Autor: Alfonso Álvarez Grayeb
Publicado: Síntesis
Puebla, 11 de junio de 2013
No importa dónde se pose nuestra
vista: veremos siempre a alguien con un pequeño aparato electrónico de
comunicación y/o información en la mano. Familias enteras en automóvil que
aprovechan la luz roja del semáforo para sumergirse cada uno en su aparato, o
hasta citas románticas o de amigos abortadas por la aparentemente irrenunciable
atención al teléfono.
Un uso desmedido y adictivo que
provoca toda una gama de faltas de respeto e irritación en algunos. Los que
trabajan frente a grupos de personas (profesores, conferencistas) tiene que
competir contra la tecnología y ganar la atención del auditorio. La franca
prohibición del uso, siempre que se tenga un mínimo de autoridad, tiene tintes
retrógrados aunque es relativamente efectiva.
Pero por fortuna puede haber otras
vertientes del asunto, dadas las fantásticas capacidades técnicas que los
aparatos permiten. Una de esas vertientes es la educativa, que se mostraría con
la capacidad de conexión a internet, o la de poder ejecutar experimentos de campo
que capturen, almacenen y gestionen eventos que incluyen imágenes y sonidos que
se pueden compartir con colegas o expertos alrededor del mundo.
La
potencialidad educativa de estos recursos es inmensa, aunque necesita de
modelos conceptuales y operativos para gestionarlos. Esta potencialidad incluye
operaciones como compartir archivos y materiales (foto, video, audio, texto)
entre maestro y alumnos, responder encuestas, plantear preguntas en forma
anónima y recibir retroalimentación del profesor o de expertos, diseminar
información (ver la revolución egipcia) o colectar datos de un viaje de
estudios, representar el conocimiento en forma visual o esquemática como en
mapas conceptuales, y todo esto para el aprendizaje individual o el
cooperativo.
En una frase, permite la inteligencia
distribuida. Se intuyen fácilmente las tremendas repercusiones que este uso
puede tener en el diseño curricular escolar a todo nivel, desde la escuela
primaria al doctorado.
Pero insistimos en que se requiere de
modelos de uso de aparatos digitales con fines educativos, ya que prácticamente
no tenemos guías que nos orienten en el mundo virtual.
Y los necesitamos sin duda ya que
esos aparatos están aquí transformando nuestras vidas en formas insospechadas.
Todos aquellos que sentimos irritación a la vista de esos grupos de enajenados
por la tecnología portable, podemos refugiarnos en el pensamiento de sus
grandes potencialidades educativas.
El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Sus comentarios son bienvenidos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario