Autor:
Alexis Vera,datos del datos haz clic aquí
Publicado:
Puebla on Line, 02 de mayo de 2013
Aunque
no siempre tengamos objetivos claros en nuestra vida, lo cierto es que todos
anhelamos algo. Anhelamos quizás comprar una casa o cambiar la actual por otra
más adecuada; tal vez anhelamos un mejor trabajo o una mejor relación de
pareja; quizás queremos tener una mejor comunicación con aquel hijo que entró
ya en la adolescencia; o quizás anhelamos simplemente ser más felices de lo que
ahora somos. Lo cierto es que, a pesar de desearlo, las cosas no siempre salen
como quisiéramos. Es más, difícilmente salen como uno prevé. Sin embargo, como
dicen los Rolling Stones en una canción, “no siempre puedes obtener lo que
quieres, pero si lo intentas, obtienes lo que necesitas”.
La
vida es un fenómeno extraordinariamente complejo pero simple a la vez.
Contradicciones como esta abundan en la existencia y creo que ahí radica el
gran truco de la vida: manejar las contradicciones, manejar su complejidad y
simpleza. No siempre obtenemos lo que deseamos porque no siempre están bajo
nuestro control todas las variables que intervienen en un evento o fenómeno.
Hay que identificar qué sí está en nuestro control y qué no. Me parece que casi
siempre la mayor parte de las variables no son controladas por uno; la mayoría
está fuera de nuestras manos. Querer controlarlo todo es como querer controlar
el oleaje de los océanos. Sin embargo, existen variables sobre las que sí
tenemos influencia y es sobre ellas que conviene actuar y concentrarse, no
sobre las que están fuera de nuestras manos. Luego entonces, un primer paso es
identificar lo que sí podemos cambiar para sobre ello actuar y no estresarnos
con el resto que no está en nuestro ámbito de influencia. Hay que aprender a
soltar y no engancharnos con aquello que está fuera de nuestro círculo de poder
porque si no, gastamos energía valiosísima que podríamos emplear sobre aquello
que sí podemos cambiar. Soltar es un tema de libertad interior, esa joya rara
que a veces habita los seres humanos; soltar es un tema de desapego, de sana
indiferencia, como dicen mis amigos jesuitas.
Cuando
las cosas no salen como esperábamos no deberíamos frustrarnos tanto porque sólo
estaríamos alimentando o fortaleciendo esas cadenas que nos atan a determinados
resultados que deseamos, y eso se puede traducir fácilmente en amargura o
infelicidad. No se trata de conformismo, tampoco de mediocridad, se trata de
hacer más llevadera nuestra existencia aceptando que no somos dioses como para
controlar todo lo que nos ocurre. Además, creo que la vida no sería tan bonita
si todo fuese predecible al cien por
ciento; hay algo de magia en la espontaneidad, en lo desconocido, en lo
inesperado.
Cuando
las cosas no salen como esperábamos es bueno fijarse en las nuevas
posibilidades que se abren con los resultados obtenidos y no prestar tanta
atención a lo perdido. Conviene revisar resultados, entendiendo porqué no
salieron bien, pero no para flagelarnos sino para ver nuevos horizontes y
aprender de los errores. En Francia alguna vez escuché que decían en un café:
“se cierra una puerta pero se abren diez”. ¿Qué puerta se me cerró con este
resultado? ¿Cuáles se me abren? ¿Cómo las voy a aprovechar?
Cuando
las cosas no salen como esperábamos es bueno ponerlas en perspectiva y darse
cuenta que sólo se trata de un minúsculo resultado en el océano de eventos que
componen nuestras vidas. Azotarnos por un pequeño resultado no tiene mucho de
positivo. Lo mismo pasa con nuestros logros: tampoco hay que creérnoslos como
si lo fueran todo. La realidad es que somos una maravillosa mezcla de sabores
dulces y amargos, éxitos y fracasos, amores y desamores… pero eso es lo que,
desde mi perspectiva, hace grande nuestra existencia; es lo que la moldea y
hace madurar; es lo que la hace hermosa.
Bill
Gates, creador y presidente vitalicio de Microsoft, alguna vez dijo: “El éxito
es un mal maestro. Seduce gente inteligente a pensar que no pueden perder”. En
efecto, creo que no es cuestión de si vamos o no a perder, es un hecho que
algún día nos tocará perder, el chiste es saber cómo actuar y reponernos cuando
eso suceda. ¿Nos vamos a derrumbar o vamos a encontrarle sentido? Cada fracaso
es una oportunidad para crear, reinventar, vislumbrar mejores posibilidades y
actuar para capitalizar los “malos” resultados. Es, en efecto, una oportunidad
para aprender, crecer y, por lo tanto, celebrar y disfrutar. Pero hay que
encontrar la lección a aprender, de lo contrario no hay disfrute y las nuevas
oportunidades encogen rápidamente si no aprendemos la lección que el caso nos
dejó. Mi blog: http://veraalexis.wordpress.com
Twitter: @veraalexis
1 comentario:
Es verdad, dicen que debemos aprender a vivir con lo que tenemos, claro sin caer en el conformismo;yo creo en Dios y en las lecciones que nos puede dar la vida, asi que eso que anhelamos puede llegar pero solo Dios sabe cuando es el momento oportuno; porque quiza aún no estemos preparados.
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