Autora:
Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado: en Lado B, 02 de mayo de 2012
En días pasados estuvo en la Ibero Puebla la Dra.
Guadalupe Moreno Bayardo, de la Universidad de Guadalajara, quien nos hizo
reflexionar sobre la formación de investigadores educativos en México. En
primer lugar hizo referencia a cómo están los posgrados en educación en nuestro
país y mencionó que hay una clara conciencia de que son necesarios
profesionales con posgrado en el ámbito educativo, pero que esto es muy
cuestionado porque nada cambia en las aulas y, en muchas ocasiones, es una
respuesta al credencialismo.
Sin embargo, manifestó que es la mejor manera de
favorecer cambios estructurales en la educación, pues en un posgrado la
formación continua de los docentes es más amplia y profunda, a diferencia de
cursos cortos y en cascada que es como normalmente la SEP forma a los
profesores de educación básica. Por otro lado ofrece herramientas a los
docentes de nivel medio superior o superior que no tienen preparación
pedagógica.
También la Dra. Moreno comentó que hay mucha
heterogeneidad en la calidad de los posgrados en educación y que cada vez se
requieren menos investigadores pues no se sustituyen las plazas de los
investigadores en educación, planteando que no es necesario formar
investigadores que no encontrarán espacios laborales. Sin embargo, hizo el
señalamiento de que al mismo tiempo se requieren expertos en determinadas prácticas
educativas.
Esta experta comentó que inicialmente los
posgrados en educación fueron réplicas de las licenciaturas generándose los
posgrados profesionalizantes que en su momento fueron considerados de segunda.
A pesar de esto ahora se considera la profesionalización como un continum de
formación que debe ser intencionada. Los posgrados son considerados como
formadores de expertos en diversos campos educativos y la práctica educativa es
uno de estos campos.
Es evidente que el eje de formación de los posgrados
en educación son las prácticas educativas, por lo que muchos de los posgrados
están orientados a la profesionalización y no a la investigación, aunque para
todos tiene sentido formar para la investigación y también para responder a las
demandas de CONACyT. Más allá de esto la Dra. Moreno considera que la
investigación debe ser una herramienta de apoyo, que enriquezca al estudiante
de posgrados en educación, haciendo evidente que si los profesores desarrollan
investigación de su propia práctica, pueden modificarla.
En cuanto a los doctorados en educación, la Dra.
Moreno mencionó que ahora un 90% de los doctorados tienen una orientación hacia
la investigación, sin embargo han surgido algunos doctorados
profesionalizantes. Pero dado que la norma en México es que estén orientados a
la investigación han surgido programas híbridos en donde hay profesionalización
e investigación, sin embargo cree que esto no es suficiente.
Constantemente a lo largo de su conferencia, la
Dra. Moreno puso el dedo en la yaga de que no tenemos formación en
investigación, pues hay habilidades que debemos desarrollar desde la educación
básica como la escritura, el desarrollo de ideas, el pensamiento hipotético, la
toma de decisiones que son algunas herramientas que no están presentes, ni en
los profesores, ni en los estudiantes de algunos posgrados en educación.
Ligado a esto último se mencionó cuáles son las
características de los sujetos que forman estos programas, por ejemplo los
profesores de los posgrados tienen formas de contratación que no favorecen que
hagan investigación, pues sólo se involucran con una institución a partir de la
impartición de una clase. Del mismo modo los estudiantes, no son seleccionados
para su ingreso y muchas veces no cuentan con la preparación suficiente por los
campos formativos de los que provienen. Todo esto genera que muchos estudiantes
de posgrado se queden en el camino y no concluyan su formación.
Todo este discurso me llevó a pensar cuáles son
las condiciones de los posgrados en educación de nuestra entidad, a partir del
convenio que la subsecretaría de educación superior del sexenio estatal
anterior estableció con algunas universidades privadas y de los que soy
profesora. Primero, estos programas se establecieron a un bajo costo para que
los docentes de educación básica tuvieran acceso a ellos, al no recibir estos
una buena paga por el trabajo que desempeñan difícilmente tienen acceso a este
tipo de formación. Los profesores han tenido una respuesta significativa y han
inundado las aulas de estas instituciones, tal vez por el credencialismo, o tal
vez por una conciencia que han desarrollado como docente.
Las instituciones educativas que subsisten de la
colegiatura de sus alumnos, se han visto también beneficiadas, pues han
incrementado su matricula. Es verdad que estos programas se catalogan como
profesionalizantes y como lo señala la Dra. Moreno, están centrados en las
prácticas educativas y no en la investigación. Tampoco alcanzan los estándares
de calidad que establece CONACyT, pero están moviendo la conciencia de los
profesores, incluso de aquellos que se acercan por el papelito, y los docente
están moviendo cosas en su pequeño espacio áulico, lo que a veces, no impacta a
nivel de sistema. Creo que en esta dinámica tenemos un ganar-ganar, de esos,
que necesitamos a nivel social.
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