Autor: José Rafael de Regil Vélez
Artículo publicado en Síntesis Tlaxcala, el 13 de agosto de 2014 en la columna Palabras que humanizan.
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Mi niñez y juventud las
pasé de un lado a otro, y no por turismo, que también he hecho. De pequeño
fui a donde a la familia la llevó el trabajo de mi padre: DF, Monterrey, Toluca. Cuando llegué a la
adolescencia abrí la puerta de mi casa para ir en pos de mi futuro y ello me
arrojó a Tlaxcala, Puebla, la Sierra Mixe de Oaxaca, el Distrito Federal, el
Estado de México, Colombia y, ya casado y con relativa estabilidad laboral, me ha detenido
una vez más entre Tlaxcala y Puebla.
No soy el único con una
trayectoria similar: uno de mis hermanos vive en China, otra en Canadá. Los
tres hemos ido de aquí para allá, como los menores de edad que hoy son noticia
por haber llegado a los Estados Unidos provenientes de las muy lejanas tierras
centroamericanas.
Si ser migrantes es algo
que tenemos en común con esos chicos y otros millones de personas, las condiciones de nuestra movilidad son algo que nos
diferencian. Jamás me he trasladado en las condiciones de VULNERABILIDAD en la
que ellos lo han hecho.
Allí está el meollo del asunto: el problema no es
migrar, sino tener que abandonar todo porque se tiene nada y es necesario
lanzarse a la aventura en situación de carencia e indefensión que pone en
riesgo todo lo humano.
En la frontera Norte, como
en la Sur, se apilan mujeres y hombres de todas las edades en busca de algo que
la precariedad les impide conseguir allí donde nacieron. Recientemente Egipto
ha tenido que abrir fronteras para recibir multitud de refugiados desplazados
de su hogar por la guerra para muchos incomprensible entre Israel y Hamas en la
Franja de Gaza. Los países europeos están atestados de africanos. La xenofobia
asalta por doquier porque las personas establecidas se sienten invadidas por
gente extraña, ante la cual presumen raras intenciones y a la cual se le
reclama que al llegar a sus nuevos lugares se quedan con las oportunidades
de empleo, con las hijas e hijos y a la larga con la forma de vida.
La migración en vulnerabilidad y carencia es un fenómeno complejo, posiblemente irresoluble,
pero ante el que hay que hacer algo, porque carcome la humanidad de muchísimas personas.
Tiene que ver en el origen con pobreza, falta
de oportunidades, violencia, con familias fracturadas por la ausencia de uno o
más de sus miembros. En el tránsito, con inseguridad, con fragilidad humana,
con enfermedad, lesiones e incluso la muerte. Las poblaciones intermedias -como Tijuana o Juárez- se reinventan una y otra vez en sus múltiples
dimensiones por todos quienes iban de paso y se quedaron. En el destino implica
hacinamiento, trabajo precario, ilegalidad, nuevas formas de marginación,
aculturación e inculturación, especulación en el mercado de divisas. En el
retorno supone desadaptación, ruptura de patrones culturales y en muchas
ocasiones irresolución de la pobreza originaria y originante.
Pensar, como lo hacen
algunas personas, que se trata de una cuestión que se arregla con muros y
policía, es la más simple e ingenua de la visiones y la antesala de soluciones
que no lo son.
La movilidad humana que nos
ocupa requiere políticas locales, regionales e incluso trasnacionales que
afecten la demografía, el empleo, el balance campo ciudad, la seguridad social,
la educación, la diplomacia, por citar algunos campos. El mayor o menor remedio
en esta dimensión es de largo plazo.
En lo inmediato está la
premura de abordar la emergencia humanitaria que supone que miles y miles de personas
deambulan casi sin ropa, sin alimentos, a merced de la delincuencia organizada
que secuestra y que trata personas para el trabajo en esclavitud, el tráfico de
órganos o el comercio sexual.
Nadie podemos ser ajenos a los migrantes. Exigir
marcos legales que cobijen sus derechos humanos fundamentales, empujar una
opinión pública favorable a una reforma migratoria como la que no logra fraguar
en los Estados Unidos, organizar redes de solidaridad para proporcionarles
alimentos, agua, ropa y techo, como lo hacen los albergues que existen a lo
largo de las rutas de migración, crear una opinión pública que no sea xenófoba, es algo que sí podemos hacer.
No estamos ante su
problema, sino ante el nuestro, porque en realidad todos somos migrantes. Solo
hay dos opciones reales: evadirlo o de alguna forma encararlo. En cada quien
está la palabra.
1 comentario:
Noticia del dïa de hoy sobre migrantes en México. Imagínate llegar al zócalo desde Honduras o Guatemala sólo para ser asesinado...
http://www.zocalo.com.mx/seccion/articulo/lo-peor-esta-por-venir-dice-solalinde-sobre-la-crisis-de-migrantes-14088906
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