Autora: Rocío Barragán de la Parra
Publicado: e-consulta, 14 de agosto de 201
“Mientras exponía la clase, Federico
interactuaba con su tableta, otros compañeros aportaban sus puntos de vista
pero él permanecía absorto en la pantalla, de repente exclamó ¡Lo tengo!, la
fecha en que la compañía lanzó esa campaña al mercado fue justo hace dos años,
tengo aquí los videos ¿los proyectamos?; en ese momento agradecí no haber
reprendido a Federico por estar distraído
en clase y pude comprobar, como en otras ocasiones, que el (in)adecuado uso de
la tecnología depende en gran medida de la capacidad del docente para adaptarse
a ella, diseñarla y gestionarla a favor de lo que ocurre en la clase.
Cuando
el profesor prepara un curso debe considerar primordialmente el contexto y
realidad de sus estudiantes, esa es la materia prima que le permite conectar
las oportunidades que el ambiente aporta para el aprendizaje con el objetivo
del curso, de ahí puede definir si lo conveniente es un curso presencial,
apoyado con medios electrónicos, montado en una plataforma en línea,
semipresencial o completamente en línea, pues si bien el uso de Tecnologías de
Información y Comunicación (TIC´s) se ha popularizado, la brecha que existe
entre el uso (obligatorio o no) de las plataformas y su integración asertiva en
la gestión del aprendizaje es aún muy amplia, al menos así me lo hizo pensar
ese día la actitud de Federico en el aula.
La
tecnología brinda múltiples oportunidades en la promoción del aprendizaje, su
columna vertebral descansa en la guía de estudio donde cada profesor reflexiona
cuál es el objetivo por alcanzar, qué conocimientos, habilidades o actitudes
propiciará y con ello define las herramientas o medios digitales a utilizar.
Un
curso puede ser presencial
y apoyarse en herramientas o medios digitales. Si es semipresencial o semivirtual,
supone que el contenido del curso está hospedado en una plataforma de gestión
para el aprendizaje con estrategias virtuales y presenciales. Si nos referimos
a un curso en
línea implica privilegiar el uso de la tecnología, codificar y
traducir estrategias, actividades y evaluaciones que propicien la interacción
del grupo a través de herramientas como el correo electrónico, el chat, el
blog, los foros, la mensajería instantánea o listas de distribución.
La
brecha sigue siendo grande cuando no sabemos cómo vincular estas herramientas
digitales diseñadas para el aprendizaje con las herramientas y medios de
nuestros estudiantes; sin embargo, ese día Federico también me enseñó que la
tecnología puede ser un gran aliado si procuro desarrollar estrategias
pedagógicas que se acompañen con el uso de dispositivos móviles, laptops,
tabletas o computadoras, que vinculen los medios sociales como twitter, facebook o youtube;
utilizar los espacios creados por organizaciones, personas, instituciones que
cuelgan información confiable y arbitrada en la web y puede reforzar,
complementar o validar las temáticas de la clase.
Sin
importar si el espacio de enseñanza es físico o en línea, es primordial no
perder de vista que el aprendizaje a través de la tecnología adquiere sentido
porque representa para cada uno de mis estudiantes las herramientas que maneja
diariamente y que están integradas en sus actividades comunes, en su relación
con los otros y con su entorno. La oportunidad consiste en trasladar su uso en
favor del desarrollo de habilidades y actitudes como la convivencia, el
respeto, la asertividad, el compromiso y la responsabilidad, propiciar a través
de su uso el saber, el saber hacer, el saber vivir y el saber convivir.
La
educación jesuita considera que la clave para que la tecnología sea una aliada
del aprendizaje radica en dos grandes encomiendas pedagógicas:
- Expandir la educación en el
hábitat www al diseñar cursos desde una perspectiva global, considerando los recursos globales y las redes globales.
- Cuidar que cada curso
posibilite que los alumnos se relacionen con su contexto, compartan sus
entornos y desarrollen conexiones entre sí; generen experiencias valiosas y
significativas con su aprendizaje, sus emociones, sus afectos y sus
experiencias, que le permita conectar y vincular lo aprendido a través del
discernimiento y
la acción,
que la evaluación
sea un ejercicio de mejora multidimensional en el ser, saber, hacer y
convivir.
Pero
¿qué le toca a Federico por hacer? Él tiene sin duda un compromiso vital,
disponerse al aprendizaje a través de medios que hasta hoy ha utilizado
mayormente para divertirse y socializar; ver en cada desarrollo tecnológico una
oportunidad para habilitarse como persona y profesionista, ser cada uno de sus
días y de tiempo completo, un aprendiz de vida.
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