Autor:
Carlos Augusto Audirac Camarena
Publicado:
en lado B, 15 de mayo de 2012
He
vivido en la zona de los fuertes en la ciudad de Puebla por más de 20 años. En
días de descanso, como fines de semana, vacaciones o suspensión de labores el
área cívica se convierte en mi destino para iniciar el día con una caminata en
compañía de la mascota de la familia. Desde mi primera visita a esta zona noté
el abandono en que se encontraban las áreas verdes, los monumentos, el llamado
mobiliario urbano, los edificios y demás elementos arquitectónicos.
Era
evidente también la falta de “vocación” de la zona como un conjunto, debido a
que es un espacio natural para la actividad al aire libre, para la recreación y
para la convivencia familiar. Pero ante la falta de interés de las autoridades
estatales y municipales, se convirtió en un cuadrante más de la ciudad, igual
útil para la venta ambulante, circulación del transporte público (a una
velocidad que ponía en riesgo la integridad física de los paseantes),
estacionamiento para enamorados detrás del Fuerte de Guadalupe, estacionamiento
público (incluyendo áreas verdes) para actividades programadas en el centro
expositor y en Casa Puebla, área de instalación de juegos mecánicos y muchos
otros “usos múltiples”.
La
renovación del centro expositor significó una mejora en las vialidades y algo
del mobiliario urbano. Sin embargo continuaban los “usos múltiples” mencionados
anteriormente. La historia del aniversario de la Batalla de Puebla, se repite
50 años después. El esfuerzo por dejar en la memoria de la comunidad, lo que
simboliza el triunfo de las tropas del General Zaragoza sobre el ejército
francés, a través de obras públicas y monumentos ha revivido en 2012, los
mismos argumentos parecen ser robados de las crónicas de 1962. Más allá de la
evidente necesidad de mostrar la presencia de las autoridades de esta
administración, quiero en este artículo compartir algunas reflexiones sobre lo
que ha pasado en la zona de los fuertes.
Estoy
feliz de contar con un espacio renovado, continuaré disfrutando los días de
descanso con los paseos a través de los diversos andadores que se han diseñado
para que el visitante se ejercite ya sea en piso plano o en tezontle, lo haré
admirando la panorámica de la ciudad desde diversos puntos de vista gracias al
nuevo paisaje en el que se han eliminado muchos árboles viejos o enfermos
(algunos eliminados por la prisa en la ejecución de las obras) y la pared que
se ubicaba como perímetro del Estadio Zaragoza. Constantemente visitaré el
nuevo espacio de encuentro del arquitecto Enrique Norten y quizá hasta me tome
un café en Punta del Cielo. No sé cuánto habrá costado la renovación del Centro
Cívico 5 de Mayo. Aplaudo la decisión de hacerlo. Hay sin embargo algunos temas
pendientes.
Debido
al cumplimiento de los plazos, es notorio que algunas tareas no están
ejecutadas como merece una obra de esta magnitud. El pasto en varias zonas no
logró enraizarse, luce amarillento; será necesario sustituirlo. En los extremos
de alguno de los nuevos andadores no se muestra uniforme el tezontle. La madera
de la cubierta del mirador tiene algunos defectos, se están desprendiendo
algunas piezas y otras muestran agrietamientos. Parte de las zonas verdes han
sido depredadas por los visitantes a la Feria de Mayo. Otras no fueron
terminadas en favor de la instalación de juegos mecánicos. Algunos elementos
del mobiliario urbano se maltrataron durante las maniobras. En las vialidades
los acabados están en fase casi de terminación, en el puente se notaban todavía
partes de madera colgadas con alambre, en los laterales pareciera que faltan
algunas horas de trabajo.
Ahora
el reto lo representa cómo mantener y actualizar este proyecto. Los proceso
naturales de deterioro debido a la acción del medio ambiente, requieren
respuestas inteligentes y continuas de las autoridades o ¿será necesario
esperarnos al 175 aniversario de la Batalla de Puebla para volver a intervenir
este espacio? Otra acción permanente de desgaste somos los visitantes. Otro
reto es cómo generar un cambio de cultura a favor del respeto por los espacios
públicos. Parece entendible que la reja perimetral representa la preocupación
por aislar espacio-personas y prevenir las situaciones de los párrafos
iniciales de este escrito. Platicando con mi hijo Eduardo (arquitecto de
formación profesional), este tipo de obras se pueden convertir en oportunidades
de generar compromisos de todas las partes involucradas (autoridades,
particulares, visitantes) para hacer de este espacio en particular, un ejemplo
de cooperación para mantener vivo el recuerdo de los 150 años de la Batalla de
Puebla y vayamos ganando en madurez cívica como sociedad.
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