Autora: Mónica Palafox Guarnero
Publicado: en lado B, 27 de febrero de 2013
Los
límites son las herramienta de la educación, y la educación no es una lucha de
poder, así que cuando, nos encontramos en situaciones en las que el
cumplimiento de las normas se convierte en una batalla para ver quién gana,
esto es, sí los padres “domamos” al niño o él consigue que cedamos una vez más,
tenemos que hacer un alto y reflexionar sobre el momento en que perdimos la
ruta.
Educar se
vuelve una lucha de poder cuando perdemos de vista que, los límites y las
consecuencias son en favor y no en contra del niño. Los límites juegan en
contra de su niño cuando los padres la usamos sólo como una forma para reprimir
lo que nos molesta, cansa, y que pensamos que los hijos hacen paramolestarnos intencionalmente.
Esto da lugar a una peligrosa escalonada de respuestas y reacciones que
responden a nuestros estados de ánimo, más que al aprendizaje del autocontrol.
Es muy frecuente que los sentimientos de culpa se traducen en una veleta, donde
un día somos muy buena onda y, al otro, nos comemos con los ojos al insolente
niño.
¿Quién dirige el barco?
Para que
los límites jueguen en favor del niño tenemos que estar convencidos que al dar
al niño los elementos para que autorregule su conducta le estamos haciendo un
importante regalo que le será útil durante toda su vida.
Todos los
niños – sin importar el género, la edad o condición social- requieren saber que
se espera de ellos y cuáles serán las consecuencias, que establecemos y
cumplimos como familia. Esto les ayuda aresponsabilizarse de lo que hacen y a
ser más independientes.
El
autocontrol es particularmente importante para los niños pues sólo así
podrán integrarse a su entorno y regular su comportamiento.
La
tentación de sobreproteger a los niños pequeños, de no exigirles porque:
“después de todo la vida ya les muy dura y ya la enfrentarán cuando sean
adultos” es primero que nada, una manifestación de que en el fondo no creemos
en ellos, no los creemos capaces de cumplir sus metas y tampoco pensamos que
sus objetivos son importantes.
Si el
niño aprende a usar los berrinches o cierta inmadurez en su desarrollo, como
una forma para obtener privilegios, está de fondo dañando su autoestima porque
en realidad se le está comunicando de una manera sutil que no es como todos.
Todos
necesitamos límites y como padres o educadores debemos conocer bien a los niños
para saber cómo establecerlos y estar bien seguros de que lo que les estamos
pidiendo no está más allá de sus posibilidades. Hay que conocer a fondo al
niño, actuar sobre el ambiente y hacer las modificaciones necesarias. Dar al
niño el apoyo y los recursos que necesita para controlar su conducta, implica
dedicarle tiempo, ser paciente y creativo.
Los
límites no son estrategias de castigo, tampoco intransigencia ni autoritarismo.
Es una herramienta para que los hijos construyan las actitudes que les
permitirán vivir en comunidad.
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