Publicado en Lado B, el 11 de febrero de 2016
Un acto violento pareciera ser siempre un fenómeno evidente y
llamativo. Desafortunadamente no siempre es así; la violencia es un fenómeno
sutil que se filtra en todos los aspectos de la vida, tan cotidiano que no
siempre es visible.
La sutileza con la que se instaura el ser violento dentro de un
hombre o una mujer es aterradora. Día a día convivimos en una sociedad
violenta. Se vive violencia en la calle, en el autobús, en la escuela, en el
trabajo, en la familia.
El acoso callejero es la forma de naturalizar la violencia en la
cotidianidad de la vida. Si usted, lector, es del sexo masculino, seguramente
calificará de exagerada mi percepción. Seguramente a usted no le han metido la
mano debajo de su ropa sin su consentimiento, tal vez nunca le han susurrado al
oído invadiendo su mínimo espacio vital con una grosería sexual; y muy
probablemente nunca le han dicho que le lamerían sus genitales o enunciados
peores.
El acoso callejero es resultado de una sociedad en la que se
promueve un falso respeto y admiración por los atributos femeninos. El cuerpo
de la mujer se ha usado para promocionar, vender o promover servicios, pero no
para respetarlo por el hecho de ser humano.
Exhibir, tocar, rozar, apretar, golpear, tiene el mismo
significado para un objeto que no se percibe como humano: el cuerpo de la
mujer. Lo alarmante es que cuando se rapta, se tortura, se mutila… se exhibe
como una consecuencia natural
a una mala acción de la mujer.
Ejemplos de esto son, desafortunadamente, los crecientes casos
de desaparición de niñas, como Karla, de 11 años, estudiante de primaria de San
Pablo del Monte, quien salió un día a
la escuela y nunca regresó. Los padres de familia al informar a las autoridades
fueron cuestionados respecto a malas conductas de su hija,
antes de ser atendidos activando la alerta Amber; la cual, dicho sea de paso se
activó hasta 22 días después por presión de familiares y asesoría legal.
Los casos de Paulina,
Melisa, Andrea, Xóchitl, Nancy, del 2015 son ejemplo del trato que se da cuando
una familia denuncia la desaparición de sus hijas, madres, hermanas: ¿está segura que no se fue con el novio?
¿Discutieron? ¿Tenían problemas?
Lo cierto es que la estrategia que se ha
seguido hasta ahora por parte de las autoridades no ha disminuido en lo más
mínimo esta problemática. Ahora que se logró activar otra alerta de género en
el país, será oportunidad para reflexionar si realmente se brinda seguridad a
mujeres y niñas.
Esperemos que la reflexión no siga matando a
nuestras mujeres.
Entonces ¿quién mata a nuestras mujeres?
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