Autora: Rocío Barragán de la Parra
Publicado en Síntesis, Puebla, el 11 de febrero de 2016
“Durante gran parte del día vivimos como si
nos hubieran dado cuerda: nos levantamos, hacemos cosas porque se las hemos
visto hacer a los demás, porque nos lo enseñaron así, porque eso es lo que se
espera de nosotros... pero de vez en cuando algo interrumpe nuestra somnolencia
y nos obliga a pensar ¡qué hago?, ¿qué digo?” Así describe Fernando Savater en
su libro Ética de urgencia, la dificultad
de experimentar, de manera consciente el compromiso de ser uno mismo.
El
término ética se desdibuja en este proceso cuando solo la entendemos como una
disciplina que estudia el bien, el mal, la moral o el comportamiento humano; lo
que sostiene Savater es que la ética tiene un papel más crucial en el
desarrollo humano: ayudarnos a ser, comprometidamente, protagonistas de nuestra
vida.
Día
a día tomamos decisiones relacionadas con lo que queremos ser o hacer, lo que
implica examinar los motivos por los que actuamos, cuáles son nuestros
objetivos, si lo que estamos haciendo pinta bien o si debemos ajustar alguna
actitud, comportamiento o hábito; en ese ejercicio estamos tomando decisiones
vinculadas con el bien ser y actuar, de este modo podemos visualizar la ética
como un ejercicio continuo de reflexión sobre nuestro ser y hacer.
Si
queremos ser responsables de lo que somos estamos condenados a pensar y a
darnos cuenta; esa es la finísima línea que separa la naturaleza humana del
resto de los seres vivos. Los animales, por ejemplo, nacen haciendo solo una
cosa: el pez nada, el ave vuela, el gusano se arrastra; por eso, cuando el ecosistema
cambia, mueren y desaparecen aquellas especies que no pudieron adaptarse al
nuevo ambiente.
Cuando
somos conscientes de lo que somos/hacemos, cómo somos/hacemos y el impacto que
tiene lo que somos/hacemos entonces nos habilitamos para orientar nuestras acciones
personales, intelectuales y sociales; reconocemos con mayor facilidad los
tropiezos, errores u omisiones y desarrollamos la capacidad para mejorar. Los
seres humanos no nacemos especializados y esa es, como le llama Savater, una
“ventaja evolutiva” que nos permite elegir lo que queremos ser/hacer y en ese
libre albedrío se anida el compromiso más íntimo: hacerse responsable de lo que
se decide.
La
libertad es un derecho por ello paradójicamente soy libre pero no puedo renunciar a serlo; es entonces que la ética
funciona como brújula de nuestro comportamiento; cada uno tiene la capacidad de
inventar su propio destino y realidad, hacer y decidir aquello que le
signifique mayor plenitud y felicidad; siempre y cuando a través de estas
decisiones privilegiemos el cuidado del otro que significa simultáneamente el
cuidado de uno mismo.
Inmersos
en la cotidianidad olvidamos la fragilidad de la vida y su condición de
irrepetible; estar conscientes de dicha vulnerabilidad permite vivir
comprometidamente con uno mismo y para los demás; estado que solo se alcanza si
potenciamos la capacidad para pensar y decidir libremente, tarea que dura,
mientras dura la existencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario