sus hijos tratarán de estudiar y vivir normalmente aunque
seguramente formaran parte de ese gran bloque humano llamado
“pobreza infantil”, (70.5 millones en América Latina) bloque
injusto y cruel que se caracteriza por estar mal alimentados, sin
condiciones materiales para un buen aprendizaje ni mucho
menos para un mínimo desarrollo humano, posiblemente no
sabrán ni leer ni escribir realmente.
Curiosamente la característica principal de México en estos
momentos no es el empobrecimiento, que se calcula en 55% de la
población, donde el 27% vive en pobreza extrema. No es este
rasgo el sobresaliente sino la violencia. La versión oficial del
actual gobierno la describe como “alto nivel de violencia”. Los
datos oficiales son que en el sexenio de Calderón se cometieron
10.6 millones de delitos, donde 8 de cada 100 fueron
denunciados y sólo uno de esos cien fue castigado. El secuestro
se incrementó un 83% el robo con violencia 65%, la extorsión 40%,
los delitos sexuales 16%. Hubo cerca de 23,000 ejecuciones y el
resultado oficial de la guerra de Calderón contra el narcotráfico
fue de 70,000 personas, donde todavía hay 9,000 sin identificar.
Datos no oficiales, pero más exactos a la realidad, calculan que
en el sexenio de Calderón se acumularon 12 millones de víctimas
de la violencia, de éstas 3 millones sufrieron directamente un
delito de alto impacto y el resto, 9 millones, son las que padecen
junto a ellas las consecuencias físicas, emocionales, económicas
y sociales, lo anterior a pesar de haber invertido en el sexenio
810 mil millones de pesos en seguridad. Sólo en la cuestión de la
guerra contra el narcotráfico los saldos según la organización
“México evalúa” son de 101 mil 199 personas asesinadas, los
homicidios dolosos aumentaron 35% con respecto al sexenio
anterior y 344 mil 230 personas quedaron huérfanas, viudas o sin
sostén económico. El gobierno de Estados unidos ha calificado a
la guerra contra el narcotráfico como no exitosa. En Irak
ocurrieron 12 asesinatos por cada 100 mil habitantes, mientras
que en México el número fue de 18 por cada 100 mil.
Y lo está volviendo hacer. La disminución de noticias de
ejecuciones en los medios de comunicación no significa que se
ha parado esta dinámica de muerte sino que es parte de una
estrategia de no visibilizar las ejecuciones en el país. En el nuevo
sexenio, en primeros meses llevamos 2,821 personas ejecutadas
Ahora empezamos las reacciones del pueblo ante esta vida de
miseria y crueldad. Es un México lleno de sangre.
El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Este texto se encuentra en:
http://circulodeescritores.blogspot.com
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