lunes, julio 04, 2011

En vías de desarrollo

Autor: Betzabé Vancini Romero
Publicado: La primera de Puebla, 29 de junio de 2011

     Desde hace varios sexenios, hemos escuchado hasta el cansancio aquello de que somos un país en “vías de desarrollo”. Éste, es un término que me parece en muchos casos un triste eufemismo de lo que en otros países llamarían “tercer mundo”. Si nos metiéramos en cuestiones de nomenclatura, referirse a determinados países como de “tercer mundo” sería también incorrecto, pues al no existir el “segundo mundo” no puede haber un tercero. Quizá esta forma de nombrar a los países que tristemente caemos en la misma categoría no sea más que otro intento del “primer mundo” por anularnos y descalificar nuestro proceso, a veces lento y deficiente, de crecimiento.
     Creo que el conflicto nominal radica -y comienza- en que la perspectiva de nuestro crecimiento como país es completamente subjetiva. Quizá porque no conseguimos ponernos de acuerdo en lo que significa el concepto “crecimiento”. ¿Se trata de traer industria? ¿Trasnacionales? ¿Atención médica? ¿Calidad de vida? ¿Ingreso per cápita? ¿Índice de desempleo? ¿Nivel educativo? Al parecer ni autores, ni medios de comunicación, ni políticos se ponen de acuerdo.
     Hace algunos meses revisaba para una clase el concepto de calidad de vida que plantean diversas disciplinas y sus métodos de evaluación. Tristemente, la mayoría de los experimentos estaban hechos en España, Estados Unidos e Inglaterra y algunas de las metodologías me parecieron francamente inaplicables a Latinoamérica, y en concreto en México. No quiero con esto plantear una perspectiva pesimista de la situación de nuestro país ni de nuestro índice de crecimiento, sino por el contrario, resaltar la complejidad de medir la calidad de vida en una cultura que carece de estándares de oro, con todos los beneficios que esto pueda traer pero también con todas las dificultades que implica.
     Max Neef, conocido autor en el campo del estudio social, pero igualmente controvertido, habla de que uno de los factores más importantes a evaluar en cuanto a calidad de vida es el nivel de satisfacción. Y hablando de criterios subjetivos: ¿cómo medir en México el grado de satisfacción con nuestra calidad de vida? Neef habla sobre este indicador como contenedor de criterios clave tales como: satisfacción con el ingreso -¿?-, disponibilidad para pasar tiempo de calidad en familia -¿?-, confianza en los servicios de salud, confianza en las instituciones, disfrutar el trabajo y, lo más importante: tener posibilidades de desarrollo.
     Deberíamos comenzar por evaluar la satisfacción con el ingreso que percibimos por el trabajo, y aquí tendríamos que empezar una acalorada discusión sobre el desempleo, el empleo formal, el no formal, los impuestos -sí, el IVA, ISR, y el muy mal afamado IETU- y sólo después de esta discusión es entonces que podríamos concertar si los salarios que se perciben en México son justos, y sobre todo, proporcionados. Me parece que este último concepto queda descartado cuando, a simple vista, se puede percibir que los salarios en nuestro país se encuentran totalmente polarizados cuando en una misma empresa, un ejecutivo recibe un sueldo superior a los ochenta mil pesos, y un empleado del menor rango apenas alcanza en ocasiones los $3,500 pesos al mes. Y pensar que el Sr. Ernesto Cordero dice que con seis mil pesos uno puede vivir decorosamente, pagar un auto, colegiaturas en escuela privada ¡y hasta la hipoteca de una casa! Creo que quien perciba este salario o bien, tenga todos los gastos anteriormente mencionados coincidirá conmigo en que el Señor Secretario de Hacienda y Crédito Público no vive cercano a la realidad de este país y seguramente, jamás ha ganado seis mil pesos al mes.
     En cuanto a la disponibilidad para pasar tiempo de calidad con la familia, la confianza en los servicios de salud, la confianza en las instituciones del Estado, la satisfacción con el trabajo que se realiza y la posibilidad de crecimiento tendríamos que hacer una disertación igual. ¿Confiamos en las instituciones del Estado? ¿Estamos seguros de recibir una atención de calidad al acercarnos al Seguro Social? ¿Sabemos que en caso de vernos envueltos en una situación que lo amerite, recibiremos una justicia pronta y expedita? ¿Justicia?
     No hay duda que el título de este artículo me acerca a una profunda e incluso sombría reflexión. En vías de desarrollo significa “camino hacia”, y quizá la pregunta más pertinente en este caso debería ser “Camino ¿hacia dónde?”. Con la -permítame estimado lector decirlo de esta manera- invención de impuestos a empresas que poco permiten el crecimiento de las mismas y por ende la creación de nuevos empleos; con una guerra “contra el narco”, tan cuestionada y que ha rendido tan pocos frutos reales; con una clase política que lo único que tiene en la cabeza son las elecciones presidenciales de 2012, mi pregunta parece reafirmarse ¿hacia dónde vamos?
     Ante este panorama gris -y a veces muy teñido de rojo-, también estamos quienes nos atrevemos a intentar, al menos, no perder la esperanza. Quizá en estas vías de desarrollo en las que nos encontramos junto con otros compañeros países latinoamericanos, eventualmente lleguemos a una estación donde ya no se hable de “tercer mundo” sino de verdaderas posibilidades de desarrollo y por ende, de genuina calidad de vida.



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