Autor:
José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz click aquí
Publicado:
Síntesis Tlaxcala, 15 de septiembre de 2012
Efemérides
como las de las fiestas nacionales invitan no sólo a celebrar, sino también a
conmemorar, trayendo a la memoria más que los acontecimientos celebrados, el
significado de lo que vemos en ellos y por lo cual nos parecen suficientemente
importantes como para mirarnos a través de ellos una y otra vez al pasar del
tiempo (http://textoscirculo.blogspot.mx/2012/05/la-desgracia-del-tiempo-plano.html, publicado en
Síntesis Tlaxcala, el 3 de mayo de 2012).
Septiembre: mes de la patria, del lugar
al que nos une los fuertes lazos del nacimiento o la adopción, la historia, la
vida cotidiana y que nos hacen de alguna forma quienes somos.
En toda ciudad habrá comida típica, los
ritos patrióticos como el “grito” y el desfile militar. Ondearán banderitas y
los colores verde, blanco y rojo inundarán las calles, los centros comerciales,
las escuelas, los edificios públicos; la música vernácula sonará y será
acompañada de las voces que cantarán nuestras canciones, muy posiblemente
envalentonadas al calor del tequila. Y todo esto está bien para sentirnos
mexicanos, patriotas. Pero no basta.
Hay que construirnos mexicanos, los
cual solo es posible construyendo nuestro México, como lo hace cualquier
ciudadano que se viva como tal. Hagamos patria: formemos ciudadanos, porque las
familias, las estructuras religiosas y las instituciones educativas han
abandonado de alguna forma esta tarea, quedándose en la superficie de los
símbolos, los ritos, las prácticas conmemorativas.
La educación contemporánea se ha
preocupado de formar la mano de obra y los cuadros que las empresas necesitan;
algunas licenciaturas los administradores públicos que acometan la tarea
gubernamental, pero no necesariamente se ha formado ciudadanos. Las materias de
formación cívica y ética no son suficientes, porque parten del falso supuesto
de que dar información a los jóvenes es educarlos.
Acompañar el surgimiento de personas
responsables de su patria, de su nación, del lugar en el que viven, supone
diferentes cosas, todas ellas orientadas a que las personas realmente puedan
interactuar en los niveles local, regional, nacional, incluso global en las
cuestiones que a todos nos atañen.
En este primer artículo septembrino
quiero detenerme en una que parecería obvia pero resulta no ser así: formar
ciudadanos es potenciar la razón, que no es meramente acumulación de
información, sino la posibilidad de penetrar con mente y corazón la realidad,
entender las cosas, los acontecimientos, relacionarlos en su contexto
histórico, político, social, cultural, económico y atisbar en ellos las
posibilidades de transformar el mundo para que sea sosteniblemente humano.
Esta
permite la autonomía, presupuesto fundamental de una vida política
participativa.
Pensar permite la autonomía. En la
heteronomía – su antónimo- las personas actúan en función de la opinión de
otros y actúan por criterios dados sin necesariamente saber su porqué, para qué
ni si los cómos son los apropiados. Los heterónomos son fácilmente convertibles
en botín político, porque fincados en el sentimiento y la fe prácticamente
ciega entregan sus convicciones y sus acciones al gurú de turno, al mesías de
ocasión. Sirven –muy posiblemente sin quererlo- a intereses muy focalizados en
individuos o grupos y no al bien común en el cual se encuentran condiciones de
posibilidad para soluciones de mayor impacto y beneficio para los problemas que
tenemos y que nos atañen.
La ciudadanía implica pronunciarse ante
los problemas comunes, comprenderlos, atisbar las posibles soluciones, entender
que hay distintas ópticas para enfocarlos que seguramente generan conflictos
que sólo son abordables mediante el diálogo y el consenso, tareas ambas que no
pueden ser acometidas sin la claridad que supone la autonomía.
La escuela hoy no necesariamente forma
a la autonomía, ni potencia la razón. Fuera de ella pareciera el imperio de los
lugares comunes, de los conocimientos de trivia o concurso de televisión.
Una buena apuesta es la de asumir el
riesgo de innovar metodologías pedagógicas que acerquen desde temprana edad a
las personas a la realidad concreta, a los problemas reales de su entorno y en
esa acción pedirles que desentrañen las cosas valiéndose de las preguntas que
ante situaciones similares se han hecho mujeres y hombres a lo largo de la
historia, que comprendan las proporciones de las situaciones, que ensayen ideas fundamentadas al respecto.
Educar para la ciudadanía implica
acercar a los actores sociales a los educandos, estimular el diálogo entre
ambos, la narración de cómo se sitúan otros ante los mismos problemas, desde
qué criterios los enfocan y establecen las posibles líneas de solución.
La
racionalidad de la convivencia social se articula en torno al derecho. Las
leyes, los reglamentos, los estatutos portan la visión de quienes legislan
(tanto en la vida pública como en la empresarial) sobre la forma más razonable
de articular las intervenciones, definir las funciones. Es necesario entender
esto para salir del reino de las acciones realizadas por meros sentires, por
compadrazgos.
Y
como lo jurídico es producto humano, la acción dialógica juiciosa permite
exigir que haya cambios allí donde las leyes son insuficientes porque el
dinamismo histórico las ha rebasado o porque su creación fue parcial,
manipulada.
Un
ciudadano no puede dejar de ser protagonista al lado de otros protagonista.
Requiere una sólida y crítica toma de postura que le permita re-crear las cosas
cuando afronte los problemas comunes de la ciudad, el Estado, el país, lo
internacional. Sin eso no podrá ser justamente solidario ni mucho menos libre.
Las
escuelas, las familias, las estructuras estatales y religiosas hoy están
plantadas ante el reto: celebrar a la patria reductivamente en ritos, símbolos,
tradiciones siempre en riesgo de convertirse en acciones sentimentalistas, o
conmemorarla trayendo al presente el compromiso de quienes en su momento se
hicieron cargo e su México para que reanimados con la memoria avancemos de hoy
al mañana formando ciudadanos autónomos, senti-pensantes.
En
una próxima entrega, hablaré de otras dimensiones de la formación ciudadana que
urge promover.
2 comentarios:
Maestro Rafael, antes que nada saludos y buena tarde!! Sigue siendo un gusto recibir sus publicaciones sonmuy interesantes y dejan mucho para hacer reflexion. Las he citado de manera informal cuando estoy platicando con mis compañeros o inclusive dando clases con mis alumno.
HOLA MTRO.
SIEMPRE ES UN PLACER LEER LOS ARTÍCULOS QUE TAN AMABLEMENTE COMPARTE CON NOSOTROS... GRACIAS! Y ESPERO TENGA UNA EXCELENTE SEMANA.
CUÍDESE MUCHO MUCHO...
MAGGIE
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