Publicado: en
lado B, 05 de marzo de 2013
En la actualidad la mayoría de las actividades del ser humano
involucran en algún sentido un acto de consumo, lo que implica la adquisición o
uso de bienes y servicios ofertados por organizaciones gubernamentales,
privadas o asociativas.
El
distingo entre ellas tiene que ver con la manera en que conciben su filosofía
organizacional, el sentido de sus acciones y el grado de involucramiento y
responsabilidad con la que asumen su compromiso en la generación y distribución
de riqueza, de empleo, de recursos y en el grado de bienestar social que deriva
de dichas acciones.La responsabilidad social corporativa surge como una nueva filosofía empresarial que se realiza activa y voluntariamente para satisfacer las necesidades y deseos del mercado, brindando soluciones más eficaces y eficientes que incluyen prácticas que promueven además del bienestar del consumidor, el desarrollo social, económico y ambiental del entorno.
Para
algunas organizaciones esta postura implica una gran oportunidad para agregar
valor, diferenciarse en el mercado y obtener una mejor situación competitiva
mientras que para otras lejos de ser un distingo se ha convertido en parte de
los estándares de permanencia en el mercado.
Sin
importar cuál de los dos enfoques apuntale las decisiones de una empresa, lo
trascendente es considerar en su filosofía los recursos organizacionales,
económicos, de infraestructura y talento humano que posibiliten la
Responsabilidad Social Corporativa (RSC).
Las
primeras acciones de compromiso organizacional surgen cuando las organizaciones
enfrentan la necesidad de diferenciar su oferta de valor ante el mercado; de
esta manera algunas empresas optan por la mejora y eficiencia en el uso
de sus productos o servicios, otras desarrollaron acciones enfocadas en la
innovación o uso de materiales biodegradables, o reciclables; algunas más
apuestan a la donación de un porcentajes de las utilidades a causas como la
preservación del hábitat o el apoyo a grupos vulnerables, mientras que otras
incluyen en su planeación estratégica contratación de personal con capacidades
diferentes, el cuidado y preservación de parques, jardines, centros deportivos
o camellones, o la promoción de valores sociales como la familia, la salud
pública, el deporte, la cultura y la educación.
Tres
factores han obligado a las empresas a replantearse el modo en que abordan la
Responsabilidad Social:
La
imitación de sus acciones por parte de otras organizaciones, lo que diluyó el
diferenciador inicial.
El
deterioro ambiental, el calentamiento global y las nuevas formas de hacer
negocios generaron una genuina conciencia de preservación, promoción social y
ambiental reformulándose los alcances de las acciones iniciales.
La
necesidad de acreditar el desempeño conjunto de la organización y enmarcar la
práctica de buenas acciones para dar certidumbre social a través del
cumplimiento de leyes y normas.
De este
modo surgen organismos certificadores que representan una opción de gestión
inteligente y estratégica, como el Centro Mexicano para la Filantropía
(CEMEFI), constituida como una asociación civil privada, no lucrativa y
sin afiliación; fundada en 1988 para “Promover y articular la
participación filantrópica, comprometida y socialmente responsable de los
ciudadanos, sus organizaciones sociales y empresas para alcanzar una sociedad
más equitativa, solidaria y próspera” www.cemefi.org.
La
Responsabilidad Social está apuntalada por objetivos comunes más o menos
consensuados y fundamentados en el respeto a la dignidad de la persona, la
promoción de una sociedad más equitativa y solidaria y el fomento a una cultura
democrática que coadyuve al desarrollo y promoción social a través de las
llamadas responsabilidades éticas de la empresa. Dichas
responsabilidades e implican la gestión justa y generosa de la empresa con una
mirada respetuosa a los derechos humanos, una distribución equitativa de la
riqueza generada, supervisión continua de sus insumos y suministros, fomentar
la colaboración empresarial e involucrar a los actores sociales en la promoción
de buenas prácticas que construyan la reputación corporativa.
Gestionar
una empresa con Responsabilidad Social supone considerar que para diferenciarse
de la competencia, es necesario invertir en el desarrollo y administración de
la relación con los agentes económicos, sociales, ambientales y culturales.
Implica detectar oportunidades y liderar la transformación estando conscientes
de que el desarrollo estratégico de la empresa está en el talento humano desde
donde se promueve la convivencia y el beneficio mutuo; factores clave en la
construcción del tejido social.
En este contexto el desafío de una organización
inteligente es promover actitudes, acciones y valores favorables, que posibiliten la inclusión social de grupos
desfavorecidos sin perder de vista la pertinencia e inserción en el contexto
global y la apertura de mercado que rige hoy la actividad económica y social
del país.
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