Autora:
Rocío Barragán de la Parra
Publicado:
en lado B, 7 de mayo de 2013
Una
de las situaciones más complejas en las relaciones humanas es comprender y
asumir la responsabilidad que tenemos sobre las decisiones que tomamos.
Relacionarnos con los otros y con la realidad no es una tarea sencilla, sin
embargo cuando estamos conscientes de este proceso podemos disponernos para
iniciar un camino muy valioso en el crecimiento humano: ser protagonistas de
nuestra vida.
El
ambiente en el que nos desarrollamos, las personas que nos rodean, el lugar
donde estudiamos; la cultura, costumbres y manera en que convivimos familiar y
socialmente son determinantes al moldear el modo en que capturamos e
interpretamos nuestra realidad; instalando en nuestra conducta una de ambas posturas:
víctima o protagonista.
Quien
asume sus acciones y decisiones desde la posición de víctima lo hace desde sus
emociones, suposiciones e interpretación de la realidad, sufre de miopía o
incapacidad para aceptar su responsabilidad ya que ésta es ajena a su campo de
acción. Considera que los otros, el ambiente o las circunstancias son las
causantes de lo ocurrido y no es capaz de observar(se) y mucho menos de identificar
su responsabilidad.
Quien
se adjudica el rol de víctima en sus relaciones (consigo mismo o con los
demás), suele mostrar una conducta más bien inquisitiva/inquisidora y de
sufrimiento con respecto a los hechos, busca que le compadezcan y que los otros
resuelvan lo que dejó de ver, hacer o decidir. Se percibe como mártir,
sacrificado, atormentado, herido o damnificado.
Generalmente
se expresa a través de frases como "me pasó, me lastimó, me afectó, me
hizo o me hizo sentir que", delega al otro la capacidad de generarle
sentimientos o emociones que él es incapaz de controlar; “ si no fuera por A yo tendría B, las circunstancias no me permitieron
llegar, la empresa no me permite crecer, no me dio tiempo para hacer, las
ocupaciones me agobian” de manera que son otras personas, factores o
situaciones las que le impiden cumplir
sus objetivos.
Esta
posición suele ser más dañina de lo que se piensa, no sólo genera emociones negativas que se
albergan en la conducta y se disparan peligrosamente sin control; también
determinan un sistema de creencias limitantes que reduce y/o cancela
oportunidades de crecimiento personal, profesional, familiar y social; limita el
desarrollo e instala una riesgosa “zona
de confort” de la que difícilmente saldremos.
La posición de protagonista o de hacerse
responsable se manifiesta de manera diferente, una persona comprometida consigo
atiende y entiende las consecuencias de lo que dice y hace; sabe darle sentido
a sus acciones (identificar el para qué hace lo que hace), vislumbra el impacto
de aquello que decide hacer/no hacer; prevé escenarios y evalúa consecuencias.
La actitud protagonista permite analizar los hechos de manera más objetiva,
asumir las consecuencias y reconocer las implicaciones.
La
persona que se hace responsable de sus decisiones muestra abierta disposición
para enmendar y corregir; se expresa a través de frases como “enfrenté el desafío, elegí hacerlo, es
consecuencia de mi decisión, me siento mal/me enfado cuando, estoy
administrando mal mi tiempo, soy capaz
de alcanzar mejores resultados, debo enmendar/ minimizar el daño, con esta
experiencia aprendí que, o me doy cuenta que…"
Ser
responsable o protagonista resulta una posición liberadora, porque además de
impulsar el aprendizaje en cada experiencia, promueve un ejercicio de
autoevaluación y reflexión constante que fortalece la personalidad y el
crecimiento interior; permite transformar las creencias limitantes en
potencializadoras y abre la oportunidad de disfrutar nuevos escenarios de
convivencia y crecimiento con uno mismo y con quienes nos rodean.
Cuando
cada quien se hace responsable por lo que dice o hace, las situaciones adversas
se convierten en una fuente de oportunidades que templan el carácter y las
relaciones; ser protagonista supone así una actitud sanadora que concilia,
fortalece, integra y alinea la percepción de uno mismo con la de los otros; hay
congruencia entre lo que se dice, se piensa y se actúa.
Un
protagonista antes de intervenir, es capaz de discernir y comprender para
entonces actuar responsablemente, es decir, tiene la capacidad para asumir y aprender de las consecuencias; transforma
sus vivencias en experiencias en un sólido camino a la madurez intelectual y
emocional, la gran pregunta entonces es
cómo nos asumimos ¿víctimas o protagonistas de nuestra vida?.
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