Autor: José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 17 de marzo de 2014
Se encuentra en el tuétano de nuestra
paradójica forma de ser: por cada opción en la que acertamos a encontrar
caminos para vivir humanamente, generamos otra que denigra, que cosifica. Así
ha sido desde siempre, pero algo ha cambiado en ese contradictorio panorama: la
conciencia que vamos teniendo cada vez más sólida y compartida de que la
invitación de ser lo más cabalmente personas que puedan ser que toda
mujer y todo hombre reciben desde su nacimiento -independientemente de la
condición social, política o económica en la que haya sucedido-; la conciencia
de que tenemos derecho a exigir aquello que requerimos para vivir más libres,
más justos, más críticos, más creativos, más solidarios, más integrados
afectivamente, más abiertos a trascender; la conciencia de que la finalidad de
nuestra propia vida es justamente vivirla y por ello no somos medio de nadie ni
de nada.
Y con esa lucidez es como hemos ido
tomando partido por lo que humaniza y no por lo que veja, lo que pretende
quitar dignidad de sujeto a un ser humano para volverlo cosa, objeto.
Por eso condenamos que aunque hoy ya no
veamos en países como Estados Unidos trabajadores ni situaciones como los
que magistralmente retrataran en 1876 el Tom Sawyer de Mark Twain o actualmente
la galardonada cinta de Steve McQueen "Doce años de Esclavitud", sí
nos encontramos con que en este momento, en todo el mundo, hay personas que
carecen de la libertad porque alguien indebida e injustamente a asumido dominio
sobre ellas, intentando desaparecer el hecho de que cada ser humano es fin de
sí mismo y nunca medio de otra persona.
Hace 14 años -el 15 de noviembre- la
asamblea de la Organización de las Naciones Unidas aprobó el Protocolo
para prevenir, reprimir y sancionar la trata de las personas, especialmente
mujeres y niños, como complemento de la Convención de las Naciones Unidad
contra la delincuencia organizada trasnacional. México lo firmó en diciembre de
ese año y el Senado de la República dos después. En el nivel diplomático y el
político comenzó a ponerse el tema en la mesa.
En el artículo 3 se dice que: "Por
"trata de personas" se entenderá la captación, el transporte, el
traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza
o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al
engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la
concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento
de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de
explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de
la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o
servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la
esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos."
En el 2014 sabemos que retener a un ser
humano para explotarlo sexualmente, con trabajos y servicios fozados,
servidumbre, esclavitud o extracción de órganos no va, es deleznable. Contamos
con una ley, promulgada en junio de 2012, llamada Ley general para prevenir,
sancionar y erradicar los delitos en materia de trata de personas y para la
protección y asistencia a las víctimas de estos delitos. Pero todavía falta
mucho por hacer.
Fue lo que en la mañana de este lunes
17 de marzo de 2014 quisieron decir los firmantes del acuerdo denominado
"Global Freedom Network": católicos, musulmanes egipcios, anglicanos
(iglesia cristiana de Inglaterra), convocados por la Walk Free Foundation.
Representantes de los líderes de estas religiones -abiertos a la incorporación
de muchas más- hicieron un llamamiento a erradicar toda forma de esclavitud
moderna por la capacidad de destrucción violenta de más de 30 millones de
personas que encierra. Pidieron que se unan todas las manos y todos los
corazones para garantizar la libertad a todas las personas: "Vamos a
caminar con ellos hacia la libertad".
Caminar con ellos hacia la libertad...
es la tarea que tiene muchos rostros y oportunidades. Comienza en el corazón y
la inteligencia de cada uno, de cada familia, de cada una de las instituciones
que en la sociedad educan: escuela, iglesias, asociaciones humanitarias.
Tiene que ver con educar en el
conocimiento, el cuidado y la difusión de los derechos humanos, en inventar
prácticas pedagógicas y metodológicas que permitan experimentar a cada niña y
cada niño, mujer u hombre que jamás podrán ser reducidos a cosa, que son dignos
porque son fin y no medio.
De igual forma tiene que ver con
prevenir, con fortalecer a quienes en la niñez y la adolescencia son sumamente
vulnerables o por su pobreza extrema o por la soledad que experimentan (que los
hace fáciles víctimas de enamoradores que son en realidad tratantes), por la
creación y el mantenimiento de organismos que trabajen contra la violencia
doméstica, la misoginia, las condiciones desiguales de empleo.
Luchar contra la esclavitud implica formación
cívica, acción policiaca (hace seis años no había en este país cuerpos
policiacos con capacitación específica en trata de personas), reacción jurídica
y judicial. Iniciativas organizadas para vigilar que no sean comprados
productos realizados con trabajo explotado y esclavo y mucho menos que haya
tráfico de órganos.
Es un hecho que esto ocurre, pero
también que tenemos conciencia de que su acontecer no es digno, ni justo, ni
ético, ni socialmente aprobable, ni jurídicamente sostenible. Con ella podemos
comprometernos de manera diferente ante un problema tan añejo.
Para todos hay, si lo queremos podemos
volvernos competentes para ser más humanos y generar humanidad a nuestro
alrededor. Hay que erradicar toda esclavitud moderna.
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