Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco, dato0s del autor haz click a quí
Publicado: La Primera
de Puebla, 23 agosto de 2013
Hoy estoy preparando el programa de mi asignatura
y con ello mi
primer día de clases. Y como tantas otras veces, recuerdo uno
de los consejos que me dio un buen amigo cuando me inicié
formalmente como profesora de un grupo, hace ya casi veinte
años. Me dijo las reglas que se establecen el primer día deben
cumplirse durante todo el curso, así no tendrás problemas de
disciplina, pero cuidado con lo que prometes porque debes
estar dispuesta a cumplirlo; de nada sirve que se les dé por
escrito a los estudiantes una serie de aspectos o reglas que no
se cumplirán.
Entregar un programa por escrito, es más que un rito
recomendable para encuadrar el curso. En muchas instituciones
educativas, sobre todo de nivel superior, es obligatorio hacerlo
en la primera semana de clases. De hecho, el primer día de
clases es crucial en el establecimiento de compromisos tanto de
aprendizaje como de convivencia.
Compromisos de aprendizaje porque el programa se presenta por
medio de los objetivos que han de alcanzarse en el curso, los
temas que han de cubrirse, las principales actividades o
experiencias de aprendizaje, las evidencias que se generarán y
los criterios de acreditación y de evaluación. El programa en
realidad se convierte en el contrato que firman las dos partes,
el profesor que propone o impone y los estudiantes que
aceptan, casi siempre sin chistar.
Muchos estudiantes se pierden el primer día de clases porque la
bienvenida al curso, la presentación de cada uno de ellos y del
profesor, la declaración de expectativas y la presentación del
programa de la asignatura son considerados aspectos de relleno
porque no hay clase, a lo mucho el profesor dejará una tarea
sencilla para arrancar. Pero estos aspectos encierran mucho más
que un acto protocolario pues nos sirven para iniciar el ambiente
de trabajo.
En el primer día de clases se establecen también: hora de
llegada, hora de salida, manejo de asistencias y retardos, uso de
teléfono y otros aparatos electrónicos, permisos para
salir del salón, reglas sobre la comida dentro del aula, etc. Que
más que fórmulas de cortesía, junto con el saludo al inicio de
cada sesión y la despedida al final, son aspectos que nos ayudan
a construir un clima de respeto, indispensable para la
convivencia y el aprendizaje.
El primer día de clases no es una clase menos ni es un asunto
banal, muchos profesores que trabajan con estudiantes jóvenes,
suponen que los muchachos ya han sido educados en niveles
educativos previos y en su casa. Presuponen que se respetan
entre ellos, que respetan al profesor, que llegarán temprano,
que entregarán tareas a tiempo, que no molestarán a sus
compañeros; y todo ello no siempre es cierto, pues algunos
estudiantes nos ponen a prueba desde el primer día, por lo que
tampoco es suficiente decirles ni darles las pautas por escrito;
se requiere predicar con el ejemplo y aplicar consistentemente
las reglas.
Predicar con el ejemplo no solo se refiere a respetar a los
estudiantes como personas, se manifiesta cuando somos
puntuales con la llegada y la salida, cuando regresamos en
tiempo y forma los trabajos revisados y manteniendo apagado
nuestro teléfono.
Aplicar consistentemente las reglas implica exigir lo mismo a
todos, sin favoritismos pero considerando cada situación para
poder ser flexibles en un momento dado. Si recibimos un día la
tarea fuera de tiempo y otro día no, si un día dejamos pasar
tarde y otro no, se genera confusión.
Para poder actuar con firmeza, consistencia y buen ejemplo,
ayuda mucho pensar que los profesores no solo manejamos
información, acompañamos en la formación de hábitos, actitudes
y valores.
La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Este texto se encuentra en:
http://circulodeescritores.blogspot.com
Sus comentarios son bienvenidos
primer día de clases. Y como tantas otras veces, recuerdo uno
de los consejos que me dio un buen amigo cuando me inicié
formalmente como profesora de un grupo, hace ya casi veinte
años. Me dijo las reglas que se establecen el primer día deben
cumplirse durante todo el curso, así no tendrás problemas de
disciplina, pero cuidado con lo que prometes porque debes
estar dispuesta a cumplirlo; de nada sirve que se les dé por
escrito a los estudiantes una serie de aspectos o reglas que no
se cumplirán.
Entregar un programa por escrito, es más que un rito
recomendable para encuadrar el curso. En muchas instituciones
educativas, sobre todo de nivel superior, es obligatorio hacerlo
en la primera semana de clases. De hecho, el primer día de
clases es crucial en el establecimiento de compromisos tanto de
aprendizaje como de convivencia.
Compromisos de aprendizaje porque el programa se presenta por
medio de los objetivos que han de alcanzarse en el curso, los
temas que han de cubrirse, las principales actividades o
experiencias de aprendizaje, las evidencias que se generarán y
los criterios de acreditación y de evaluación. El programa en
realidad se convierte en el contrato que firman las dos partes,
el profesor que propone o impone y los estudiantes que
aceptan, casi siempre sin chistar.
Muchos estudiantes se pierden el primer día de clases porque la
bienvenida al curso, la presentación de cada uno de ellos y del
profesor, la declaración de expectativas y la presentación del
programa de la asignatura son considerados aspectos de relleno
porque no hay clase, a lo mucho el profesor dejará una tarea
sencilla para arrancar. Pero estos aspectos encierran mucho más
que un acto protocolario pues nos sirven para iniciar el ambiente
de trabajo.
En el primer día de clases se establecen también: hora de
llegada, hora de salida, manejo de asistencias y retardos, uso de
teléfono y otros aparatos electrónicos, permisos para
salir del salón, reglas sobre la comida dentro del aula, etc. Que
más que fórmulas de cortesía, junto con el saludo al inicio de
cada sesión y la despedida al final, son aspectos que nos ayudan
a construir un clima de respeto, indispensable para la
convivencia y el aprendizaje.
El primer día de clases no es una clase menos ni es un asunto
banal, muchos profesores que trabajan con estudiantes jóvenes,
suponen que los muchachos ya han sido educados en niveles
educativos previos y en su casa. Presuponen que se respetan
entre ellos, que respetan al profesor, que llegarán temprano,
que entregarán tareas a tiempo, que no molestarán a sus
compañeros; y todo ello no siempre es cierto, pues algunos
estudiantes nos ponen a prueba desde el primer día, por lo que
tampoco es suficiente decirles ni darles las pautas por escrito;
se requiere predicar con el ejemplo y aplicar consistentemente
las reglas.
Predicar con el ejemplo no solo se refiere a respetar a los
estudiantes como personas, se manifiesta cuando somos
puntuales con la llegada y la salida, cuando regresamos en
tiempo y forma los trabajos revisados y manteniendo apagado
nuestro teléfono.
Aplicar consistentemente las reglas implica exigir lo mismo a
todos, sin favoritismos pero considerando cada situación para
poder ser flexibles en un momento dado. Si recibimos un día la
tarea fuera de tiempo y otro día no, si un día dejamos pasar
tarde y otro no, se genera confusión.
Para poder actuar con firmeza, consistencia y buen ejemplo,
ayuda mucho pensar que los profesores no solo manejamos
información, acompañamos en la formación de hábitos, actitudes
y valores.
La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Este texto se encuentra en:
http://circulodeescritores.blogspot.com
Sus comentarios son bienvenidos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario