Publicado: Puebla on Line, 27 de mayo de 2013
Una nueva voz se está empezando a hacer
sentir entre nosotros, y pide que se le escuche. Es la voz de las personas con
discapacidad intelectual. Hasta ahora, otros habían hablado en su nombre,
creyendo que carecían de capacidad para hablar por sí mismas. Nuestra tarea
ahora es escucharlas a ellas, ayudarles a participar como iguales en la vida de
la comunidad y proporcionarles la oportunidad de tomar decisiones
significativas. Ellos ante todos son “primero personas”.
Los obstáculos para una mayor participación
y expresión personal no se encuentran por completo en las personas con
necesidades especiales, sino que surgen en parte de las escasas expectativas de
otros, incluso de aquellos con una experiencia de toda la vida como miembros de
su familia o como profesionales.
Es posible eliminar las barreras para
una mayor participación, si trabajamos con nuestras actitudes, con las
familias, colegas y en la comunidad que nos rodea.
EL DERECHO A
LA PARTICIPACIÓN
Si aceptamos que las personas con
capacidades diferentes son conciudadanos nuestros, con necesidades
básicos como cualquier otra persona, se deduce que debemos esforzarnos para
generar oportunidades donde participar en la vida de su comunidad, como todo
ciudadano.
La mayoría de la gente pertenece a una
serie de grupos: grupos de vecinos, de amigos en la escuela o el trabajo,
grupos formados por intereses comunes en el terreno de la religión u
actividades recreativas.
La participación en grupos y en la vida
de la comunidad local aumenta nuestro sentimiento de propio valor y
pertenencia, y hace que otros nos respeten y valoren. La participación es un
acto de compartir, en el que simultáneamente damos y recibimos.
ESTADIOS DE
PARTICIPACION.
La participación en la vida de la
familia comienza desde las primeras semanas de vida e implica el compartir las
actividades cotidianas, aún con aquellos que viven una condición de vida por
sus necesidades especiales, pero que deben ser integrados.
Dado que los niños con necesidades
especiales son con frecuencia más dependientes de los demás, puede ser más
difícil para aquellos que cuidan del menor el garantizar que se den
oportunidades para que ellos puedan hacer las cosas por si mismos y tomar decisiones,
sin embargo se les puede ayudar, ofreciéndoles el elegir entre dos bebidas, dos
vestidos o dos juguetes tomándolos cada uno en una mano e indicando al niño que
se requiere escoger entre ellos. Después, cuando los niños crecen, el rango de
decisiones se puede ampliar mucho. Con frecuencia y orientados por el prejuicio
de que nosotros sí sabemos lo que las personas con necesidades especiales
necesitan, pero no se les educa desde pequeños a y no se les da la
oportunidad desde pequeños a participar y tomar decisiones.
Puede ser que el niño tome más tiempo
en responder, o puede tener dificultades para expresarse con claridad, pero no
hay que menospreciar la necesidad de participar sólo porque es más fácil para
el adulto el prever las necesidades del niño.
A medida que el niño crece, se puede
aumentar su participación dándole crecientes responsabilidades dentro del
hogar. Ésta dependerán del nivel de madurez y de habilidad. Puede ser
también que se requiera ayuda en los primeros momentos para que la tarea
seleccionada pueda ser realizada. Pero poco a poco se puede retirar esa ayuda,
o transferirla a nuevas tareas y responsabilidades. Estas aumentarán el sentido
de propio respeto y el aprecio de los demás miembros de la familia.
Los jóvenes pueden ser animados y en
ocasiones activamente ayudados para que expresen su propia individualidad, por
ejemplo, para escoger los objetos y tipos de color para su dormitorio, en tener
dinero para gastos menudos y libertad para gastarlo como deseen, y en usar su
propio tiempo libre.
Cuando los niños participan fuera del
hogar familiar durante el día, su conducta y relación con los demás
condicionará en buena parte su aceptación por parte de la comunidad.
Con frecuencia necesitarán ayuda para
aprender el tipo de conducta aceptable en la vecindad, incluyendo la conducta
adecuada con el sexo opuesto. Es importante ayudarles para que aprendan pronto
como comportarse en los lugares públicos, como utilizar las convenciones
aceptadas sobre la conversación, proximidad física, modo de mirar y cortesías
corrientes. A este respecto es de particular importancia la coordinación entre
padres y maestros.
La gente con discapacidad intelectual
tiene derecho a aprender de sus errores. Con demasiada frecuencia están
sobreprotegidos y excluidos de aprender a partir de experiencias de fracaso.
Los padres y los profesionales tienen la responsabilidad de ayudarles con
cuidado a enfrentarse con el riesgo real de un mundo real.
Hay que estimularlos a participar en
las actividades comunitarias que implican el ayudar a los demás. Las personas
con esta discapacidad han expresado " Podemos ayudar a los que tienen una
mayor dificultad. Si todos se ayudan uno a otros las cosas irán mucho
mejor". Han mostrado su capacidad de dar tanto como de recibir al asistir
a personas necesitadas y tomando parte en la mejora de la vecindad y en los
esfuerzos de acción ciudadana.
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