Autora: Ma. Teresa Abirrached Fernández
Publicado: en Lado b, 14 de febrero de 2012
El
Bullying, entendido como acoso o maltrato entre adolescentes y que se da
principalmente en las escuelas, es un tema que se aborda en la actualidad en
casi todos los grupos sociales con el fin de prevenir a las posibles víctimas y
a las personas que forman parte de su contexto: padres, maestros y compañeros.
La
palabra bullying se utiliza para describir diversos tipos de comportamientos no
deseados por niños y adolescentes, que abarcan desde bromas pesadas, el ignorar
o dejar deliberadamente de hacer caso a alguien, los ataques personales e,
incluso, los abusos serios.
Del
bullying se puede escribir en diversas vertientes, desde los signos que muestra
un niño o niña agredido, hasta recomendaciones que giran en torno a los hábitos
de convivencia familiar y social. Sin embargo, en esta ocasión se abordará
desde un problema fundamental: el papel de los medios de comunicación y las
redes sociales en la formación de la personalidad y actitudes de los niños y,
como consecuencia, en la propagación de ideas y comportamientos que pueden
dañar la convivencia entre los niños y adolescentes.
De
acuerdo a los estudios realizados por Enrique Alducin en el libro “Los valores
de los mexicanos”, una persona en los años 50’s formaba sus valores en base a
las siguientes influencias: 45% familia, 23% escuela, 5% medios de
comunicación, 15% religión y 12% medio ambiente. Para los años 80’s, esta
situación cambió radicalmente, quedando de la siguiente manera: 27% familia,
24% escuela, 23% medios de comunicación, 8% religión y 18% medio ambiente.
Y
en el 2010 –dadas las condiciones socioeconómicas y culturales en las que ambos
padres trabajan y permanecen fuera del hogar durante largas jornadas-, los
factores de influencia se modifican y los núcleos familiares, religiosos y
escolares ceden su espacio como formadores de personalidad y ejes de
sociabilidad a los medios de comunicación, quedando de la siguiente manera: 18%
familia, 20% escuela, 43% medios de comunicación, 5% religión y 14% medio
ambiente.
Así,
actualmente podemos ver cómo el comportamiento de un niño es dramáticamente
influenciado por los medios de comunicación. Ésta es una situación que se da
desde principios de los años ochentas y ha estado determinada por la estructura
social y familiar, cuando la generación X, en un afán de búsqueda de identidad
pretende romper los paradigmas de diversión de sus padres; es en este contexto que
surgen programas televisivos que buscan la empatía con estos jóvenes, las
telenovelas comienzan a “mostrar” imágenes más reales de amor, odio, envidia y
sexo como una forma de acercarse a la audiencia.
Esta
nueva forma de hacer televisión rápidamente fue aceptada, convirtiendo al
público en morboso y ansioso de ver escenas más “fuertes” en pantalla. Los
medios capitalizaron esta moda y, para los años noventas, ya era una constante
en todos los programas.
En
un intento por volver a los valores, en 1997 se propuso una iniciativa a favor
de lo mejor en los medios, en el que los medios de comunicación se unieron con
la sociedad para fomentar la creación de programas de contenido y reducir los
efectos negativos de los mensajes que hasta ese momento se transmitían y que
dañaban a los niños y a las familias, en un esfuerzo por cambiar esa cultura de
comunicación.[1]
Durante
algún tiempo los medios respetaron este acuerdo, pero se enfrentaron a un
público que no estaba dispuesto a volver a los programas de humorismo blanco y
a las escenas de amor platónico, por lo que pronto se rompió el pacto e incluso
se agudizó la competencia con escenas crudas y violentas. Esta tendencia llegó
a los programas de espectáculos y después a los noticieros serios. Con el auge
de las redes sociales se ha incrementado aún más la exposición de los jóvenes a
los mensajes malintencionados y sin control, que crecen de manera viral
tergiversando sus valores y provocando actitudes violentas y agresivas que
crean ambientes escolares de bullying.
Esta
generación, conocida como del @, ha sido expuesta a la nota roja y escenas
eróticas por doquier, aunado al poco control que se ejerce en las familias, lo
que implica que en muchos casos pierdan la fe y la esperanza en un futuro
mejor. Una de las consecuencias es el fenómeno NINI que en nuestro país suma
7.5 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, sin importar el nivel
socioeconómico ni la escolaridad de sus padres.
Éste
es el entorno en el que se “educan” nuestros hijos, en el que aprenden que
violar la privacidad de otros y la propia es una forma de pertenecer, y agredir
a una persona en un talk show no sólo es aceptado sino aplaudido, con
frases que se han hecho famosas como “que pase el desgraciado”. Ante esto, ¿qué
podemos esperar de la conducta de los niños y adolescentes que reciben como
insumo estos programas? Y lo más lamentable es que son los contenidos
televisivos que consumen sus padres.
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