Autora:
Luz del Carmen Montes Pacheco
Publicado: e-Consulta, 21 de Marzo
de 2012
Si se busca la palabra tarea en el diccionario de la
RAE, hay tres acepciones relacionadas con la tarea escolar: la primera es obra
o trabajo; la segunda, trabajo que debe hacerse en un tiempo limitado;
y la tercera, ejercicio que se le encarga al alumno. Pero esta última
remite a otra palabra usada en lugar de tarea en Cuba y Venezuela, “deber” con
un significado que se acerca mucho más a lo que en México se entiende por
tarea, dice: ejercicio que, como complemento de lo aprendido en clase, se
encarga, para hacerlo fuera de ella, al alumno de los primeros grados de
enseñanza.
Según
el citado diccionario, la tarea o deber es para el alumno, que aunque es
planteada para ejercitar o fortalecer lo aprendido en clase, culturalmente no
es bien aceptada, más bien representa una obligación familiar.
Para
nada es extraño que cuando un niño sale de la escuela y le dice a su mamá que
no hay tarea, ella exclame sin recato alguno “¡Qué bien hijo, me da mucho
gusto!” Claro, seguramente la profesora antes les dijo a los niños que tendrían
la tarde libre porque no habría tarea para el día siguiente. Alegría y libertad
están asociados a la falta de tarea; esto es, están asociados a la falta de
oportunidad para ejercitar y fortalecer lo aprendido.
Visto
así, no es de extrañarse que niñas, niños, adolescentes y adultos jóvenes
aborrezcan la tarea. Por tanto, cumplir con ella se vuelve una carga y si no es
con la supervisión, y muchas veces con la presión de los padres, los educandos,
sobre todo los menores, no la llevan a la escuela.
Con
todo esto, tanto padres como hijos, desarrollan malos hábitos con la entrega de
tareas. Ahora muchas madres, y algunos padres también, tienen que llegar a casa
para cerciorarse de que sus hijos hagan la tarea y en el peor de los casos,
hacerla con ellos. En muchos casos, la realización y entrega de tareas es causa
de conflictos en el seno familiar.
Además,
la libreta de tareas que originalmente es un recordatorio para que los
educandos sepan con precisión qué trabajo tienen que hacer, se ha convertido en
un instrumento de supervisión y un instrumento de control en la escuela. Si la
libreta no está firmada por los padres, todos tienen tache: el estudiante y los
padres.
Hace
mucho tiempo, una profesora de tercer grado de primaria se atrevió a decirles a
sus alumnos, que una mamá o un papá que no firma la tarea demuestran que no
quieren a sus hijos; entre ellos estaba mi hijo. En la escuela siempre supieron
que yo no estaba de acuerdo en firmar la libreta de tareas, mientras mis hijos
cursaron la primaria y la secundaria yo solo les preguntaba, al término de la
jornada escolar, si necesitaban algo para hacer su tarea (incluida mi
asistencia por si tenían dudas); y al final del día, al finalizar mi jornada,
preguntaba si habían hecho la tarea. Yo creo que los padres no tenemos que
revisar si está bien hecha la tarea, esa es función de la profesora o el
profesor.
¿Cómo
podemos lograr que nuestros hijos desarrollen el sentido y el valor de la
responsabilidad si no se los transferimos? ¿Cómo pretendemos que sean
estudiantes responsables de su propio aprendizaje? ¿Cómo pretendemos que asuman
sus responsabilidades futuras si desde pequeños estamos detrás de ellos?
El
colmo ha sido escuchar a algunos padres con hijos en secundaria y aún en
preparatoria que solicitan en la juntas para padres, que se les envíe por
correo la tarea que les dejan a sus hijos.
Los
padres debemos acompañar, proveer los insumos necesarios y estar atentos para
que nuestros hijos cumplan sus obligaciones escolares; y en caso de no hacerlo,
que asuman las consecuencias de una mala nota. Si desde que nuestros hijos son
pequeños delegamos esa responsabilidad, conforme crezcan la asumirán de la
mejor manera posible.
Por
otro lado, los profesores debemos ser cuidadosos para que los trabajos que encargamos
a los estudiantes impliquen un reto intelectual acorde al nivel educativo;
deben evitarse tareas innecesarias, repetitivas, memorísticas o trabajos que
solo consistan en cortar y pegar las ideas de otros. Debe haber mucha claridad
tanto para el profesor como para el estudiante del objetivo y la finalidad que
tiene cada tarea realizada fuera del aula.
En
la triada educando, profesor/a y padres, es indispensable que se fomenten
confianza y responsabilidad de manera compartida. Hacia al estudiante porque es
capaz para desempeñar trabajos de manera independiente y exitosa. Hacia al
profesor/a porque es capaz de diseñar tareas retadoras, con sentido y ajustadas
al nivel de los estudiantes. Hacia los padres porque el acompañamiento y el
apoyo no significa suplencia ni desamor.
Aún
en las tareas cotidianas, fuera y dentro de casa, fuera y dentro de la escuela,
si queremos educar en y para la libertad debemos confiar en el otro hasta para
asumir la consecuencia de sus propios actos. La tarea es para todos, pero cada
quien desde su trinchera.
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