Autora: Rocío
Barragán de la Parra
Publicado:
Puebla on Line, 22 de abril de 2013
Desde
hace tiempo ronda en mi cabeza la idea de que la educación provoca en los
estudiantes el mismo efecto de una pastilla de liberación prolongada y, por
ende, el desarrollo de un tratamiento médico puede asemejarse al efecto que
provoca el proceso educativo en los alumnos; luego de sostener varias charlas
con amigos, alumnos, maestros y con el Doctor Óscar Soto Ordoñez, médico
ortopedista, coordinador del Departamento de Enseñanza del ISSSTEP, me pareció
que la idea no era tan descabellada y ahora les comparto algunas reflexiones.
En
1969, Norman Leo Henderson y Louis Nasir Elowe inventaron y patentaron las cápsulas de liberación prolongada, este
hecho revolucionó la forma de prescribir los medicamentos, ya que al espaciar
el tiempo de consumo entre las dosis, se brindó a los pacientes un tratamiento
médico menos agresivo y esclavizante, sin sacrificar su recuperación y bienestar.
Esta idea parece sencilla, pero no lo es, sobre todo si se considera la cotidiana reticencia que mostramos en el
cuidado y preservación de la salud.
Cuando
tenemos en casa un enfermo o nosotros enfermamos, es usual evitar la visita al doctor y aún más complicado
cumplir a cabalidad el tratamiento asignado, culturalmente creemos que si nos sentimos bien podemos abandonar el
tratamiento y probablemente no volvamos al chequeo o por el alta médica, con
ello entendemos que el cuidado y atención de nuestra salud es un proceso poco atendido y valorado; cotidianamente lo
desestimamos y lo volvemos a considerar sólo si la salud se complica o agrava.
Lo
mismo pasa en el proceso educativo cuando los alumnos desean que el profesor no
llegue, no asigne tareas o no considere la asistencia a clases, es decir, no
desean ser diagnosticados, ni cambiar su estado actual de aprendizaje y
formación por uno de mayor crecimiento y oportunidades. Cuando el docente, igual
que el médico, pone atención en el alumno y diagnostica
actividades para apuntalar o desarrollar la profesión, genera experiencias
profesionales o espacios de disertación con sus compañeros, es común escuchar
quejas por la excesiva cantidad de
trabajo o por el tratamiento que el
maestro asigna al buscar guiar a sus alumnos a un estado de bienestar y
plenitud profesional.
Como
un tratamiento médico, la formación profesional requiere de un proceso continuo
de atención y acompañamiento, de manera que al finalizar un plan de estudios le
garantice al estudiante no sólo la obtención de un título y cédula profesional,
sino el desarrollo integral de
competencias para su desempeño; lo que equivale a una alta médica donde el
doctor garantiza el estado de salud del paciente al verificar el cumplimiento del
tratamiento, las revisiones médicas y la correspondiente rehabilitación.
Una
prescripción adecuada es clave para garantizar el aprovechamiento de los
beneficios y la reducción de los riesgos que los medicamentos son susceptibles
de proporcionar. Cuando las sustancias son de liberación prolongada; éstas descargan
gradualmente su principio activo en el organismo, permitiendo que durante su
viaje, aquel reciba poco a poco la mayor cantidad de sustancia mientras ésta se
descompone, licua y absorbe, manteniendo así los niveles deseados en el
torrente sanguíneo; del mismo modo, una adecuada gestión del aprendizaje puede
posibilitar a los futuros profesionistas el desarrollo equilibrado de sus
conocimientos, habilidades y actitudes.
Contrariamente
a lo que se puede pensar, el proceso educativo no concluye con los estudios universitarios
y tal como sucede con un paciente rehabilitado que valora y aprecia la salud
recuperada; es cuando los egresados se
incorporan a la vida laboral y ponen en función las capacidades adquiridas cuando
suelen valorar lo aprendido en la Universidad.
Como
suele sucederle al médico que acompaña cercana, asertiva y afectuosamente a su
paciente; los alumnos regresan a la Institución con una mirada diferente,
comprometida y generosa hacia lo aprendido. Es entonces que la profesión del
médico o del maestro, cobran sentido y alcanzan su verdadera dimensión; ése es
el momento clave donde la pastilla de
liberación prolongada logra su efecto: Trascender en los procesos médicos o
educativos para impactar, en la vida de la personas al posibilitar estados de mayor plenitud y
felicidad; de manera que, dos esferas
profesionales que parecen disímbolas se pueden conectar cuando colocan en el
centro de su accionar el mismo objetivo: El ser humano.
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