Autora: Laura Angélica
Bárcenas Pozos
Publicado: en lado B, 21 de agosto de 2013
Es casi imposible que en este primer
artículo que escribo en el periodo de otoño 2013 no hable de las leyes
secundarias de la reforma educativa, dado que este es mi tema y que da
para mucho. Aunque también tengo en el tintero otros asuntos, como la reforma
energética y cómo esta está ligada a la reforma fiscal, o el tema bochornoso de
la liberación de Caro Quintero, que se pega a la devolución de bienes y la
liberación de arraigo domiciliario que le hicieron al señor Raúl Salinas de
Gortari. Así que como pueden apreciar estimados lectores, tela de donde cortar
hay mucha y podríamos atender varios asuntos, sin embargo, el tema ético-moral
me llama irremediablemente, por lo que dejaré los temas que he mencionado
anteriormente para otras ocasiones.
Hoy quiero escribir de un video que
circula por YouTube, donde Servando Gómez Martínez alias “La Tuta”, quien se
denomina como jefe de los Caballeros Templarios, explica las razones por las
que operan en el estado de Michoacán y va diciendo que ellos son “buenas
personas” y que “no son delincuente”, que se ocultan en la sierra de este bello
estado porque han sido señalados como mafiosos, cuando ellos han tenido que
asumir el rol de “cuidadores” y “vigilantes” porque hay delincuentes de otros
estados, especialmente de Jalisco, que entra a Michoacán a robar y agredir a
los michoacanos.
Se califican como “un mal necesario”
y asegura que hay muchos grupos como este por todo el país que buscan defender
a México de delincuentes, incluso extranjeros; ante la ausencia de un estado de
derecho y esta es la razón de que los aguacateros de la región los buscaran
para que los protegieran. En algún momento reconoce que es un delincuente y que
se cuidará para no caer en prisión. Pero entonces, ¿es o no es un delincuente?,
¿los michoacanos buscan o no su protección?
Lo cierto es que al ver el video no
tuve más remedio que acordarme de mi abuelita, que cuando yo era una niña me
jalaba la oreja, cuando yo tomaba la iniciativa de pegarle a alguno de mis
hermanos porque hacía una travesura dirigida hacia mi o hacia alguna de mis
hermanas y muy categóricamente me decía, que quién era yo para hacer justicia
por mi propia mano. Hoy con los años, he comprendido las palabras de mi abuela
con toda claridad. No podemos andar por la vida cobrándonos por cosas que hacen
otros a terceros o a nosotros mismos.
Se supone que hay una serie de normas
y leyes que determinan la forma de convivencia que se considera socialmente
aceptable y que a lo largo de la vida nuestros comportamientos están orientados
por los valores que hemos elegido. Cuando estos valores están más
orientados hacia el crecimiento del ser humano, antes de propinarnos la
justicia por propia mano consideramos a los otros como a nosotros mismos y
tendemos a practicar la máxima cristiana de “no hagas a otros, lo que no
quieras que te hagan a ti”.
Quiero creer que hay otros medios y
formas de relacionarnos y de establecer una sana convivencia, incluso cuando no
haya un estado de derecho, los seres humanos debemos movernos por esos valores,
por esas creencias que llevan al ser humano a ser considerado con todos y no a
unos cuantos o con uno solo. Si el egoísmo, la venganza, el poder, siguen
siendo los factores que mueven nuestras decisiones, cada vez estaremos más
cercanos a la decadencia.
Así que creo que los adultos debemos
tratar de formar a nuestros pequeños en estos otros valores, como el amor, la
libertad, el respeto, la responsabilidad, la empatía; para que cada uno de
ellos quiera un bien colectivo que beneficia a todos o al menos a la mayoría.
Sé que hablar desde mi postura puede resultar cómodo, pues he crecido en una
familia clasemediera que me dio bases morales sólidas que he arrastrado a lo
largo de mi vida, y estas bases, han hecho de mí una mujer considerada y que
trabaja para otros y por los otros. Pues estoy convencida que un
desarrollo moral sólido es la puerta para la construcción de un mundo mejor.
Sé que la pobreza y el hambre llevan
a muchas personas a corromper el poco o mucho desarrollo moral que haya
adquirido; pero si no empezamos a trabajar con esto desde la escuela, desde la
familia, seguiremos viendo como nuestro país, nuestra sociedad, nuestra familia
y nuestra propia persona se destruye lentamente. Hablemos con nuestros hijos,
con nuestros alumnos, con los padres de estos, con nuestros amigos, con quien
sea necesario para que todos trabajemos en el desarrollo moral de las personas
más jóvenes.
Este desarrollo consiste básicamente
en pensar cuál será la consecuencia de las decisiones que tomamos y cómo estas
consecuencias afectan a los otros, a los que nos rodean, a los que están un
poco más lejos y a los que ni siquiera tenemos en el panorama. También debemos
pensar cómo las consecuencias de lo que decidimos afecta a la naturaleza,
afecta a la relación con un ser supremo y cómo afecta a la relación conmigo
mismo.
Toda esta reflexión empezó cuando
pensé que si el señor Gómez Martínez, se sentara a pensar cómo sus decisiones
han afectado a millones de conciudadanos, antes de pensar en él y sus cercanos,
seguro no sería jefe de los caballeros templarios, ni sería parte de ellos.
*La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.
Sus
comentarios son bienvenidos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario