Autora:
Rocío Barragán de la Parra
Publicado:
Síntesis Puebla, 12 de diciembre de
2012
Aunque no es sencillo es más frecuente saber dar que saber recibir, dar u otorgar suele ser una práctica más cotidiana entre las personas y está vinculada con el agradecimiento, la solidaridad y el compromiso. Dar o compartir lo que se es o se tiene, sobre todo si se hace generosamente, es una oportunidad de contribuir directamente en la vida de alguien y, aunque no siempre somos conscientes de ello, este actuar modifica también lo que se es y se hace.
Para algunas personas dar o compartir resulta complicado, sin embargo recibir encierra un proceso aún más complejo ya que se relaciona con la concepción y el nivel de merecimiento que cada quien tiene de sí. Esa percepción íntima que cada quien tiene de sí mismo a partir de lo que aprende, escucha y vivencia, determina lo que cree que es y puede así concebirse como un sujeto poco merecedor de respeto, afecto y admiración.
Otro de los factores que han contribuido a no saber recibir es una falsa concepción de humildad y modestia que margina o sesga la valía de amarse y reconocerse como ser bueno y valioso.
Santa Teresa de Jesús define la humildad como el acto de "caminar en verdad" y mientras ello ocurra, seguro que compartir y compartirse a través del merecimiento, contribuye a lograr una sociedad más justa y equitativa.
Pensar que recibir es un acto egoísta, inmerecido o injusto, que sólo se puede recibir si se ha dado, son algunas de las barreras para aceptar aquello que se nos quiere otorgar.
Para saber recibir es importante modificar creencias y actitudes, reaprender y habilitar las emociones para disponerse, confiar, aceptar sin juzgar, desprenderse y entregarse; si bien esta tarea no es fácil tampoco es imposible, la gran paradoja radica en que al recibir, también se aprende a dar.
1 comentario:
Hay una máxima china que narra el enfrentamiento de un líder fuerte y joven con un sabio débil y viejo. el joven peleaba la posición del segundo y al enfrentarse vació su soberbia en palabras ofensivas, altaneras e hirientes. El sabio sólo calló. No pronunció ni una sola palabra, ni siquiera lo miró. Alguien de sus allegados le dijo: "Señor, le están venciendo". A lo que el sabio contestó: "¿Has aceptado un regalo? Si lo aceptas es tuyo, te pertenece. Si lo rechazas, es de quien lo obsequia. Ésas palabras no son para mí, todo lo que ha dicho no es para mí. Yo no lo recibo. por lo tanto, no es mío".
Obviamente, estas sabias palabras le afianzaron el liderazgo sobre su pueblo.
Ahora que leo esta reflexión, los relaciono y me quedo con que también el recibir, nos hace sabios.
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