Autora:
Rocío Barragán de la Parra,datos del autor haz click aquí
Publicado:
Síntesis Puebla, 22 de enero de 2014
Hace
unos días, Augusto, un compañero del área de Mantenimiento de la Universidad,
acudió a mi oficina con la finalidad de apoyarme en la colocación de unos
marcos; al iniciar su trabajo me ofrecí a ser su ayudante de manera que
pudiera, de algún modo, auxiliarle en su labor; jamás imaginé que su respuesta
me permitiría compartirles la lección que esa mañana Augusto me dejó.
No es necesario maestra -me dijo-, estoy acostumbrando a resolver el trabajo; aunque sí sé que me puede ayudar porque me ha tocado participar en varios de los eventos que organiza desde su área y me ha tocado ver cómo los alumnos aprenden, cómo demuestran lo que han crecido en su profesión, los comentarios de sus familiares y amigos que se van bien contentos y sorprendidos de ver a los estudiantes desenvolverse profesionalmente; ¿Sabe maestra? eso me inspiró y hace poco más de un año decidí meterme a estudiar inglés y los cursos que puedo tomar en la universidad, entendí que nunca es tarde para prepararme y me gusta mucho lo que aprendo.
Mientras escuchaba a mi compañero inevitablemente pensé "la palabra convence pero el ejemplo arrastra", el testimonio de Augusto fue como agua nueva para mi vocación docente e inmediatamente reflexioné en la importancia de comprender cómo todos los días podemos incidir en nuestros semejantes, no sólo a través de un curso formal impartido en el aula; sino a través de nuestras palabras y acciones. Vivimos una gran crisis de valores que ha golpeado también el quehacer de las profesiones, sobre todo, de aquellas donde el contacto con la persona es trascendental; así enfrentamos cada vez más el descredito a sacerdotes, médicos y maestros.
Vivimos en un clima enrarecido con una especie de desconfianza, descrédito e incredulidad, que ha puesto el ejercicio de éstas y otras profesiones "a la defensiva"; ha puesto el ejercicio de éstas y otras profesiones "a la defensiva"; pareciera que ahora el derrotero fuera regido por la ley del menor esfuerzo, el individualismo, el hedonismo y el consumismo.
Agradezco tanto la presencia de Augusto en mi oficina quien sin saberlo, renovó mi esperanza y acrecentó el sentido de mi profesión comprometiéndome a contribuir, de manera más consciente y del modo más valioso conmigo, con mi entorno y con mis semejantes.
La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla. Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.comSus comentarios son bienvenidos
No es necesario maestra -me dijo-, estoy acostumbrando a resolver el trabajo; aunque sí sé que me puede ayudar porque me ha tocado participar en varios de los eventos que organiza desde su área y me ha tocado ver cómo los alumnos aprenden, cómo demuestran lo que han crecido en su profesión, los comentarios de sus familiares y amigos que se van bien contentos y sorprendidos de ver a los estudiantes desenvolverse profesionalmente; ¿Sabe maestra? eso me inspiró y hace poco más de un año decidí meterme a estudiar inglés y los cursos que puedo tomar en la universidad, entendí que nunca es tarde para prepararme y me gusta mucho lo que aprendo.
Mientras escuchaba a mi compañero inevitablemente pensé "la palabra convence pero el ejemplo arrastra", el testimonio de Augusto fue como agua nueva para mi vocación docente e inmediatamente reflexioné en la importancia de comprender cómo todos los días podemos incidir en nuestros semejantes, no sólo a través de un curso formal impartido en el aula; sino a través de nuestras palabras y acciones. Vivimos una gran crisis de valores que ha golpeado también el quehacer de las profesiones, sobre todo, de aquellas donde el contacto con la persona es trascendental; así enfrentamos cada vez más el descredito a sacerdotes, médicos y maestros.
Vivimos en un clima enrarecido con una especie de desconfianza, descrédito e incredulidad, que ha puesto el ejercicio de éstas y otras profesiones "a la defensiva"; ha puesto el ejercicio de éstas y otras profesiones "a la defensiva"; pareciera que ahora el derrotero fuera regido por la ley del menor esfuerzo, el individualismo, el hedonismo y el consumismo.
Agradezco tanto la presencia de Augusto en mi oficina quien sin saberlo, renovó mi esperanza y acrecentó el sentido de mi profesión comprometiéndome a contribuir, de manera más consciente y del modo más valioso conmigo, con mi entorno y con mis semejantes.
La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla. Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.comSus comentarios son bienvenidos
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