Autor: Alfonso Álvarez Grayeb, si quieres saber más del autor haz click aquí. Publicado en La primera de Puebla
Sucede cada mes, y no por azar: un maravilloso y
repetido acto de amor al arte se desarrolla como una partitura precisa en la
pequeña aldea suiza de Trogen,
en el Cantón de Appenzell. Un grupo de adoradores de la música vocal de Johann
Sebastian Bach, en particular de sus más de doscientas Cantatas (que son pretexto
para trozos de la música más sublime que se pueda escuchar en la Tierra), han
inventado una originalísima celebración del arte de este compositor
inconmensurable. Esta gente maravillosa se propuso en el año 1999 ejecutar mensualmente
todas y cada una de las Cantatas, de manera que se requieren veinticinco años
para completar el ciclo, que pudo comenzar en 2006 y finalizará en el 2030. Nada
menos que un cuarto de siglo es lo que durará este proyecto de amor a Bach, solo
para expresar una admiración particular y el deseo de compartirla con el mundo,
pues la celebración no se limita a los afortunados asistentes que caben entre
las paredes de la pequeña iglesia de Trogen, sino que ahí se ejecuta una
grabación en vivo con los más altos estándares técnicos, que llegará finalmente
a los últimos rincones del mundo a través de CD, DVD e internet.
La iglesia de Trogen se convierte simultáneamente en
una sala de conciertos y en una sala de grabación. Un equipo de técnicos monta
esa metamorfosis con una amorosa delicadeza que quiere proteger primeramente la
antigua iglesia, y también la comodidad del público, de manera que no se vea
estorbado ni por las cámaras ni por los equipos de grabación e iluminación. Se
instalan estructuras especiales para colocar las cámaras en forma tal que no sean
percibidas por el público y que ellas mismas no aparezcan en la grabación. La
plantilla de músicos y cantantes cambia lógicamente de Cantata a Cantata debido
a las características distintivas de cada una, pero estos técnicos trazan mapas
precisos de su colocación idónea en la iglesia para cada una de las Cantatas. Esta
preparación técnica previa toma, luego de la experiencia ganada en los últimos
años, unas cuatro horas, dejando la iglesia a disposición de los músicos que
ensayan.
Con la música no sucede como con la arquitectura o la
escultura: no podemos pararnos simplemente frente a ella para admirarla, sino
que hay que recrearla en cada ocasión, estableciendo una conexión inédita con
la obra de arte musical cada vez. Y cada generación debe hacer lo mismo.
Un equipo de diseñadores discute la estética en la
elaboración de los carteles del evento mensual, pero que se extiende a las
portadas de discos compactos y DVD que serán difundidas en todo el mundo,
además de la presencia en la página Web de la Fundación Bachstiftung, la
organizadora del festival, página que se actualiza continuamente. La comunidad involucrada
con este proyecto crece año con año a nivel mundial. Sólo en México tiene más
de cincuenta y cinco mil seguidores, y se comprueba que el arte de Bach es bien
recibido por las jóvenes generaciones de todo el mundo.
En cuanto a los músicos, vienen de Suiza, del sur de
Alemania y de Austria, y son todos especialistas en interpretación –e
instrumentos- históricos del tiempo de Bach. Antes de los ensayos, hay que
afinar los doscientos cincuenta tubos del órgano, que debido a la falta de
humedad y a la temperatura, sufren alteraciones en su sonido. El director musical,
Rudolph Lutz, dice que cada Cantata es como un Himalaya, difícil y laboriosa.
Un tenor también subraya la dificultad de la interpretación vocal de la música
de Bach, y en ocasiones debe respirar a mitad de una palabra. Lutz deja ver el
grado de perfección que se quiere alcanzar en cada interpretación, y explica
que su tarea es conocer y dominar la partitura de arriba a abajo, y para eso se
auxilia de dos expertos, uno musicológico y otro teológico, para dar un
contexto completo a la Cantata de turno. El asunto teológico de la Cantata se
complica por el antiguo lenguaje barroco que contiene, y se vuelve necesaria
una interpretación actual para hallar el sentido correcto de los textos. Para
esto se ofrece al público –para su mayor comprensión y disfrute- un taller
previo al concierto sobre las dos cuestiones, musical y teológico-linguística.
En cuanto al manejo de las cinco cámaras, se hace con
algunas personas discretamente dispuestas dentro de la iglesia y por dos más en
un camión fuera de ella dirigiendo las secuencias, queriendo todos pasar
desapercibidos. Antes del ensayo general, el director, algunos músicos y el
ingeniero de sonido analizan, partitura en mano, la grabación previa para pulir
errores o afinar detalles de la obra.
El día del concierto la Cantata se interpreta dos
veces (la bellísima Cantata 151, por ejemplo, es muy corta: dura menos de diez
y siete minutos), y entre las dos entregas hay una reflexión hecha por un
personaje invitado. La post-producción, que incluye el análisis y crítica de
las dos interpretaciones, la reflexión y el taller previo, se realiza en Saint
Gallen y sirve para corregir o matizar la calidad del producto.
En fín, que la gente de la Fundación Bachstiftung parece
guiarse por la máxima de que Dios está en los detalles, como dijo Flaubert y
popularizó Mies van der Rohe. Y hay que ver cuánto detalle hay aquí distribuido
en cuánto tiempo, cuánta gente aplicando su experiencia y sus sentidos en este
homenaje a Bach. No nos queda más que agradecer a esta gente lo que hacen
movidos por el amor y el deseo de perfección. Viva por siempre Bach.
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