José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más datos del autor, haz click aquí.
Publicado en Puebla on line, el 25 de septiembre de 2012.
…la maravillosa máquina preparada con tantos años de labor y de lágrimas y de sacrificios, si ha podido producir el progreso, no ha podido producir la felicidad” Justo Sierra, 1893
¿Rememorar a Justo Sierra Méndez, un hombre muerto el 13 de septiembre hace cien años, tiene algo que decirnos a las mujeres y los hombres de nuestro tiempo? Esa fue la pregunta que me hice cuando escuché la noticia del acto conmemorativo que José Narro, rector dn la Universidad Nacional Autónoma de México , encabezó en la máxima casa de estudios..
Dado a la tarea de documentarme al respecto, mi respuesta es: ¡sí!
Un vistazo al hombre y su obra
Justo Sierra, como habitualmente
lo conocemos, nació en Campeche, en
1848, pero realmente se formó en la Ciudad de México.
Se graduó joven de jurisprudencia
(abogacía), pero antes que eso ya había comenzado a ser conocido como literato.
De la mano de Ignacio Manuel Altamirano frecuentó las reuniones en las que
conoció a Manuel Payno, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio, entre otros de los personajes notables de su época. Fue poeta y también
autor de cuentos, novela y obras de teatro. Eso habla de la amplitud de sus
campos de interés y de desarrollo personal.
Se formó en la línea filosófica
con la que Gabino Barreda rehízo la educación mexicana y que se convertiría en
la columna vertebral de la formación del gabinete económico del presidente
Porfirio Díaz: el positivismo, que pretendía llevar al orden y al
progreso al pueblo mexicano mediante el uso apegado a la ciencia experimental que promovería el progreso material y concreto del país, postergado por los conflictos armados casi permanentes del México postindependiente.
Con el tiempo -en el diálogo con sus contemporáneos y la realidad del país que conoció de primera mano- revisó sus ideas
positivistas para dar paso a una visión humanista desde la cual concibió su aporte patriótico.
Muy pronto fue catedrático de
historia de la Escuela Nacional Preparatoria y allí desarrolló su faceta de
docente y autor.
Si se quiere ver con más detalle los hilos de su aporte para México hay que observar su actuación como periodista, como legislador –lo
fue más de una vez desde que fuera Diputado Suplente en 1881- y como
funcionario público –fue ministro y presidente de la Suprema Corte, subsecretario y secretario de Estado.
En la Cámara de Diputados promovió
en 1881 la ley que dio carácter obligatorio a la Instrucción Primaria y propuso
otra para la creación de una universidad nacional.
Cuando en 1902 por ley se instauró
el Consejo Superior de Educación Pública el subsecretario del ramo, Justo Sierra, dio cuenta de su visión de una sistema educativo nacional
que abarcara desde el jardín de niños hasta la Universidad.
En 1905 Porfirio Díaz creó el
ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes a cuyo cargo quedó el
personaje que conmemoramos. En esa posición estratégica logró concretar la
reforma educativa que venía fraguando desde años atrás y que quedó plasmada en
la Ley de Instrucción Pública para el Distrito Federal y los Territorios de 1908.
En ella manifiesta una de sus inquietudes
fundamentales en ese momento: la instrucción pública no puede ser reducida a enseñanza
de conocimientos. Debe ser educación integral: el educando debe crecer física,
intelectual, moral y estéticamente. La educación debe ser regida por el estado
y laica.
“El maestro Justo Sierra, consideraba que la educación moral
ayudaría a la formación del carácter por medio de la obediencia y disciplina,
así como por el constante y racional ejercicio de sentimientos, resoluciones y
actos encaminados a producir el respeto a sí mismo y el amor a la familia, a la
escuela, a la patria y a los demás. La educación física, obtenida por las
medidas de profilaxis indispensable, los ejercicios corporales apropiados
y por la formación de hábitos de higiene. La cultura intelectual, el que
se alcanzará por el ejercicio gradual y metódico de los sentimientos y la
atención, el desarrollo del lenguaje, la disciplina de la imaginación y la
progresiva aproximación a la exactitud del juicio. Y por último, la educación
estética, que se efectuará promoviendo la iniciación del buen gusto y
proporcionando los educandos nociones de arte adecuadas a su edad. (Bazant, 1993:43)” (Ávila, Ana Verónica, 2003, “Reforma educativa de Justo
Sierra”, http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm)
El otro rasgo de
su gestión al frente del ministerio fue propugnar por la fundación de la
Universidad Nacional, lograda en 1910, una institución separada de los poderes
del Estado, cuyo gobierno surgiera del método de conocimiento y de su propia
búsqueda del saber. Una universidad gobernada por universitarios.
