Publicado: La Primera de Puebla, 24 de febrero de
2012
El tiempo
de crisis es tiempo de decisiones y una de las elecciones trascendentes en la
vida de los individuos y las sociedades, más en tiempos críticos, es el
establecimiento de alianzas. La universidad, como instancia de educación
superior, tiene un importante papel en el desarrollo de las capacidades
necesarias para pactos y proyectos que, basados en la dignidad de las
partes, generan confianza y
vitalidad. Adela Cortina, filósofa y académica de la Universidad de
Valencia exponía durante una conferencia impartida en la Ibero de Puebla que las instituciones de educación superior
también tienen la tarea de ofrecer
nuevos modelos de vida felicitante y sostenible. No es posible pensar en una
sociedad pacífica y feliz si no hay confianza y reconocimiento mutuo.
La crisis
caracterizada por los diferentes riesgos económicos, sociales, ecológicos,
etc.; necesita la inteligencia y la intención de construir nuevas
posibilidades para una convivencia digna para todos, y con perspectivas de corto, mediano y largo
plazo. Las nuevas condiciones en los diferentes ámbitos de la vida, cuando no
sabemos administrarlas o están en las manos de otros, nos provocan
indefensión y desconfianza. Si no alcanzamos acuerdos con quienes
cambian las reglas, la alternativa para salir de la indefensión es la
persistencia activa hasta conseguirlos en condiciones dignas y de equidad. De esa manera aseguramos
nuestro futuro. Son momentos de reflexión y acciones, echar mano de las
experiencias pasadas y de los nuevos acontecimientos; mirar
las líneas generales del acontecer global y adentrarnos en el interior
de nuestro ser. Atender las relaciones del pasado y el futuro, la interioridad
y el exterior, el sujeto y la comunidad; se constituye en plataforma
necesaria para las decisiones.
Tanto la
sabiduría oriental como la occidental nos enseñan que ante un enemigo mayor es
necesario disponerse al diálogo y al pacto. Pero la misma filósofa antes
nombrada nos dirá que además de las capacidades lógicas argumentativas son
necesarias “capacidades comunicativas de estimar… y la capacidad de compadecer”
desde el reconocimiento de los otros. Es necesaria la experiencia del
reconocimiento recíproco compasivo, de quien padece-con el otro el sufrimiento
o el gozo. Así entendida, la compasión es una fuerza para lograr la justicia. Si no se dan
estas relaciones de estima y de
compasión no es posible averiguar la justicia de las normas.
La misma
sabiduría oriental enseña que cuando estamos seguros de nuestra superioridad, hemos de ofrecer salidas dignas
al contrario. Incluso el otro en la postura opuesta a la propia, mantiene la
categoría humana de semejante. El honor puede construir donde hay ruinas o
desencuentros. De la destrucción sólo se sigue más desgracia. Dignidad, estima
y compasión son elementos que permiten la conformación de una convivencia,
donde reconocernos sujetos activos, actores, no sólo sujetos pacientes; y nunca objetos para uso de alguien. Del
reconocimiento cordial nace una nueva convivencia.
Si tratamos
de verdades, las científicas se comprueban, la no contracción es muestra de la presencia de una lógica; pero las
verdades que dan sentido a nuestra existencia, que nos persuaden de la
necesidad de tomar un camino u otro, las conocemos por vivencia. El conocimiento experiencial, constituido por
creencias, expectativas y amores que dan sentido a la existencia; incrementa la sabiduría y por
tanto la posibilidad de una convivencia inteligente con necesaria dosis de
cordialidad y compasión. Una máxima expresa “sueña lo absolutamente puro y eso
será”. En la medida que nos ilusionamos,
nos empapamos de lo más valioso y deseable, hay pensamientos que se convierten
en palabras y éstas en acciones y comportamientos que nos cambian, y también pueden transformar la sociedad en
la que vivimos.
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