Publicado en Lado B, el 16 de diciembre de 2015
La verdad me
siento preocupada de lo que está sucediendo en torno a la reforma educativa,
que como todo el mundo lo dice, no es una reforma educativa como tal, sino una
reforma laboral para los trabajadores de la educación, que se formuló con la
intención de ofrecer garantías para que las reformas, esas sí educativas, del
2009 y 2011 (la RIEB y la RIEMS) pudieran ser bien operadas.
Pero en estos años, desde enero de 2013 en que esta reforma
educativa (laboral) se dio a conocer, ha traído muchos desajustes pues no ha
habido diálogo con los docentes. Muchos profesores sienten que les han hecho a
un lado y que no han sido escuchados para tomar en cuenta las necesidades que
los profesores tienen en cuanto a sus condiciones laborales.
Junto al poco diálogo, el Instituto Nacional para la Evaluación
de la Educación diseña una evaluación, que está en manos de expertos. Los
académicos mejor preparados en México sobre la evaluación están al frente del
diseño de los instrumentos. No son unos desconocidos. En el ámbito educativo
nombres como el de Sylvia Schmelkes, Eduardo Backhoff, Margarita Zorrilla, son
reconocidos por su conocimiento del sistema educativo, no sólo por los puestos
que han ocupado, sino porque hacen investigación seria sobre la educación en
México. Saben hacer investigación y esta investigación les ha dado un
conocimiento del sistema educativo que pocos tienen.
Y es absolutamente necesario evaluar el sistema educativo (que
quede claro que no se trata de evaluar sólo a los docentes), para que se tenga
un buen diagnóstico de algo que todos sabemos que está mal. ¿No hay
posibilidades de generar diálogo para que los intereses e ideas de los
profesores sean tomados en cuenta en esta evaluación?
Los profesores consideran que la evaluación es punitiva porque está
tocando algo que en décadas pasadas era impensable tocar: su seguridad laboral.
Desde el 2013, se ha dicho que lo que está en la preocupación de los docentes
no es la evaluación, ni los resultados de la misma, sino la permanencia en sus
puestos de trabajo. Todos sabíamos en décadas pasadas que alguien que trabajaba
en el magisterio podría tener su empleo hasta que quisiera o hasta que viviera;
independientemente de si hacía bien o no su trabajo, si llegaba o no ebrio, si
llegaba o no lo hacía, si sus alumnos aprendían o no lo hacían, etc. Y claro
está que esto no es culpa de los profesores, sino de aquellos que por favores
políticos consiguieron estos arreglos perpetuos que muchas veces no
beneficiaban en nada a la educación y desacreditaban la labor de los
profesores. ¿No habrá una forma de que los mejores profesores estén frente al
aula y los que no son buenos se dediquen a otra cosa?
Los sindicatos magisteriales han tenido mucho que ver en esto,
las corruptelas que han llevado a comercializar la educación en México, no
tienen referente alguno. Todo se compra y se vende en estos sindicatos, las
plazas son una de las muchas cosas que se comercializan, pero también los
cambios de adscripción, el incremento de horas, el ascenso en el sistema, y la
moneda de cambio pueden ser pesos constantes y sonantes, pero también se puede
pagar en especie, con bienes raíces por ejemplo, y también se aceptan convenio
sexuales.
En el reciente congreso del COMIE un prestigiado académico, del
que me reservo su nombre porque no es mi interés desacreditarlo, dijo que estas
prácticas eran los usos y costumbres de la relación laboral en el magisterio. A
mí me parece que esto tiene un solo nombre y se llama “corrupción”. Si las
plazas, puestos clave, ascensos se venden al mejor postor, por supuesto que
habrá un deterioro de la calidad de la educación, pues no están llegando los
mejores, sino los que tienen para asegurar un empleo. ¿No habrá otra forma de
otorgar las plazas?
Además el sistema educativo está mal estructurado, muchas
escuelas que carecen de lo mínimo para funcionar, ya no digamos
infraestructura, sino hacen falta profesores que atiendan a todos los niños que
requieren educación. Claro está que no es lo mismo una educación en donde hay
30 niños en un grupo con un profesor y todos esos niños pertenecen al mismo
grado escolar y el docente se puede concentrar en una sola función, a una
escuela en donde en donde hay 30 niños que pertenecen a dos o tres grados
diferentes, en donde el profesor tiene que hacer varias funciones a la vez.
Además tiene a su cargo la dirección de la escuela y se ven en la necesidad de
abandonarla cuando hay reuniones de directivos, haciendo imposible que cumplan
bien con dos funciones al mismo tiempo; así que los niños se quedan sin clase,
mientras que los niños del primer ejemplo, siempre tienen con ellos a su
profesor. ¿No hay otra forma de organizar el sistema educativo?
1 comentario:
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