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La complejidad de la
comunicación entre personas es muy grande y cíclica. Toda relación depende de
la cultura y del entorno; y en definitiva, a mi parecer, de lo aprendido en
el seno familiar, transmitido (casi inconscientemente) de padres a hijos.
Muchas de las actitudes que se tienen con los demás están fuertemente
influidas por lo “aprendido” en familia. Y esto se repite sucesivamente tal giro de las manecillas
de un reloj.
Cualquier cambio en este
sistema de comunicación puede o no desmoronarlo por completo, como una
conexión de focos en serie o una conexión en paralelo, este resultado puede
depender (no necesariamente) de su origen y llegar a un resultado en común
(en este caso, encender todos los focos simultáneamente).
Un gran ejemplo de lo
anterior es la película ¿Quién le teme a Virginia
Woolf?
Tanto Marta como Jorge tienen un sistema de comunicación un “poco peculiar”, pero trasladándolo a la
realidad yo he sido testigo de relaciones de pareja por el estilo, no al
grado que representan los actores en el film, pero sí con un tinte de ellos.
Lo que me pongo a pensar es: ¿es una relación “sana” porque se mantienen unidos
o definitivamente es una relación enferma? Muchas veces un hijo enfermo es
quien mantiene unida a una familia, en cuanto el chico mejora o fallece, la
familia se va desmoronando a tal grado que puede fragmentarse por completo.
Lo mismo sucede en una relación de pareja, el grado de competencia (o de
joderse la existencia) entre uno y otro puede llegar a tal grado que los
puede destruirlos o mantenerlos unidos; y si esta competencia cesa (digamos
momentáneamente) una de las dos estallaría al no ser retada y de esta manera
provocar que surja esta competición de nuevo para así seguirse manteniendo
(enfermamente) unidos.
Los psicólogos consideran
que cada vez es más frecuente encontrarse dentro de este tipo de relaciones,
que en algunos casos pueden llegar a ser peligrosas. Se crean desde unas
condiciones vinculares de mutua dependencia y circularidad, llenas de
alianzas inconscientes, donde hay un estado mental y emocional de expectativa
de un individuo sobre el otro y viceversa y que llega a convertirse en
indispensable al mismo tiempo que insoportable. En ocasiones, esta información
que determina las relaciones que pueda tener una persona y la manera que
tiene de enfrentarse a los conflictos, le pasan totalmente desapercibidos.
Las relaciones de
interacción humanas funcionan al igual que una computadora o algún sistema
electrónico: si alguna de las partes falla es probable que el sistema por
completo caiga, esto depende de cuán importante es la parte que sufrió la
avería. Por ejemplo, si en una tarjeta madre falla el fusible del teclado, el
sistema no fallará por completo pero perderá la retroalimentación que recibe
por parte del usuario; si en la placa madre falla uno de los componentes
clave, la memoria, el sistema fallará por completo ocasionando la caída total
de la máquina. Lo mismo sucede, con una relación humana.
El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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Artículos periodísticos publicados por diversos académicos de la Universidad Iberoamericana Puebla
lunes, junio 17, 2013
Relaciones humanas modernas
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