Autora: Belén Castaño Corvo
Publicado:
e.consulta, 16 Abril 2013
Los
seres humanos mostramos en muchas ocasiones nuestra incapacidad
para imponer la mínima racionalidad a fin de alcanzar una pacífica convivencia,
de ahí la pregunta que hace el filósofo español Fernando Rielo: ¿por qué tan
alto grado de incomunicabilidad entre los seres humanos, si su esencia como
defienden muchos consiste en el lenguaje comunicativo, en la sociabilidad, en lo
simbólico…?[1]. Unido
a ella se plantea esta otra cuestión: ¿qué sentido tienen las artes, los
inventos, el progreso científico, el desarrollo de la técnica, el afán de
poder, la defensa y la lucha por la libertad… si todo, al final acaba en
despojos?.
En
la sociedad moderna líquida descrita por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman la
lealtad es motivo de vergüenza, no de orgullo; es una sociedad consumista que
además convierte al hombre y a la mujer en “objetos de consumo”, en
desechables, fruto de relaciones de convivencia marginales. En ella se dan
relaciones pasajeras, superficiales, lo que produce finalmente una infelicidad que
genera una vida de claros tintes egocéntricos. Paradójicamente la llamada
sociedad del conocimiento y de la comunicación está creando cada vez más
incomunicación y soledad entre las personas, presentándose por ello como una
amenaza para el ser humano.
De
esta sociedad en cierta medida enferma, emerge un tipo de hombre que Rojas
denomina light. Este hombre “carece de referentes,
tiene un gran vacío moral y no es feliz, aún teniendo materialmente casi todo”[2]; es frío, no
cree en casi nada, sus opiniones cambian rápidamente y ha desertado de los
valores trascendentes. La era del vacío en la que se encuentra metido hace que
este hombre sea cada vez más vulnerable; de ahí que la propuesta para superar
el vacío sea el humanismo y la trascendencia, sin perder la perspectiva de que
no hay auténtico progreso si no se da en clave moral.
Convivir
es una arte que implica vivir, desvivirse y no meramente sobrevivir. La
experiencia personal nos muestra cada día, las dificultades que encontramos en
este difícil arte ya sea en el ámbito escolar, familiar…, en aquél más próximo
en el que nos vemos inmersos por nuestra actividad profesional e incluso en ese
otro mucho más amplio en el que nos situamos como ciudadanos, integrantes de
una sociedad, cultura, civilización o aldea global.
En
este contexto la pregunta por el sentido de la convivencia humana apremia cada
vez más y se vuelve necesaria la reflexión honda y el descubrimiento de nuevas
veredas para desenmarañar la complejidad del ser humano y sus relaciones en
diferentes contextos
En
el ámbito próximo, la convivencia humana plantea dilemas éticos de ahí
que sea necesario analizar la riqueza y las dificultades de las
relaciones de pareja, los tipos de familia y la necesidad del diálogo
intergeneracional para la construcción de relaciones cordiales.
En
el ámbito global observamos un mundo caracterizado por la violencia, el terror,
la inseguridad y el miedo en sus más variadas manifestaciones, de ahí que
la exigencia de la paz y la justicia se presente como un clamor universal, una
necesidad imperiosa para los seres humanos. La intolerancia entre las culturas
y las dificultades que presenta la convivencia humana hacen necesaria la
reflexión universitaria sobre la educación para la paz y la justicia a fin de
plantear una racionalidad diferente en las relaciones entre los seres humanos.
Desde
esta perspectiva y como parte de la formación de los estudiantes la tarea
consistirá en promover el desarrollo habilidades en los alumnos para conocer,
observar y criticar los dinamismos que generan los procesos conflictivos y
fomentar la creación de alternativas que den solución a los mismos.
En
contextos próximos y lejanos observamos que el poder y la exclusión que
promueven las sociedades neoliberales capitalistas ahondan las
desigualdades sociales lo que provoca la aparición de las nuevas
víctimas de la historia que demandan una construcción social desde la
autenticidad, el reconocimiento y la compasión.
Por
otra parte contemplamos un mundo en el que prevalece la intolerancia, la
discriminación, la segregación a la diferencia y donde se viola la dignidad del
ser humano convirtiéndolo en medio por ello se hace indispensable una cultura
de derechos humanos que fomente la educación en este ámbito a fin de asegurar
el respecto a la dignidad de la persona humana y la implicación de la sociedad
civil como promotora y defensora de los derechos humanos.
La
educación, desde los ámbitos familiar y escolar, ha de proponerse como objetivo
el reconocimiento de la propia responsabilidad en las relaciones
interpersonales y en el desarrollo de un mundo cada vez más justo y más
equitativo donde todos quepamos. Este esfuerzo ha de ser continuo a fin de
desterrar la rutina que caracteriza muchas de nuestras relaciones, al no
desarrollar la capacidad de sorprendernos unos a otros y también la
salida fácil que nos lleva a eludir la responsabilidad de trabajar por el bien
común, la justicia y la paz.
*La
autora es profesora de la Universidad Iberoamericana
Puebla.
Este
texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com
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