Autor: José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más datos del autor, haz click aquí
Publicado en La primera de Puebla, el 10 de octubre de 2014
Para Flavio, amigo y andragogo
Las palabras y sus significados
nacen para una época y a través de ellas las personas pueden referirse a la
realidad de una forma suficientemente adecuada como para que a partir de ello interactúen
entre ellas y con las cosas de la mejor
manera posible.
Al transcurrir el tiempo pasa que
los vocablos se empiezan a quedar cortos para comunicar lo que deben transmitir;
los términos originales van perdiendo su sentido y comienzan a connotar cosas
diferentes. Así sucedió, por ejemplo, con el lenguaje religioso, al menos el de
corte católico, que tiene fuertes raíces en los diez primeros siglos después de
Cristo, pero que ahora a muchísimas personas en todo el mundo suena muy hueco:
ya no se entienden cosas como el incienso en las celebraciones litúrgicas, las
genuflexiones, el discurso teológico sin mediaciones epistemológicas que lo
hagan accesible a todo mundo, la estructura y los símbolos que se utilizan en
los sacramentos. Con la pedagogía ha sucedido así.
Pedagogía en un principio podía
hacer alusión a toda la educación, pero estaba centrada básicamente en los
niños, bajo el supuesto de que habría que ayudarles a pasar de un estado inicial
menos humano a otro de mayor humanización, que permitiera la convivencia
política, la capacidad de transformar el mundo y de asumirse como parte de las
instituciones sociales y políticas. Los adultos ya estarían formados.
El pedagogo o la pedagoga son
personas que se especializan en acompañar a los niños con mayor o menor
directividad para que aprendan los conocimientos, adquieran las habilidades y
dispongan las actitudes adecuadas para su futura y plena incorporación social:
adaptación y transformación sociopolítica, económica y cultural. Los estudios
más fuertes que respaldan la pedagogía en el terreno, por ejemplo, de la
psicología del desarrollo, van de los 0 a los 12 años, los métodos didácticos
están muy enfocados al trabajo escolarizado con menores y la literatura que
abunda en este ámbito es la de la educación básica.
Los cambios de diversa índole que
ha experimentado el mundo en los últimos 140 años van exigiendo que los
especialistas en la educación amplíen el vocabulario con el que nombran la
realidad que tiene que ver con su objeto de estudio y de trabajo para que
respondan mejor a sus desafíos.
Tras las guerras mundiales, la
industrialización y postindustrialización de las sociedades, el advenimiento de
las continuas revoluciones tecnológicas y la relativa democratización de la
escolarización, han puesto a los humanos ante nuevos desafíos educativos, uno
de los cuales es claramente el que tiene que ver con la educación de los
adultos.
Andragogía es el término que se
ha venido acuñando para designar el estudio científico y metodológico del
adulto que aprende. Parte en el fondo de algunas premisas antropológicas: el
ser humano está llamado toda su vida a construirse como tal en el mundo que le
tocó vivir, ante el cual tiene la doble tarea de adaptarse a la realidad que le
tocó vivir y encontrar en ellas las posibilidades de transformación para ir
haciendo que su espacio y su tiempo sean lo más humanos a lo que se pueda
llegar.
Es la condición de ser más por,
con y para los demás lo que permite que mujeres y hombres desaten todo su
dinamismo, pongan en juego todo lo que son, saben y tienen a fin de que la vida
sea un proceso humanizante que permita dejar la realidad “un poco mejor que
como se la ha encontrado”..
Con base en lo anterior se
reconoce que el adulto es un ser que gracias a la relación con los demás puede
interactuar en el lugar y tiempo que le ha tocado vivir (y un poco más debido a
la globalización y los desarrollos de las tecnologías de la información y la comunicación)
y vivir en un proceso de constante formación a partir del cual entienda su
mundo mejor, continúe desarrollando las habilidades necesarias para su vida
social, política, económica, cultural e incluso religiosa y que aprenda a
disponer actitudes adecuadas para afrontar los desafíos que tiene en el momento
histórico de su existencia.
Los adultos tenemos necesidades
educativas -no solo los menores y los jóvenes- y deben ser abordadas de manera
apropiada.
La Andragogía es una ciencia de
la educación que se encarga de ello. En su obra Andragogía: procesos educativos entre adultos, Flavio Castillo de
manera esquemática plantea a partir del trabajo de F. Adam las principales
características de esta disciplina.
- Horizontalidad entre los participantes de los grupos educativos.
- Control y dirección del proceso educativo entre todos los participantes de los grupos.
- Total énfasis en los procesos de aprender y las fuentes de información.
- Mayor uso del pensamiento lógico, de la imaginación para la creatividad.
- La planeación, administración y evaluación de los procesos están centrados en los participantes, en diálogo con el facilitador.
- El proceso educativo se dirige hacia la orientación que permite que los adultos realicen sus aprendizajes.
Y esto sucede porque el aprendizaje
en la edad adulta no es una inmersión social (como la de los niños), sino una posibilidad para interactuar adecuadamente con las cosas y las personas con las que un mayor de
edad se enfrenta en la vida cotidiana.
El mismo Flavio Castillo insiste
que la educación adulta –la praxis andragógica- se establece a partir de dos
grandes coordenadas: la horizontalidad y la participación. La primera hace
referencia a que los adultos cuando
entran en un proceso educativo lo hacen entre pares, pues todos tienen ya una
visión del mundo, una experiencia y por lo tanto, -en segundo lugar- con capacidad de aportar en
cualquier momento a partir de lo que han vivido y reflexionado, de tal suerte
que pueden ser proactivos y propositivos en su educación, en la medida que
participen en las distintas etapas de la experiencia andragógica y lo hagan de
manera autogestiva y colaborativa.
En este sentido, la metodología
andragógica está orientada a la realidad y la soluciones de las necesidades que
ella plantea y por eso privilegia el trabajo colaborativo que tiende hacia la
autogestión, la corresponsabilidad y la conciencia de las herramientas
intelectuales, físicas, tecnológicas y la forma en las que ha de usarlas en la
vida cotidiana para resolver los problemas que esta plantea a la vida humana
digna, en todos sus ámbitos: capacitación, grupos de reflexión para enfrentar las nuevas etapas de la vida, etc.
Hoy por hoy muchos educadores
afrontan el trabajo con adultos a partir de enfoques diseñados para menores,
toman el control del proceso, instruyen, limitan la capacidad de
involucramiento y participación, mantienen relaciones jerárquicas. Seguramente
necesitan una formación distinta para trabajar en educación continua,
capacitación, formación de posgrado, educación no formal entre adultos. Urge en este mundo que tiene muchos
pedagogos, la emergencia de los andragogos.
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