martes, abril 26, 2011

Antropología y pensamiento en tiempos de crisis

Autora: Ma. Isabel Royo Sorrosal
Publicado: E-consulta, 12 de Abril de 2011 

     Vivimos en condiciones difíciles por la inestabilidad de las circunstancias. Todo se mueve, las metas parecen lejanas y es débil la fuerza de la responsabilidad ante el compromiso. Envueltos en la sociedad actual, donde las condiciones de vida cambian tan rápido que difícilmente se consolidan hábitos y el vértigo nos produce inseguridad, la antropología filosófica nos aproxima a la persona, su constitución y necesidad de unidad y sentido para conducirnos entre los peligros y oportunidades donde nos encontramos.
     Para la filósofa malagueña María Zambrano, exiliada en México, las crisis tienen la propiedad de mostrar lo más interior de la vida humana. En las crisis se da el privilegio de ver más claramente nuestra vida porque impactan en la vinculación de nuestro ser con la realidad. Podemos acudir al patrimonio humano adquirido, lo aprendido, constatado y vivenciado en anteriores rupturas similares y preparatorias. Pero este patrimonio puede estar olvidado, o se nos antoja poco accesible por falta de uso y de actualización.
     Por su parte, el filósofo madrileño Fernando Rielo señala que comparar a los seres humanos y a los animales nos arroja la diferencia radical de sus comportamientos. El comportamiento basado en estímulos de los animales, tiene su origen en la necesidad de adaptación al medio; mientras que el comportamiento humano es motivacional, es decir, tiene su origen en la libertad y puede retardar e incluso negarse a dicha acomodación. De aquí la importancia de saber encontrar motivaciones que capaciten para percibir y transmitir valores básicos y coherentes para un compromiso serio en la vida. También argumenta que la persona, desde el punto de vista formal, está estructurada unitivamente por la libertad que presenta dos funciones: inteligir y querer; es decir, la persona humana es más que pensamiento y más que voluntad, es libertad abierta al absoluto al que puede entender y desear, pero sobre todo está llamado a unirse. El absoluto se experiencia –no experimenta- y tiene capacidad de dar sentido último a los seres, se nos da a la experiencia y a la reflexividad; responde, por tanto, a la sed de conocimiento de la persona, y a la escasez de dirección y sentido que padece; abre el espíritu humano al infinito otorgándole una capacidad salir de su individualidad y relacionarse con los otros y el entorno, una capacidad extática cuyo ejercicio y actualización conforma y consolida la personalidad, convirtiéndose en la misión fundamental de la educación.
     En momentos de crisis es preciso pensar. Blaise Pascal, matemático y filósofo francés del siglo XVII escribía al respecto: Esforcémonos por pensar bien, ahí reside el principio de la moral. Académicos actuales que trabajan en organismos internacionales como Jérome Bindé abogan por una ética del futuro. En medio de la confusión y falta de confianza en todo y todos, apuestan por ir más allá, no abandonar el por-venir, el futuro que se ha de hacer aquí y ahora, desde la inclusión de todos los sujetos y realizando proyectos a corto y mediano plazo, junto a las proyecciones prospectivas. Tenemos la responsabilidad actual de poner las bases del devenir, de posibilitar y asegurar la sostenibilidad del patrimonio humano, natural y cultural. 

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