Autor:
Ramón
Felipe Tecólt González
Publicado:
Puebla on Line, 26 de febrero de 2013
Actualmente estamos, hablo de la humanidad en general,
viviendo una época de cambios. La civilización debe cambiar sino de lo
contrario morirá. El propio ser humano ha creado las tecnologías suficientes
para autodestruirse. Para evitar esta autodestrucción, tenemos, nosotros
mismos, que concientizarnos para desarrollar el principio de
corresponsabilidad. El ritmo de crecimiento tan acelerado que se ha dado en las
últimas décadas ha generado un proceso de devastación que de continuar, para
mediados del siglo en curso habrá desaparecido la mitad de las especies
animales y vegetales.
Puede existir un paradigma que puede ser esperanzador
para este poco agradable futuro que nos espera como seres humanos, un ensayo
nuevo a la especie homo-sapiens-demens. Una reingeniería del ser humano pero
con más capacidad de compasión, sensibilidad y convivialidad. Hablo de un
realismo materialista, donde todos participan, nadie es espectador. Un realismo
donde se pretende entender la realidad como un objeto independiente al ser humano,
una ilusión porque el sujeto no puede existir sin el objeto y viceversa.
Existen cuatro realidades que estaban olvidadas y que
lentamente regresan a lo humano.
La primera es la categoría Tierra. La tierra es más que
un astro inerte, es un sistema en lo que todo está inter-retro-conectado, es un
superorganismo vivo llamado Gaia en el que cualquier insignificante cambio en
sí mismo podría acarrear catástrofes, por los que la Tierra es vida, no sólo
tiene vida sobre ella, sino que ella misma es vida. Hay que redefinir la
relación hombres-Tierra para garantizar las condiciones para que ésta pueda
subsistir y seguirse desarrollando. A esto se llama el principio de
responsabilidad.
El segundo elemento es el pathos o sentimiento profundo
del ser humano. Poco a poco la racionalidad en el ser humano pasa a un segundo
término. Hoy está volviendo a la cultura el sentimiento profundo, primero está
el corazón después la razón. Actualmente se vive en un mundo cruel y sin piedad
y que el problema no son los problemas mundiales típicos como son la economía o
las finanzas, sino que es la falta de ese pathos. Este sentimiento profundo no
es nada más que la humanización, la inclusión, la compasión como elementos
regidores de las sociedades. La capacidad de la otredad, es decir, sentir al
otro saliéndose de sí.
Un tercer elemento es lo femenino, lo femenino como
principio estructural de lo humano junto con lo masculino. Es pensar con el
cuerpo, de captar totalidades, de sentir profundidades, de ser sensible a la
vida, de tener cuidado con todo ser viviente y frágil, que es captar un mundo
por detrás de éste, que es tener espiritualidad. Sensibilizar sociedades más
sentimentales capaces de proveer protección a la vida es lo que brinda lo
femenino a lo masculino.
El cuarto elemento es la espiritualidad, alejada de la
connotación religiosa o personal. La espiritualidad en este contexto es
sentirnos parte de un todo. Es darse cuenta de que las cosas no son porque
deben de ser y que están puestas aleatoriamente, sino que son pero en un
perfecto orden, escritas en una gran partitura cósmica.
Estos elementos pueden conformar una nueva filosofía
basada en una conciencia más abierta, incluyente y espiritual para fortalecer
un sentido más abierto y también una capacidad de organizar las relaciones
humanas de una manera menos explotadora, a lo que yo diría, menos
autodestructiva.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario