Autor: José Rafael de Regil Vélez,datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis
Tlaxcala, 14 de febrero de 2013
El lunes 11 de febrero de 2013 muchas personas en
el mundo quedaron cuando menos sorprendidas: Joseph Ratzinger, obispo de Roma y
papa bajo el nombre de Gregorio XVI, anunció su renuncia al ministerio pastoral
y gobierno de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
En el consistorio –reunión que tiene el papa con
cardenales- el prelado señaló que tras considerarlo detenidamente y fiel a su
conciencia tomaba la decisión porque los asuntos que debe tratar la cabeza de
la Iglesia requieren fuerza física y mental, misma que en él ha ido en merma,
en especial en los últimos tiempos.
Hay personas para quienes el problema estriba en
quién ocupará la sede vacante. El sucesor de san Pedro debe conducir el destino
religioso de millones de personas y todos los deben seguir. Pero en realidad no
es eso lo que debe mover a la reflexión sino lo que el mismo Benedicto XVI
señaló: la forma en la que en el mundo actual deben conducirse la Iglesia y los
cristianos para sumarse a la construcción de un mundo más como Dios quiere.
La coyuntura de la renuncia y elección del máximo
dirigente católico es una buena ocasión para detenerse a reflexionar sobre los
desafíos que presenta el mundo actual a los seguidores de Jesús de Nazareth y
los valores del Reino de Dios que predicó y que tienen que ver con la justicia,
la verdad, el amor, la compasión, la misericordia, la solidaridad.
Por una parte hay que afrontar el desafío de que
ese mensaje no llega a muchas personas por los escándalos que ha habido como la
pederastia, el manejo del dinero. Pero más en el fondo porque las palabras y
los ritos con los que se evangeliza son rancios, excesivamente eurocentristas,
medievales. La reforma litúrgica que pidió el Concilio Vaticano II sigue siendo
un tema realmente pendiente.
Durante los pontificados de Juan Pablo II y el
propio Benedicto XVI la teología, como reflexión seria sobre los problemas de
las mujeres y los hombres y la forma en la que pueden ser vistos desde la fe y
argumentados con seriedad, sufrió gran pérdida de libertad por un excesivo
control centralista de parte de la burocracia vaticana. Hay muchos tópicos en
los cuales hay que expander la reflexión teológica para que haya verdadero
diálogo y no solo anatematización: eutanasia, aborto, matrimonio homosexual,
contracepción, profilaxis reproductiva, diálogo interreligioso, bioética,
comunicación social. Urgen palabras serias en lenguajes comprensibles a los
contemporáneos que incorporen los avances de la ciencia y la filosofía de tal
forma que sean verdaderamente luz para quienes quieran andar la vida al estilo
del Evangelio.
Hay, por otra parte, que repensar la formación de
los ministros y sacerdotes, la necesidad real actual del celibato, el papel que
puede y debe jugar la mujer al interior de las estructuras eclesiales, la
fidelidad a los millones de empobrecidos a quienes hay que sumar el banquete de
la vida del cual los excluye un sistema económico de mercado y la complicidad
entre eclesiásiticos y los poderes económicos y políticos que se ha dado y que
puede seguirse dando en muchos lugares del mundo.
Urge, sí, que el papa que entre pueda conducir la
estructura religiosa que le será encomendada de manera dialogante con las
necesidades reales del mundo actual; pero apremia igual o más que quienes se
consideran cristianos entiendan que la responsabilidad día a día de transmitir
los valores de Jesús que dicen que orientan su vida es de cada uno de ellos y
esta responsabilidad no la pueden transferir a ningún jerarca.
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