Autora: Rocío Barragán de la Parra
Publicado: La
Primera de Puebla, 29 de febrero de 2012
Esta historia me hizo pensar en
la diversidad de programas académicos Universitarios que hoy buscan
distinguirse ofertando Licenciaturas que hasta hace unos años eran
especialidades a las que se accedía sólo a través de estudios de especialidad o
maestría.
La anécdota de John Maeda ayuda a
ilustrar mejor este fenómeno; la planeación y diseño de un programa de estudios
debe ser como un foco o una bombilla, ya
que debe considerar, además de la
formación académica centrada en la profesión (visión de láser), el desarrollo del pensamiento complejo de los
estudiantes, posibilitar la transversalidad de los contenidos de otras áreas
para ser capaces de identificar las disciplinas paralelas que ayudan y
fortalecen el ejercicio de una profesión. Integrar los competencias que les
permitan trabajar en entornos autogestivos e interdisciplinarios; además de
comprender, vincular y responder ecológica y sustentablemente a las necesidades
sociales, políticas, económicas y jurídicasdel entorno (visión de foco o bombilla).
No se trata de desestimar la importancia de promover las
áreas de especialización en la profesión, sino de poner énfasis en la necesidad
de formarse primeramente, en un área de conocimiento integral de la profesión y
a la vez común al resto de las profesiones, que permita a través de
conocimientos, habilidades y actitudes,
construir una infraestructura intelectual y valoral de la realidad
social de nuestro país y una visión global del mundo.
A manera de ejemplo podríamos
comparar este fenómeno con la formación de un Médico: cuando éste concluye su
grado de Licenciatura obtiene un título profesional como Médico General, es
decir se avala su formación en el grado
de foco o bombilla; sería absurdo pensar que en ese tiempo podría concluir
también una especialidad médica que le faculte en conocimientos y habilidades
relacionadas con un problema de
salud de una determinada área del cuerpo
humano como la pediatría, ginecología,
ortopedia, endocrinología o geriatría.
Para lograrlo es necesario
especializarse a través de estudios adicionales diseñados con una intención
diferente, mayor práctica con pacientes, estadías en centros de salud,
conocimientos más específicos pero de mayor profundidad y sobre todo, actualización
constante.
Del mismo modo aplica para
cualquier profesión, el paso por la Licenciatura permite obtener el enfoque de foco o bombilla, iluminar
el entorno que rodea la profesión y reconocer sus herramientas, sus
aplicaciones e implicaciones para después centrarse o especializarse en una de
sus áreas, iluminar como un láser, un solo punto.
El riesgo de diseñar a nivel
Licenciatura un programa académico altamente especializado es perder la
luminosidad del entorno y formar profesionales especializados en determinada
área pero incapaces de reconocer la información del ambiente, de tomar decisiones
asertivas y asumir sus consecuencias; de vincular su trabajo con el de otras
áreas y diagnosticar integralmente las problemáticas que se les presenten. En
términos del ejemplo médico, carecen del conocimiento del cuerpo humano y sólo
(re)conocen como funciona una de sus partes.
Si no somos capaces de entender
el todo en un contexto general, ¿cómo podremos encontrar la solución a un
problema si éste se encuentra, precisamente, fuera de él? Este es uno de los
desafíos de la Educación Superior; diseñar programas educativos
hiperespecializados que promuevan el desarrollo de una tarea, capacitando o
adiestrando en una profesión, sin
requerir análisis y privilegiando la aplicación (enfoque láser) o
comprometerse con el desarrollo integral de la persona formando profesionales
especializados pero ante todo agentes de cambio social, comprometidos y
socialmente solidarios (enfoque de foco).
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