Al respecto José
Narro, en su alocución sobre el centenario luctuoso del maestro Sierra, señala:
“El ilustre sabio
mexicano trazó y definió la Universidad con precisión. Él pensó en una
institución grande y con grandeza. Esa visión suya forma parte de la realidad,
de nuestra realidad, desde hace muchos lustros. Él imaginó una institución con
alcance nacional, dedicada a cultivar el saber, laica, apartada de dogmas y
credos de cualquier signo, con plena libertad académica, formadora de valores y
de ciudadanos libres.[…] Fundó una
institución que efectivamente ha participado en las luchas libertarias y
democráticas del pueblo mexicano, en el aprovechamiento de los conocimientos
universales en beneficio de la sociedad, en la lucha contra la ignorancia y la
injusticia. Justo Sierra creó una institución ligada y comprometida con la
nación. (http://www.dgi.unam.mx/rector/htmdiscursos/120912.html)
El
programa educativo del Justo Sierra cercano a la muerte da cuenta de la
apertura que le permitió transitar del jacobinismo de juventud, el positivismo
de la adultez al humanismo de la madurez. Su camino formado al calor de los
momentos históricos que vivió lo llevó a pensar que la posibilidad de la
existencia de la patria está íntimamente ligada no sólo al crecimiento económico,
sino a la educación que permite el progreso social. Las personas integralmente
formadas son capaces de poner en juego sentimientos, emociones, afectos, un
juicio intelectual lo más exacto posible al servicio de las condiciones de vida
en las que tienen que resolver su propia ciudadanía creando un mejor país.
Este
rasgo sierrano había quedado de manifiesto en sus intervenciones ante el
Congreso, como esta de 1893, pronunciada en pleno auge económico del porfiriato:
“el pueblo mexicano tiene hambre y sed de justicia...
todo aquel que tenga el honor de disponer de una pluma, de una tribuna o de una
cátedra, tiene la obligación de consultar la salud de la sociedad en que vive;
y yo cumpliendo con este deber, en esta sociedad que tiene en su base una masa
pasiva, que tiene en su cima un grupo de ambiciosos y de inquietos en el bueno
y en el mal sentido de la palabra, he creído que podría resumirse su mal íntimo
en estas palabras tomadas del predicador de la montaña hambre y sed de
justicia... la maravillosa máquina preparada con tantos años de labor y de
lágrimas y de sacrificios, si ha podido producir el progreso, no ha podido
producir la felicidad...”
El legado del maestro
El centenario del natalicio de Justo Sierra fue ocasión para hacer una primera revisión de la figura y la obra del jurista, literato, legislador y funcionario público. La Universidad de Cuba, junto con la UNAM, promovieron una serie de acciones que llevaron a que al recordado se le diera el título de "Maestro de América".
Actualmente México
es totalmente otro y sin embargo en el fondo subyacen las realidades que
preocuparon a Justo Sierra: el desarrollo económico del país deja fuera a
muchísimos mexicanos. La injusticia campea, las élites políticas parecen
separadas del México real y la educación no ha logrado cumplir su meta de
formación integral de mujeres y hombres cabales y capaces para los demás, pues
se ha enfocado mayormente a la transmisión de contenidos.
Hoy, en
tiempos de desarrollo macroeconómico que produce exclusión en la microeconomía,
y de instrucción más que de educación que atienda a que toda la persona sea
capaz de movilizarse para construirse ser humano en la acción misma de
construir un mundo más justo, se agradece que haya quien con compromiso real
ponga compromiso político y vida intelectual al servicio de la construcción de
la sociedad por medio de una adecuada educación.
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