Autor: José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más datos del autor, haz click aquí
Publicado en Síntesis, Tlaxcala, el jueves 08 de noviembre de 2012.
Los tiempos que vivimos –al menos
para nosotros- son complejos. Nos enfrentamos cotidianamente a situaciones que
no son fácilmente entendibles y mucho menos sencillamente abordables para que
tengan solución.
Ninguna
persona nace sabiendo cómo hacer frente al mundo en el que nace, en el que debe
realizarse y crear una sociedad viable para vivir con dignidad y transformar la
cultura recibida para que los significados y los valores permitan más humanidad
y no sólo la perpetuación del status quo.
Es necesaria
la educación para que la generación anterior acerque a una nueva a los desafíos
de la personalización, la socialización y la inculturación de tal forma que la
experiencia de ser humanos sea algo que se comparta y no se deba inventar la
humanidad vez por vez; educar es posibilitar desde lo heredado la apertura y a
innovación para afrontar los desafíos de la complejidad.
Tradicionalmente
ha correspondido a la familia ser el agente educativo por excelencia. Al menos
como planteamiento de inicio, en ella se aprenden las cosas fundamentales para
ser humanos.
Pero resulta
que hoy esta institución ha quedado sobrepasada: bien sea porque la realidad es
demasiado ininteligible, porque todos los miembros del núcleo deben trabajar
para afrontar los gastos que supone vivir, porque falta alguno de los padres o
porque la escolarización recibida no ha dado instrumentos para sumarse
constructivamente al mundo (y a veces no porque hayan faltado años de escuela,
sino porque ésta ha sido de ínfima calidad educativa).
Las
instituciones religiosas también han jugado un papel importante en el tema que
nos ocupa, pero el desgaste que han sufrido las ha marginado, para muchas
personas las iglesias son cada vez menos punto de referencia para formarse
personas responsables del mundo.
En
este panorama la escuela es al parecer el último reducto socialmente aceptado
para acompañar la educación necesaria para vivir en estos tiempos. Los estudiantes
pasan muchas horas allí, interactúan con sus coetáneos y con adultos, de alguna
forma reciben el patrimonio cultural de siglos.
Sí,
¡la escuela tiene un importante rol qué jugar! ¡En sus paredes y más allá de
ellas en actos pedagógicos puede haber cosas importantes para un futuro viable!
El asunto es cuestión de estar a la altura de semejante demanda.
Los
miembros de una comunidad escolar pueden sembrar semilla de humanidad si tienen
claro que su función no es transmitir conocimientos (un enfoque extremadamente
reductivo) ni aleccionar a los educandos para que “se porten bien”, como se
espera en el orden social establecido, sino educar; es decir: para acompañar
los procesos por los cuales una persona responde a su vocación de ser más, con,
por y para los demás en el mundo en apertura a la trascendencia.
Educar
es formar personas en el mundo, capaces de valerse por sí mismos confrontándose
y colaborando con los demás. En la medida que las instituciones escolares se
preparen para ello y diseñen metodologías, currículos, formas de relación que
relacionen la vida con las aulas, los pasillos y los patios, podremos todos
salir venturosos allí donde las familias y las instituciones religiosas han
perdido espacios para compartir que ser humano y crear un mundo humano sí es
posible.
2 comentarios:
Me parece interesante lo que menciona con respecto a "ser más", lo interpreto como el hecho de asumir mi responsabilidad como docente, tomar en cuenta que el alumno antes que nada es un "ser humano" que finalmente se puede trasnformar así mismo.
Saludos maestro Rafael.
Atte: Sonia Mora.
Justamente en ese sentido traté de definir el ser más...
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