Autora: Rocío Barragán de
la Parra*
Publicado: en lado B, 03 de septiembre de 2013
“Lo más doloroso en la vida es perderte a ti mismo
en el proceso de valorar demasiado a alguien”, leer
esta frase me hizo reflexionar en todo lo que perdemos cuando nos olvidamos de
nosotros mismos y me parece que este trastorno tiene su origen en nuestra
propia naturaleza humana, pero también social.
Los humanos somos seres eminentemente sociales y al
relacionarnos con otras personas vamos conformando un sistema de valores,
creencias y afectos; ello determina en gran medida la manera en que nos
vinculamos con el entorno y con nuestros semejantes, de manera que, si nuestras
relaciones son sanas y asertivas, entonces la convivencia nos permite crecer
como personas, nos socializa y sensibiliza, nos permiten aprender, crecer y
trascender.
Expresarlo es cosa sencilla, sin embargo
vincularnos con nosotros mismos o con los demás suele ser complejo, porque no
siempre estamos habilitados para generar relaciones sanas que fortalezcan
nuestro andar.
Una de las problemáticas más severas que
enfrentamos en las relaciones humanas es sin duda la codependencia que se
genera cuando establecemos un vínculo insano que contamina y daña nuestra
convivencia. Establecer una relación de estas características es muy fácil y
más común de lo que imaginamos ya que solemos generarlas en los núcleos
medulares: la familia, la pareja y los amigos, con quienes nos vinculamos
de tres modos diferentes:
Vinculación afectiva adecuada: Amor sano,
fundamentado en el respeto, la honestidad, la preocupación genuina por el otro
y que se expresa básicamente en el dar y recibir; una relación de
interdependencia.
Desvinculación afectiva exagerada: Cuando las
personas son incapaces de establecer lazos, de manera que su comportamiento
suele ser frío, distante y hostil.
Vinculación afectiva exagerada o dependencia
emocional: Lazo desvirtuado por la excesiva necesidad de afecto y
confundido o asociado comúnmente con el cariño o el amor; constituye el
polo opuesto de la desvinculación, sin embargo ambas conductas son dañinas y
perjudiciales en una relación. Se manifiestan con diferentes síntomas que
dificultan su diagnóstico y suelen identificarse comúnmente a través de la
depresión, los trastornos obsesivos y los síndromes desadaptativos.
La codependencia es un desorden en la
conducta generado cuando nuestro sistema de valores y creencias no está
apuntalado, o se ha vivido un evento traumático que genera la ausencia de autoridad
y afecto en nosotros mismos, ello provoca la necesidad de que otros validen lo
que creemos que somos, necesitamos y queremos.
Generalmente se nos enseñan a conducirnos con falsa
modestia y humildad, por lo que crecemos con la falsa creencia de que
valorarnos puede ser sinónimo de arrogancia o presuntuosidad, cuando de lo que
se trata es de identificar nuestros talentos y habilidades para que a partir de
ellos podamos reconocer procesos clave como la elección profesional, aficiones,
gustos y valores, sino también ser capaces de identificar la virtud que tenemos
como sujetos únicos e irrepetibles y entonces caminar en la vida con la
seguridad de nuestra imperfección, pero buscando la plenitud y la
perfectibilidad.
Al igual que el alcoholismo y las sustancias
tóxicas, la codependencia es considerada una adicción, quien la padece suele no
reconocerla y tampoco sabe cómo resolverla; suele minimizarse evadiendo así la
realidad. Implica vivir en estados permanentes de miedo, angustia,
depresión, y desolación que en casos extremos pueden llevar al suicidio.
Algunos de los síntomas que permiten identificar si
vivimos alguna relación de este tipo son:
Niveles inferiores o superiores de autoestima
(depresión o euforia).
Problemas para establecer límites en las
responsabilidades de la relación.
Valorar las relaciones a través del comentario de
los otros.
Confundir lo que se necesita con lo que desea,
maximizar o minimizar lo que se piensa y siente.
Reaccionar exageradamente a los estímulos externos
con actitudes fatalistas o idealistas.
Asumirse como responsable de lo que a otros les
pasa, por lo que piensan, sienten o desean.
Negar o evadir lo que les ocurre,
especialmente los problemas y su realidad.
Pueden comprometerlo todo: sus valores, su salud, sus
recursos, su trabajo e incluso su vida.
Fácilmente sienten miedo, angustia, desesperación,
enojo y buscan desesperadamente ser aprobados y reconocidos
Al igual que cualquier adicción, superar la
codependencia implica un proceso largo y comprometido con uno mismo, exige
primero el autoconocimiento y la autoaceptación, para reconocer que nadie puede
darnos, ni arrebatarnos el amor, la felicidad, y el bienestar que nosotros
mismos debemos prodigarnos. Se trata pues de emprender el camino hacia nosotros
mismos, (no sentirse solos, sino saber estar solos) para después vincularnos
sanamente con y para los otros, de este modo la manera en la que puedes empezar
a cambiar tu vida para siempre se resume en dos palabras: “Primero
YO”.
*Está
pendiente la publicación en E-Consulta del artículo de la Dra.
Laura A. Bárcenas Pozos.
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