Autor:
Alejandro Ortiz Cotte
Publicado: en Lado B, 13 de junio de 2012
Estamos
viviendo un momento especial y diferente. Sabemos que estamos mal como
humanidad. Nuestros modelos sociales y económicos están en plena crisis. Nos
estamos dando cuenta que las sociedades que hemos diseñado para que nuestros
hijos vivan mejor son un fracaso. Sigue habiendo pobreza, exclusión y violencia
en el mundo a niveles alarmantes. El mundo está en pleno reacomodo global, se
sabe con calentura y enfermedad y se está auto-regulando. Y así en medio del
caos, en medio de un invierno atroz, están surgiendo expresiones sociales de
nuevos colores y nuevas propuestas. Parecen pequeñas pero terminan en marchas
multitudinarias, parecen espontáneas pero están bien organizadas. Empiezan como
un tweet y terminan en elecciones, y como siempre, son caminadas y gritadas por
los excluidos del sistema. Este cambio lo está promoviendo una vieja señora
llamada indignación: madre de todas las resistencias, se pensaba muerta pero
sólo estaba renaciendo.
Para
volverse a mostrar, la indignación eligió el continente dónde surgió la vida:
África y aterrizó en dos países en especial: Túnez y Egipto. Fueron
revoluciones de jóvenes, de desempleados, de laicos y de todos los demás
indignados de vivir como lo ordenaban sus dictadores. Salieron a la calle con
celular en mano a cambiar su orden político. Sus únicas armas fueron mensajitos
en el twitter, y todos juntos trajeron la primavera antes de tiempo. Empezó a
alumbrar el sol en estos países pero después continuaron los países árabes y
los europeos. Todos empezaron a dar síntomas de esta nueva locura primaveral.
Cuando
la primavera africana brillaba en todo su esplendor, la indignación se
esparció, como el polen en primavera por el mundo, despertando nuevas flores de
cambio. Uno de estos capullos fue el texto titulado “indignaos” [1]. Lo escribió un viejito de 93 años que con sus palabras ha
alimentado el espíritu rebelde de miles de personas. Nos recordó que la peor
actitud humana que podemos tomar en este momento de la historia es la
indiferencia. El texto lo tomaron en serio en España, y el 15 de mayo del 2011
se recordará como el día, en que los jóvenes sin futuro, los desempleados, los
hartos de la democracia no cumplida, los cansados de las estafas bancarias se
tomaron las calles y las plazas para gritar su indignación. Nació el movimiento
del 15M, espacio que sigue organizando la esperanza de un presente diferente,
espacio profético que grita sin parar: “si no nos dejan soñar, no los dejaremos
dormir”.[2]
En
el país más aplaudido por los sistemas financieros internacionales, en el país
más rico de América Latina, en el país que ya había olvidado su pasado
dictatorial, en ese país, los jóvenes estudiantes de Chile devolvieron la
memoria a su pueblo y tomaron a la indignación como su bandera. Demandaron
educación para todos, no sólo para los que tienen dinero. Los estudiantes se
volvieron maestros en las calles. Soportaron golpes, insultos, arrestos y
mentiras de su gobierno, de sus televisoras, de sus políticos. Salieron a
exigir y a dibujar un país diferente, sabedores de su historia no vivida pero
si experimentada amplían sus movimientos y sus peticiones a nivel nacional.
Camila Vallejo, Giorgio Jackson, son rostros donde la indignación se hizo
carne.
La
indignación es contagiosa. Este virus democrático alternativo invadió América
del Norte. Y entonces el pueblo norteamericano de a pie, esos que también están
arruinados por los bancos y sus desfalcos, que están perdiendo no sólo la casa
y el auto sino la paciencia de un mundo mejor, ese otro USA, ocupó las calles y
las plazas. La primavera hace milagros. El pretexto fue una convocatoria de la
revista de anticonsumismo Adbusters y a través del hashtag titulado
#occupywallstreet, se les quitó ese raro mal que tenía el pueblo pobre
estadounidense llamado invisibilidad. Y ocurrió lo impensable plazas y
edificios tomados por “ocupados” por todo Estados Unidos. El país modelo se
volvió uno más en la geopolítica de la pobreza y de la exclusión. Después de
New York, siguió Boston, Los Ángeles, San Francisco, Chicago. Hoy ya con
cuerpos visibles el movimiento sigue organizando la operación más importante de
su historia: quitar el corazón enfermo que tiene su país y ponerle otro, uno
más humano.
Cuando
pensábamos que ya no habría más plazas ocupadas surgió el milagro de la
Universidad Iberoamericana. En tiempos electorales surgió un nuevo emblema de
la indignación social y de la participación ciudadana. Nuevamente fueron los
jóvenes los protagonistas, nuevamente fue a través de un hashtag twitero que
tuvo nombre e identidad el movimiento, nuevamente mostraron su indignación ante
la manipulación de la información en las televisoras y nuevamente explotaron
nuevas primaveras y nuevas esperanzas. Nos referimos al movimiento #yosoy132.
Este movimiento nació en una de las universidades de paga más caras y más
elitistas del país, y ahí en medio del lujo y riqueza floreció la rebeldía y la
conciencia. El movimiento no surgió en las calles ni en las plazas sino en
internet, en un video que desmentía lo que decían los partidos políticos y
mostraba, con credencial en mano, que la primavera de la indignación en México
llegó en 131 rostros, después en las calles fuimos más de 132.
Seguimos
en primavera en pleno verano. Siguen surgiendo cosas raras y nuevas
posibilidades. Todo está al revés y es por eso que tenemos mucha esperanza.
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