Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos, datos de la autora, haz click aqui
Publicado:
Lado B, 30 de abril de 2014
Uno de los problemas más comunes que ahora
enfrentan padres y profesores es el control de la disciplina para educar a
niños y jóvenes. Parece que cada generación se vuelve más laxa y eso termina en
que los chicos no sigan reglan, no desarrollen buenos hábitos, no respeten a
nadie y empiecen a hacer lo que ellos quieren con consecuencias negativas para
el resto de su vida y para la de sus padres.
En los últimos años, con los derechos de los niños
y las teorías psicológicas que apoyan que los niños no sean regañados o
castigados por los adultos, se han mal entendido las cosas y ha dado como
consecuencia que los niños y jóvenes se salgan de control. También el hecho de
que las familias hayan cambiado de manera drástica ha hecho que nadie dentro de
la familia establezca los límites y la autoridad que todas las personas en
formación requieren.
En las aulas pasa más o menos lo mismo, es decir,
los profesores no tienen el control en cuanto a disciplina y cuando lo hacen
los muchachos los graban por audio o video-audio, y los exhiben en las redes
sociales, o bien los acusan con sus padres o con las autoridades escolares
quitándoles toda posibilidad de establecer ciertos límites o cierta dosis de
disciplina que es necesaria para que los propósitos del aprendizaje se logren.
Un fenómeno que observo con frecuencia es que el
profesor o bien los padres, no tiene el suficiente carácter y los alumnos o lo
hijos empiezan a hacer lo que quieren, y como no quieren trabajar pues
simplemente ignoran las instrucciones que les dan sus padres o maestros para
que aprendan conocimientos, desarrollen habilidades o adopten actitudes;
generando con esto que los propósitos formativos de los adultos no se cumplan y
bajo estas circunstancias es muy fácil que los chicos se salgan del “redil” y
empiecen a tener prácticas que ponen en riesgo su salud, su vida y su futuro.
En estos casos, los padres o los profesores deberían tener un entrenamiento de
estrategias para controlar la disciplina. En el caso de los maestros es una
necesidad, pues si el grupo está fuera de control, no hay posibilidades de que
el aprendizaje se genere.
Sin embargo, el caso que más me preocupa es cuando
uno de los padres o el profesor, tiene el control de la disciplina, establece
límites, llama la atención cuando debe hacerlo, o hasta llegar a dar un manazo
o una nalgada que no lastimará al pequeño, pero que puede ser muy significativa
en la formación de los chicos y el otro padre, o los abuelos, o los tíos, o los
padres en el caso del profesor, o el director, o la SEP, se meten quitándole
toda autoridad frente a los alumnos o hijos y quitándole toda posibilidad de
educar a los pequeños.
La disciplina implica llamar la atención cuando los
límites se están transgrediendo, ejercer la autoridad con un castigo cuando el
límite ya ha sido trasgredido, dar un golpe “significativo” y no maltratador
cuando no solo se ha cometido una falta, sino que se ha perdido el respeto y si
todo esto se hace a tiempo, la formación de los niños y los adolescentes puede
dar muchos mejores resultados, pues los adultos bien sabemos que vivimos en un
mundo en donde hay “otros” que merecen todo nuestro respeto, pero cuando una
persona decide ir por la vida pasando sobre la dignidad de cualquiera, ha
decidido ser maltratador, corrupto, delincuente, egoísta, golpeador, proxeneta,
violento, adictos, traficante y todo lo que aquí quiera acumularse y que se
relaciona con una vida miserable.
Padres y profesores, es decir, los adultos debemos
tener bien claro que para educar a nuestros hijos y nuestros alumnos, se
requiere de una buena dosis de disciplina, que les muestre a los chicos que la
vida, la buena vida, requiere esfuerzos, responsabilidad, respeto, obligaciones
y otras muchas cosas que forjan el carácter.
Para esto maestros y padres, además entre los
padres, deberíamos trabajar en equipo, darnos mutuo crédito, hacer alianzas
para trabajar juntos en la formación de nuestros hijos y para eso se requiere
de un mínimo de disciplina, de normas, de respeto. Así que cuando uno de los
padres llama la atención a uno de sus hijos, el otro debería respetar, aunque
no esté de acuerdo; posteriormente podrán hablar como pareja a solas y decidir
juntos cuál será la mejor manera de dar la dosis de disciplina requerida al
pequeño.
Del mismo modo, los padres no deberían hablar mal
de la pareja o expareja con los hijos, siempre hay desavenencias, pero no
debemos dar elementos a los hijos para que pierdan el respeto de sus padres.
Juntos deberían decidir las normas de la familia y deberían respetarlas lo más
posible y cuando se falta a una norma, debe explicarse a los hijos por qué se
hizo.
Estas mismas recomendaciones doy a los padres sobre
los maestros, unos no deben hablar mal de los otros delante de los niños o
adolescentes y cuando uno ejerce un castigo o un regaño, el o los otros
deberían respetarlo. Los profesores se quejan frecuentemente de que no cuentan
con el apoyo de los padres para ejercer la disciplina en los alumnos. Mi
invitación es que trabajen juntos en este aspecto, si queremos que nuestros
niños y jóvenes tengan un mejor futuro, pues como dice mi mamá, “más vale una
nalgada a tiempo”.
La autora es profesora de la Universidad
Iberoamericana Puebla.
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