Autor:
Mtra. Cecilia Salgado
Publicado:
La Primera de Puebla, 19 de septiembre de 2012
El
consumo de alcohol, marihuana y cocaína en el ambiente
universitario ha aumentado, al mismo tiempo que ha disminuido la percepción de riesgo de consumirlas. Estamos viviendo un tiempo en el que, parece ser que ha disminuido la percepción que tienen las personas del riesgo asociado a las drogas. El hecho de que las personas perciban las drogas como menos peligrosas de lo que son, hace que sea más probable que terminen consumiendo alguna de ellas. En concreto, algunas encuestas realizadas en España por el Plan Nacional sobre Drogas, indican que ha aumentado el número de personas consumidoras de cannabis y cocaína a la vez que ha disminuido la percepción de riesgo que tiene el consumirlas. Además, “no se ha logrado transmitir a la población más joven una información adecuada sobre los riesgos y daños que causa el consumo de drogas, con la consecuencia de que la percepción de riesgo de ese consumo ha descendido en los últimos años, con las graves consecuencias que ello entraña”. En relación con la marihuana, ya en el 2004 se mencionaban una serie de determinantes que explicarían el incremento en el consumo de esta sustancia: “ Ha descendido la percepción social del riesgo relacionado con el cannabis y ha aumentado la indiferencia social hacia su consumo”; “ha crecido la percepción de accesibilidad y disponibilidad de esta sustancia, que parece estar cada vez más presente en el entorno de muchos jóvenes” y “la información que trasciende a la opinión pública, especialmente a la población juvenil, aparece sesgada y no hace hincapié en los riesgos asociados al consumo. Se ha generado una imagen de banalidad asociada a mensajes positivos e incentivadores del consumo”. Una conclusión que se deriva de lo anterior es que, para evitar el consumo de drogas, es necesario pensar que las drogas son peligrosas, o, al menos, tanto como lo piensan los expertos en la materia. Esto, en principio, podría parecer tan lógico que no de lugar a réplica. El término riesgo es uno de los conceptos de los que todo el mundo parece saber algo, pero cada uno lo interpreta a su manera. Desde algunas miradas, el riesgo tiene un marcado carácter negativo (las conductas de riesgo), mientras que, desde otras, el riesgo es considerado como algo positivo y atractivo: los amantes del riesgo son generalmente vistos como personas admirables por su capacidad para exponerse a situaciones límite que los demás evitaríamos sin pensarlo. Mientras que ciertas actividades que se relacionan con el riesgo son consideradas con frecuencia como fruto de desadaptaciones o de inadecuaciones en la conducta de quien las realiza (el consumo de drogas, ciertas formas de practicar sexo, ciertas maneras de conducir vehículos, ciertas formas de alimentarse, etc.), en otras el riesgo es valorado positivamente y hasta goza del reconocimiento social. Esta ambigüedad en la consideración social de los riesgos también lleva a que, en ocasiones, la palabra riesgo pierda su verdadero sentido y quede referida más a valoraciones subjetivas sobre lo que está bien o mal, lo que se puede hacer o lo que no, que a criterios objetivos (lo que es arriesgado y lo que no lo es, lo que es más arriesgado y lo que es menos, etc.). El riesgo siempre ha de estar referido a una posible pérdida (o daño). Esta pérdida o daño debe delimitarse claramente, estableciendo incluso distintas categorías o clases de pérdidas. En este sentido, el consumo de drogas puede colocar en riesgo a la persona en el sentido de que puede conllevar la aparición de una serie de problemas para quién las consume. Por lo tanto, el primer paso para definir claramente el riesgo consiste en determinar de manera exacta y precisa cuáles son las consecuencias que se pueden sufrir o experimentar. En este punto es importante señalar que el consumo de drogas per se no constituye un daño, sino que tal consumo ha de producirse de determinada forma para que el daño llegue a ocurrir. En consecuencia, debemos insistir, no sólo es esencial determinar los daños, también los factores que son claros generadores de ese daño (frecuencia, vía de administración, patrones de uso múltiple, etc.). Entre “expertos” y “no expertos” en drogas, la discrepancia existente puede atribuirse a diferentes formas de conceptuar y valorar el riesgo: una la del “experto”, pretendidamente objetiva, y otra la del “no experto”, subjetiva, que además de valorar la probabilidad de sufrir un daño, también valora otros aspectos importantes para él como que tipo de daño puede sufrir y la significación o importancia que para él tienen tales daños. Es por esto que resulta imprescindible para el desarrollo de estrategias preventivas, el disponer de los dos tipos de valoraciones. Conociendo como valoran los “no expertos”, el riesgo, en nuestro caso los estudiantes, ayudará a un mejor diseño de las actuaciones preventivas. |
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