Autor: Alfonso Álvarez Grayeb
Publicado: e-consulta, 19 Septiembre 2012
Un buen amigo músico me dijo hace unos días
(hablo de mediados de septiembre), que ese día de marras se cumplía un
aniversario más de la composición del hermoso vals Sobre las Olas, o bien, no estaba seguro, del nacimiento de
su autor, el músico mexicano Juventino Rosas. A mí se me ocurrió unos días
después averiguar algo más sobre este compositor cuya vida parecía ser, al
recordar trozos de información y de películas, novelesca; más bien tristemente
novelesca. El dato de la fecha era inexacto, tanto de la obra como de su autor,
y no por culpa de mi amigo, que es un tipo informado y culto, sino porque
simplemente la información sobre la vida de Rosas fue por mucho tiempo sólo un
amasijo de historias apócrifas y anécdotas fantasiosas, perpetuadas a lo largo
del tiempo por algunas personas a partir de las ingenuas narraciones de dos de
sus amigos que, al convertirse Rosas en celebridad, quisieron tomar para sí un
poco de ella y “salir en la foto”. Los dos amigos eran, por un lado, un
coterráneo de Juventino (del pueblo de Santa Cruz, Guanajuato), y por otro un
compañero de atril (Rosas era violinista en la ciudad de México). Lo cierto es
que después de 15 años de muerto Rosas, no podía encontrarse en México ni una
nota biográfica sobre él. El mito comenzó en 1909, cuando desde Cuba llegaron
los restos del músico, ya famoso justamente por ser el compositor del
mencionado vals, a reposar en tierra mexicana. Hubo que esperar 60 años más para
tener la primera biografía del Juventino Rosas real, y ver la llegada del año
2000 para la primera biografía en un idioma distinto al español, la del
investigador austriaco Helmut Brenner, quien nos ofrece además un contexto
histórico y cultural de la vida y tiempos de su biografiado, como Dios manda.
La propia vida del músico ofrece momentos y
cosas dignos de ir tejiendo una historia de película, pero entre las fantasías
figuran algunas muy pintorescas, como aquella de que Juventino Rosas llegó a
poseer un violín Stradivarius que había pertenecido al mítico violinista español Pablo de Sarasate; o
aquella historia un tanto deformada de que su padre, el valiente militar Jesús
Rosas que se distinguió en el campo de batalla contra los invasores franceses,
y era también buen tañedor de arpa, aprovechó la entrada triunfal de Benito
Juárez en la ciudad de México para pedir permiso de ir a su pueblo, Santa Cruz
en Guanajuato, visita que sirvió para engendrar a Juventino en 1868, y de paso
un poco más tarde a un par de hermanos más, por supuesto músicos, como músicos
eran también algunos parientes paternos, de donde le llegaba a Juventino sangre
de artista. Estos datos son falsos unos y exagerados otros.
Pero del lado de los verdaderos hay sabrosas
historias que no desmerecen frente a las apócrifas, pero están cargadas de
tremendas y penosas confusiones y vacíos de información ya sea sobre el día de
nacimiento, el apellido materno, el lugar de nacimiento y la fecha y
condiciones en que llegó a la ciudad de México, donde era parte del trío
familiar que formaba con su padre y un hermano.
Ya en México se inscribió a Juventino en
algunas materias del Conservatorio de Música, pero no presentó los exámenes en
dos ocasiones, no se sabe si por problemas de salud o de dinero. Jamás regresó.
Por esto mismo es improbable o de plano imposible que Juventino haya sido
violinista en la orquesta de la Ópera, como dicen algunos, pero sí lo fue de la
Compañía de la eminente soprano mexicana Ángela Peralta, a quien acompañó en
sus giras. En una de estas, precisamente en Mazatlán, la cantante enfermó
súbitamente y murió en ese lugar, obligando a Juventino a buscarse la vida de
otro modo. Se enroló en una banda militar pero no soportó mucho tiempo la
disciplina castrense, y se dedicó a la composición y ganarse el pan tocando en
fiestas y de vez en cuando a tocar para la clase alta ofreciendo valses y
polkas. En esos tiempos cayó en las garras del alcohol y la vida bohemia. Un
buen día compuso y dedicó un vals llamado Junto al Manantial a una mecenas, pieza que se popularizó por
su elevada belleza y de la que vendió los derechos, junto con otro pieza, por
$45.00 bajo el nombre Sobre las Olas. Juventino se hizo famoso por esta pieza, pero no recibió nunca la
retribución de su genio. También compuso otro hermoso vals titulado Carmen que dedicó a la esposa de Don Porfirio,
quien en agradecimiento le regaló un piano que vendió muy pronto Rosas para
salir de deudas.
Justamente para intentar salir de ellas se enroló en una
compañía de zarzuela que haría una gira por Cuba, pero la compañía quebró en la
isla y Juventino con ella, en particular de la salud, y fue a morir en un
pequeño lugar llamado Batabanó, al que sin embargo había llegado la fama del
vals Sobre las Olas. 15 años estuvo en tierra cubana hasta que lo repatriaron en 1909. Su
capilla ardiente fue un acondicionado furgón de ferrocarril, y en cada lugar en
que paraba el tren se le homenajeó tocando el famoso vals. Esto último bien
puede ser una de esas historias fantasiosas que rodean a Juventino Rosas, pero
también puede ser simplemente la expresión sublimada de un deseo causado por el
remordimiento ante la historia desgraciada de un músico humilde que nunca se
tituló del Conservatorio ni recibió los laureles que merecía, pero que fue
tocado por las Musas para que nos regalara, por $45.00, unos momentos de
belleza y elevación que lo hacen inmortal. Gracias Juventino, siempre te
recordaremos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario