Autora: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado: en lado B, 15 de mayo de 2013
¿Qué deberíamos celebrar
el día del maestro? Me parece que esta es una pregunta clave en épocas en donde
se cuestiona la labor de los docentes y en dónde se pretende evaluar la tarea
que llevan a cabo. Así que empiezo diciendo que ésta es una labor de servicio
que se caracteriza por brindar educación que, según Emilio Martínez académico
de la Universidad de Murcia, es el bien interno de esta profesión y quién lo
pone en duda.
El bien interno de una
profesión es aquello de lo que se perdería la sociedad si una profesión no
existiera y de no existir la profesión de la docencia, de lo que se perdería la
sociedad es de una educación sistematizada y organizada en la que un estado
determinado decide cómo formar a sus generaciones jóvenes, decisiones que
quedan plasmadas a través del currículo. Sin embargo hay que dejar claro que
muchas veces en las aulas suceden cosas distintas a las que están establecidas en
el currículo, porque los profesores deciden lo que sucede en su espacio aúlico
y no siempre hay coincidencia con lo que el estado ha decidido explícitamente.
Entonces si el bien
interno de la profesión docente es la educación, todo profesor debería estar preocupado
por servir a sus estudiantes, sean estos niños, adolescentes, jóvenes o adultos
para que sean cada día mejores seres humanos, pues en eso consiste educar de
acuerdo al filósofo canadiense Bernard Lonergan.
Por supuesto y
lamentablemente esto no siempre es lo que sucede, pues los profesores no
siempre están conscientes de esto, ni tienen claro que su papel como profesores
es el de educadores o formadores de personas para que sean cada vez mejores
seres humanos, entonces se dedican a transmitir conocimientos, pero no
necesariamente a educar… educar es mucho más que saber cosas, educar es formar
personas, el mismo Lonergan dice que la educación siempre tiende al bien, y la
mera transmisión de conocimientos no educa. Por si no ha quedado claro, los conocimientos
no siempre se utilizan para hacer el bien cuando no hay una formación ética de
por medio, pero las personas que han sido educadas, han recibido además una
formación de valores que les permite hacer el bien.
Por esto creo que el día
del maestro deberíamos celebrar a aquellos docentes que están preocupados por
hacer de sus alumnos unos mejores seres humanos y no sólo unos sabedores del
conocimiento, por supuesto no quito que los profesores promuevan conocimientos
entre sus alumnos, pero que esto no sea lo predominante en las aulas, sino que
lo importante sea cómo hacer que las personas que se tienen bajo su
responsabilidad vayan siendo mejores personas cada vez que transitan por un
proceso educativo y vayan transitando al bien a lo largo de sus vidas.
Así que felicito a los
profesores, que preparan sus clases, que se preocupan por sus alumnos como
personas, que se preparan para ser cada vez mejores docentes, que se levantan
de madrugada para cumplir con su labor, que caminan los caminos polvorientos y
se transportan en camiones de segunda para llegar a las poblaciones más
alejadas, que tratan de comunicarse con sus alumnos aunque no hablen el mismo
idioma, que son creativos y hacen de cualquier material un elemento de
aprendizaje, que leen, que son cultos, que hacen pensar a sus alumnos, que no
los adoctrinan, que los hacen competentes, que utilizan más que los libros de
texto, que invierten sus pocos recursos en material didáctico, que comparten lo
que son y lo que saben, lo que comen y hasta lo que tienen con sus estudiantes,
que piensan en ellos mañana tarde y noche, que saben sus nombres porque los
reconocen por ser valiosos, que los orientan, que les dan esperanzas, que les
enseñan el don del perdón, la nobleza de la razón y la fortaleza del diálogo.
Se que hay muchos de
estos profesores entre nuestras aulas, no todos están corrompidos por el
sistema educativo y sindical; a pesar de esto, esos docentes valiosos confían
en que la educación es un medio para cambiar las condiciones sociales de
nuestro país y de muchos niños y jóvenes, por eso se levantan a diario, visten
ropa sencilla pero limpia, guardan sus materiales didácticos en mochilas
parecidas a las de sus alumnos, buscan contagiar a otros compañeros y evitan
contaminarse de los discursos de sus líderes sindicales. Se acercan a
instituciones de educación superior para seguirse formando, para hacer un
posgrado, para no dejar que la rutina de las organizaciones escolares se los
trague.
Comprenden su responsabilidad
como docentes y la asumen con gusto porque en eso va su vocación. Las
actividades institucionales las asumen con gusto cuando forman a los
estudiantes y las repelen cuando tratan de adoctrinar o alejan a los jóvenes
alumnos de sus procesos formativos. No van a marchas, no hacen paros,
manifiestan sus inconformidades de otras maneras y no se dejan llevar por los
discursos que deforman los procesos educativos. Compiten con las enajenantes
televisoras, que promueven una cultura barata y simple, eso sí entretenida y a
bajo costo.
Pienso en estos
profesores con respeto, pues con muy poco hacen mucho más por este México, que
muchos empresarios, intelectuales, profesionales y políticos. Por eso les
escribo en su día y les dejo una nota de agradecimiento.
La autora es profesora
de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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