Autora: Marisol Aguilar Mier
Publicado: e-consulta, 05 de Marzo de 2012
La docencia no es una profesión
sencilla. Algunos la consideran toda una ciencia y otros más, un arte para el
que se nace artista o no. Lo cierto es que lograr caracterizar lo que significa
ser un buen profesor o profesora es un asunto bastante complejo pues se trata
de una práctica multidimensional y multirreferencial que depende del cristal o,
en este caso, de la teoría educativa desde la cual se mire y también del actor
al que se le pregunte. Curiosamente, no siempre coincide lo que es y hace un
“buen profesor” desde las diferentes visiones, ya sea del alumno, del propio
profesor, de los directivos de las instituciones educativas, de los padres y
madres de familia e incluso de los líderes sindicales.
Tal
vez para muchos, la docencia es la actividad de quien sólo se ocupa de aplicar
técnicas de enseñanza en el salón de clases. Sin embargo, diversos autores
coinciden en que ésta es una práctica dinámica y reflexiva, que no sólo implica
a los procesos educativos que suceden dentro del aula, pues además engloba
tanto a las actividades previas al proceso de enseñanza-aprendizaje, como a
aquellas que se llevan a cabo para valorar el impacto de la intervención del
profesor.
De
igual manera, al momento de ejercer la docencia no sólo entran en juego un
conjunto competencias referidas exclusivamente a lo pedagógico, pues la función
docente incorpora también una dimensión personal y una dimensión disciplinar.
La
dimensión personal tiene que ver con las relaciones que establece el profesor
con los estudiantes, sus propias creencias y actitudes hacia la docencia. Esto
es de suma importancia puesto que todas las acciones del profesor se apoyan en
la manera en la que éste concibe el acto educativo, su visión del mundo y su
manera de interpretar la realidad, sus ideas y aquello en lo que cree. A partir
de este conjunto de elementos, el docente significa, interpreta, decide y
actúa.
Por
su parte, la dimensión disciplinar esta asociada con el conocimiento y
experiencia que el profesor tiene con respecto a aquello que enseña. Y por
último, la dimensión pedagógica parte del supuesto de que los conocimientos
disciplinares en sí mismos son fundamentales, pero no suficientes para poder
enseñarlos. Es necesario por tanto, traducir y estructurar estos conocimientos
de tipo profesional y disciplinar en objetos de enseñanza que faciliten la
manera en la que los estudiantes van a acceder y aprehender el conocimiento.
Ahora
bien, la docencia se ejerce en un contexto determinado, en una institución
educativa particular con una serie de valores, normas y metas bien definidas,
por tanto, esta no es una práctica neutral ya que intervienen los significados
y la diversidad de visiones y relaciones del conjunto de actores implicados en
el proceso educativo que van dibujando la función del maestro.
Por
si no fuera suficiente con todo lo anterior, podemos apreciar además, que los
profesores son actores sociales de cambio que transforman, para bien o para
mal, y no sólo y en el mejor de los casos, ejecutores eficaces que conocen su
materia y que poseen herramientas para enseñarla.
No
obstante, muchas veces es también una profesión ingrata. Y para muestra de ello
basta con investigar los salarios de los profesores, las cargas de trabajo, el
estrés que conlleva la responsabilidad de formar a niños y jóvenes, las
presiones sociales y la visión que tienen muchas personas que la consideran una
ocupación de segunda a la que cualquier profesionista puede recurrir en caso de
penuria, como una opción temporal.
Cierto
es también que son muchas las problemáticas de nuestro sistema educativo y por
consiguiente del magisterio: que hay muchos docentes que no están adecuadamente
formados para desempeñarse en su cargo, que la burocracia y corrupción han
politizado desde hace ya muchos años a esta importante función, que un gran
número de maestros no cuenta con la ética profesional indispensable para
dedicarse a ella y que los resultados de la educación en México no son nada
satisfactorios, según nos lo demuestran las pruebas de desempeño académico…en
fin…Ahondar en ello sería tema para otro artículo.
Tal
vez y a manera de conclusión, sólo resta decir que, de acuerdo a un estudio
realizado por la OCDE, la reforma más importante en política pública que puede
hacer nuestro país para mejorar sus resultados educativos es construir un
sistema sólido que permita seleccionar, preparar, desarrollar y evaluar a los
mejores docentes para sus escuelas. Por ello, ya sea desde sus luces o
desde sus sombras, con esto, queda bastante clara la importancia de los
docentes si queremos apostar por el desarrollo de México.
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